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Protección a la infancia

Por qué los castigos físicos no valen para educar

La futura ley de protección a la infancia busca suprimir una práctica aún arraigada pero desacreditada por psicólogos y expertos

Cachetes continuos solo crean miedo, dicen los expertos. EP

¿Sirve un cachete para educar? Cada vez más expertos creen que no. Sin embargo, se trata de un método arraigado, por razones culturales, en el trato de muchos padres con sus hijos. Puede resultar eficaz en el corto plazo, pero carece de efectos positivos en el desarrollo del menor y puede incluso constituir un factor de riesgo que incremente las posibilidades de padecer conductas agresivas en el futuro. Se trata de ideas compartidas por psicólogos y educadores que aparecen en el Anteproyecto de Ley de Protección a la Infancia, aprobado el pasado mes de diciembre por el Consejo de Ministros.

Dicho texto subraya que "se entiende por violencia toda forma de perjuicio o abuso físico", supuestos en los que incluye el maltrato -también psicológico y emocional- y los "castigos físicos, humillantes o denigrantes" y "el descuido o trato negligente", además de otras como la explotación, las agresiones y los abusos sexuales, la corrupción, el acoso escolar y la violencia de género. Esa alusión a toda prohibición de castigos físicos tampoco es nueva, ya que en 2007 se suprimió el artículo 154 del Código Civil, que permitía que los padres o tutores "corrigieran" de manera moderada a los hijos. Poco a poco, el cachete y la bofetada han quedado desacreditados, si bien la Ley, que será de carácter orgánico, no irá en la dirección de castigar penalmente a los padres que hayan tomado esa medida de manera puntual, sino que tratará de marcar una dirección a seguir en términos pedagógicos.

"La Ley busca mandar el mensaje de que no debemos tratar nunca así a los niños. Nunca es cachete es bueno"

Clara Martínez, directora de la Cátedra Santander de Menores de la Universidad Pontificia Comillas

"La Ley busca mandar el mensaje de que no debemos tratar así a los niños. Nunca. El Comité de Derechos del Niño de la ONU ha señalado que hay que prohibir, de manera expresa, toda forma de violencia hacia los niños", dice Clara Martínez, directora de la Cátedra Santander de Menores de la Universidad Pontificia Comillas. En 2010, el Comité recomendó a España que elaborase una ley contra la violencia a los niños del mismo calado y recorrido que la legislación por violencia de género. Que los castigos físicos están siendo arrinconados de cualquier estrategia educativa lo prueba el hecho de que el CIS no pregunta por esta cuestión en sus encuestas desde el año 2005. El estudio 'Actitudes y opiniones sobre la infancia' recogía que el 35,7% de los encuestados consideraba que "algunas veces" es necesario un "buen bofetón para mantener la disciplina", por el 31,8% que estaba en desacuerdo.

"Hay investigaciones que han encontrado que los castigos físicos se asocian a consecuencias negativas a corto y largo plazo. No conozco ningún estudio que diga que el cachete sirva como mecanismo corrector", dice Manuel Gámez, profesor de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid y autor de varios estudios sobre este tema. "No se trata de que recibir un azote implique necesariamente experimentar un problema futuro, pero sí que incrementa el riesgo", explica. Entre esos problemas, Gámez cita el desarrollo de conductas agresivas y antisociales, así como más probabilidades de padecer tendencias depresivas.

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Dialogar y negociar pero siempre con unos límites claros

Aún así, el cachete sigue siendo un método "arraigado", explica Clara Martínez. "Siempre se han justificado bajo la base de que los adultos saben qué es lo mejor para los niños, pero ellos son personas con derechos y uno de ellos es el de vivir libres de violencia. En cualquier otro escenario eso nos parecería aceptable. A nadie se le pasa por la cabeza que tu jefe venga y te dé un bofetón por hacer las cosas mal", añade. El Anteproyecto recoge que, en el ámbito familiar, se deberán adoptar programas dirigidos a suprimir "cualquier tipo de castigo como método de aprendizaje y conducta" y erradicar el castigo habitual "desproporcionado o con violencia física o psicológica" en el ámbito familiar y la promoción de formas de disciplina positiva.

"Recibir un azote no implica necesariamente desarrollar un problema futuro, pero sí que incrementa el riesgo"

Manuel Gámez, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid

Un enfoque con el que coincide el conocido psicólogo Javier Urra, especialista en la atención a menores y autor de numerosos libros sobre la materia. "Antes siempre se decía que una bofetada a tiempo era buena. La pregunta es: ¿Es pedagógica para quien la recibe o terapéutica para quien la da? Los padres tienen derecho a sancionar y corregir a los hijos, porque la sanción es parte de la educación, pero nunca de forma física", subraya, aunque en cualquier caso, al igual que apunta la directora de la Cátedra de Menores de Comillas y el profesor Manuel Gámez, no se debe confundir una bofetada puntual con un maltrato general y cotidiano. "Eso es menospreciar lo que es el maltrato de verdad", apostilla Urra.

En España, esta clase de medidas punitivas han desaparecido progresivamente de la esfera escolar, pero permanecen en algunos hogares. Sin embargo, en otros países forman parte de la tradición y su erradicación no se vislumbra cercana. En algunos estados de EE UU y en partes de Rusia siguen siendo populares, así como en los países centroamericanos. El 32 % de los rusos respaldaban hace dos la necesidad de aplicar castigos corporales a los menores como gesto educativo, un porcentaje que cuatro años antes alcanzaba el 45%. "En España se ha progresado mucho y hay mucha sensibilidad", dice Clara Martínez.

"Los padres tienen derecho a sancionar y corregir a los hijos, pero nunca de forma física. La sanción debe ser moderada, inmediata y proporcional"

Javier Urra, psicólogo experto en menores y autor de numerosos libros sobre la materia

¿Y por donde pasan las estrategias para educar? "El castigo físico enseña lo que no debe hacerse, pero no enseña lo que debe hacerse. La reprimenda verbal o privar de privilegios son formas alternativas que son más eficaces", dice el profesor de la Autónoma de Madrid. Para Javier Urra, "educar significa conflicto" y la sanción forma parte de la educación. "Debe ser [la sanción] moderada, inmediata, proporcional y hablada antes. Por ejemplo, decirle al niño: 'Si hoy no vienes a la hora, el próximo viernes no sales'". La directora de la Cátedra de Menores de Comillas apuesta por diferenciar "autoridad" de "autoritarismo" y reforzar el papel de una disciplina positiva "con firmeza, pero sin violencia". "Firmeza es poner los límites de manera clara. Si tú te has ganado la autoridad sobre tu hijo, no necesitas recurrir a otra clase de castigos. Cada vez que el niño se extralimite, hay que tener clara cuál debe ser la respuesta, porque de la otra manera es cuando se hacen caprichosos", explica.

Urra está de acuerdo en esa idea. Su último libro se titula 'Déjale crecer, o tu hijo en vez de un árbol fuerte será un bonsai' y en él abunda en el concepto de sobreprotección que parece estar imponiéndose en el trato cotidiano de muchos padres con sus hijos. "Si el niño hace siempre todo lo quiere se convierte en un pequeño dictador. Pero la herramienta para corregir eso no es la bofetada. Es probable que el niño se guarde un punto de rencor y algún día la devuelva", incide. De cualquier manera, la sociedad española ha cambiado. La progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral ha hecho que la figura de la madre, que tradicionalmente se ha encargado del cuidado de los niños en los hogares, disponga de menos tiempo para dirigir esta estrategia, a lo que hay que añadir también que la crisis económica y las nuevas tecnologías están dejando una sociedad más estresada y donde los espacios de diálogo en el seno de la familia se han estrechado. "Antes los roles estaban más claros. Nadie nos ha enseñado a ser padres, pero debemos reflexionar sobre las pautas de convivencia dentro de la familia", dice Clara Martínez. En cualquier caso, como concluye Manuel Gámez, "la sociedad avanza y el castigo físico no es forma de corregir a los niños. Lo más importante es el afecto y el control".

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