Un día como hoy, hace un año, millones de mujeres de todo el mundo salimos a la calle y alzamos la voz para visibilizar la lucha por la igualdad en la que estamos involucradas desde hace décadas. Aunque los logros se van consolidando, lo hacen más lentamente de lo esperado, y las situaciones de desigualdad de género persisten, especialmente en los ámbitos empresarial y laboral. Porque estamos viviendo cambios disruptivos, como el asociado a la revolución tecnológica y digital, y se corre el riesgo de que las mujeres se queden atrás.

En España, la brecha salarial apenas se ha reducido en los últimos diez años. Se ha pasado del 25,6% de diferencia media en 2007 al 23% en 2017. La brecha aumenta en la franja de salarios más bajos y en las pensiones de jubilación, donde la diferencia asciende a casi el 38%. Las mujeres tenemos que trabajar diez años más que los hombres para alcanzar las mismas retribuciones. Tampoco hemos logrado reducir de manera sustancial el denominado 'techo de cristal'. El porcentaje de mujeres en alta dirección es apenas del 12%. Las mujeres siguen estando excluidas de la toma de decisiones.

La igualdad de género está presente en el debate público y en la acción política. El Gobierno del que formo parte se ha autodefinido como feminista, y hemos impulsado políticas públicas para luchar contra la brecha salarial y la desigualdad en todos los ámbitos, especialmente en aquellos sectores donde estamos infrarrepresentadas, como es, por ejemplo, el comercio.

Quiero centrarme en este aspecto, el papel de la mujer en el comercio internacional, escasamente abordado en los medios de comunicación. Ninguna política es neutral respecto al género y, desde luego, tampoco lo es la comercial. La liberalización del comercio suele afectar más negativamente a sectores ocupados tradicionalmente por las mujeres, que además se enfrentan a mayores retos por las dificultades para acceder en igualdad de condiciones a las fuentes de financiación o a la tecnología. Se calcula que, en países desarrollados, la participación de la mujer en el comercio es de aproximadamente un tercio. Según datos de la OMC, la propiedad del 40% de las pymes a nivel mundial está en manos de mujeres, pero solo el 15% de las pymes exportadoras son propiedad de mujeres. Es evidente que la desigualdad impacta en el comportamiento del comercio y la inversión.

Entre los hitos recientes a nivel internacional quiero destacar la Declaración de Buenos Aires de diciembre de 2017, que España suscribió junto a ciento diecisiete países. Por primera vez los asistentes a una Conferencia de la OMC se unían para reclamar mayor integración de la mujer en el comercio y se comprometían a fomentar el emprendimiento femenino, a facilitar acceso a la financiación y a la participación en los mercados de contratación pública, a incluir a las PYMES dirigidas por mujeres en las cadenas de valor y, en suma, a la igualdad de oportunidades para las mujeres empresarias.

En la Unión Europea trabajamos para incorporar las cuestiones de género en los Acuerdos de Libre Comercio con terceros países. Así, en el marco del Comité Conjunto CETA, la UE y Canadá han incorporado una recomendación en la que se reconoce la importancia de que la política comercial tenga en cuenta la cuestión de género. En el marco de las negociaciones para la modernización del Acuerdo de Asociación con Chile, la UE ha presentado una propuesta de texto para un capítulo sobre comercio y género. En los Acuerdos en negociación con Australia y Nueva Zelanda se incluyen disposiciones semejantes.

Las políticas de género deben ser una prioridad para lograr un crecimiento sostenible e inclusivo en beneficio de todos los ciudadanos. A la inversa, las políticas comerciales inclusivas han de contribuir a avanzar en la igualdad de género y el empoderamiento económico de las mujeres, lo que generará un impacto positivo en el crecimiento económico, la creación de empleo y la reducción de la pobreza.

El pasado martes participé en la jornada «Mujeres y comercio internacional» organizada por la Comisión Europea, el Instituto de Estudios de Género de la Universidad Carlos III y la organización BPW. Fue un excelente foro en el que quedó claro que para seguir conquistando espacios es fundamental mejorar la formación en competencias digitales, a fin de que las mujeres puedan acceder a los nuevos perfiles profesionales que, también en el ámbito del comercio internacional, está demandando la Economía 4.0.

La imparable movilización feminista a escala global está impulsando que las mujeres adquiramos el protagonismo público que nos corresponde. Es el momento de actuar también en el comercio internacional, un ámbito con grandes obstáculos a salvar, pero también con enormes oportunidades que podemos aprovechar. Solo podrá conseguirse que el comercio sea beneficioso para todos si se pone a disposición de las mujeres la información, la formación y los medios necesarios para su incorporación plena a la economía y al comercio globales.