La obesidad conlleva importantes riesgos para la salud. Por eso es fundamental seguir una dieta sana y variada. Los kilos de más favorecen la aparición de enfermedades cardiovasculares o diabetes, entre otros problemas graves. Pero, además, también afectan a la vida sexual.

Esta misma semana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido de que la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, y cada año mueren, como mínimo, 2,8 millones de personas a causa de la obesidad o del sobrepeso. En España, en torno a un 20-25% de la población española presenta obesidad, mientras que un 30-35% sobrepeso, según afirma el doctor Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO-SEO).

En la esfera sexual, el sobrepeso excesivo repercute de diferentes formas en hombres y mujeres, tanto en el aspecto físico como en el psicológico.

Autoestima

Desde el punto de vista psicológico, la obesidad lleva aparejada muchas veces una pérdida de la autoestima que puede acabar afectando también al deseo sexual.

El hecho de pensar que no se cumplen con determinados cánones estéticos, además, puede conducir a cierta inhibición o rechazo de los encuentros sexuales. En los casos más graves, esta falta de autoestima incluso puede llevar a la depresión y ansiedad, con las consecuencias agravantes que tendrían sobre la esfera de las relaciones íntimas.

Libido

Una de las consecuencias de la obesidad es la disminución en la producción de testosterona, una de las variables que determinan el sedeo sexual. Esta pérdida significará una reducción de la libido tanto en los hombres como en las mujeres, aunque en mayor grado en el caso de ellos.

Capacidad física

El sobrepeso limita notablemente nuestra respuesta física, una circunstancia que afecta inevitablemente a las relaciones sexuales. Si se reduce la capacidad para experimentar o para disfrutar de encuentros cómodos o más prolongados, éstos pueden volverse rutinarios y menos satisfactorios.

Disfunciones sexuales

Las alteraciones de salud vinculadas a la obesidad, entre las que pueden estar la diabetes o la hipertensión, pueden llevar a una reducción no solo de la testosterona, sino también del flujo sanguíneo, lo que en los hombres se puede traducir en disfunción eréctil. En las mujeres, la disminución de este flujo en el clítoris también puede limitar su capacidad de excitación y para llegar al orgasmo.