Que mentimos más que hablamos (por mucho que algunos se pongan en plan puritano y digan que ellos no mienten), nos lo corroboran todas las investigaciones científicas sobre el tema. De hecho, Robert Feldman, uno de los científicos que más han investigado sobre la mentira, y de quien te voy a hablar hoy, confirmó en un estudio llevado a cabo en el 2002, que en una interacción entre dos desconocidos durante 10 minutos, estos mentían una media de 3 veces. Nada menos. Por cierto, que este descubrimiento se menciona en la conocida serie “Lie to me” o “Miénteme”. Puedes verlo en este vídeo:

Vamos, que la mentira está presente en nuestra vida, en mayor o menos medida, con mayor o menor gravedad en sus consecuencias. De hecho, se apunta a la posibilidad de que la mentira sea necesaria para la convivencia, como un elemento cohesionador social. De ahí, los falsos cumplidos (“¡qué bien te sienta tu pantalón nuevo!”), las mentirijillas piadosas (“no eres tú, soy yo”), las pequeñas mentiras con intención (“justo ahora iba a llamarte”), o incluso el autoengaño (“venga, que yo puedo con esto”). Si no utilizáramos esas pequeñas mentiras, seguramente nos habríamos matado unos a otros y nuestra especie se habría extinguido y ya no habría quien investigara sobra la mentira.

Pero, ¿qué hay de internet? Hoy en día conocemos gente por internet, hacemos negocios por internet, mantenemos contacto con nuestros allegados, etc. El mundo ya no se entiende sin las comunicaciones a través de internet. Pero, ¿mentimos más en internet que en el mundo físico? La ciencia tiene la respuesta, pero déjame que mantenga un poco el suspense y te explique las dos alternativas. Cada una de ellas corresponde a una hipótesis:

La hipótesis de la disuasión consiste en pensar que, como queda constancia por escrito de lo que acabas de decir, te cuidarás más de mentir porque dejas pistas sobre la mentira, y tu interlocutor puede echarte en cara a posteriori que lo que le has dicho es falso. Es difícil desdecirse de una mentira por escrito (ya sea en redes sociales, email, whatsapp, etc.).

La hipótesis de la desindividuación (término que se acuñó en los años 50) se refiere al hecho de los individuos suelen tener unas normas éticas menos estrictas cuando no están física o psicológicamente apegados al interlocutor. Es decir, que si no sé con quién hablo o no me importa esa persona, voy a ser más laxo en mi conducta. ¿Y cuál creéis que gana?

Para averiguar esto, Robert Feldman hizo un estudio con tres grupos de personas: un grupo tenía una comunicación física, cara a cara. El otro grupo se comunicaba a través de email. Y el tercer grupo se comunicaba a través mensajería instantánea. Ni el segundo ni el tercer grupo veían físicamente a sus interlocutores. Los resultados fueron variados e interesantes: lo primero, todos los grupos mintieron.

Lo segundo, el grupo que más mintió fue el que se comunicaba a través de email.

El tercer resultado fue que las mentiras que se realizaban por medios escritos versaban sobre estados de ánimo o sobre las preferencias del que mentía; es decir, sobre hechos difícilmente comprobables.

Vamos, que mentimos más por escrito, pero tampoco somos tontos y vamos a mentir sobre temas que los demás puedan comprobar. Mentimos sobre cosas subjetivas que nuestro interlocutor no pueda verificar fácilmente. El cuarto resultado interesante de esta investigación fue que a las personas que se comunicaban por escrito se les dio la opción de elegir un avatar que se pareciera físicamente a ellos o bien un avatar que no se pareciera a ellos.

Los que más mintieron, curiosamente habían elegido avatares que no se parecían a ellos. Es decir, se alejaban de ellos mismos adoptando una identidad que no se correspondía con la verdadera.

Así que ganó la hipótesis de la desindividuación: mentimos más por internet.