El mundo en el que vivimos ahora nada tiene que ver con el que teníamos hace apenas unos meses. La pandemia de Covid-19 está haciendo estragos en muchos ámbitos de nuestra vida. La enfermedad ha matado a millones de personas. Ha puesto en cuarentena a gran parte de la humanidad. Ha destruido puestos de trabajo. Y ha construido un tupido velo de incertidumbre y miedo sobre el futuro, porque nadie sabe con certeza qué pasará a partir de ahora. "Estar mal ahora es normal", explica el psicólogo clínico Manuel Oliva.

"En estos días atendemos muchos pacientes que solo quieren saber si el miedo y la ansiedad que están sintiendo es normal. Y sí, lo es. No tenemos porqué patologizar una reacción lógica", recalca el responsable del Center Psicología Clínica de Madrid.

Esta pandemia está afectando a la salud mental individual y colectiva. El malestar de uno es, en cierto modo, el malestar de todos. El miedo, la ansiedad y el estrés son sentimientos compartidos en estos días. Igual que los problemas para conciliar el sueño y para concentrarse en las tareas cotidianas. "Todos estamos pasando por lo mismo y tenemos formas similares de reaccionar ante la desazón y a la falta de esperanza", destaca Iria Grande, secretaria de la Sociedad Española de Psiquiatría y profesional del Hospital Clínic. "El confinamiento ha roto muchas de nuestras rutinas y nos ha enfrentado a nuevos retos, como conciliar la vida familiar con el teletrabajo. Es lógico que el malestar se vean incrementados", añade la psiquiatra, quien también investiga en el grupo sobre salud mental CIBERSAM del IDIBAPS.

También es normal que, en estos días, aumenten las conductas un tanto hipocondríacas. El miedo al contagio hace que veamos síntomas de covid-19 donde no los hay. Como también entra dentro de lo esperable que la obsesión por las medidas de higiene y protección se instaure en nuestra rutina de confinamiento. O que entremos en un estado de hipervigilancia, en el que intentemos estar atentos de todo lo que pasa para estar al tanto de posibles riesgos. "Muchos de estos sentimientos desaparecerán con el tiempo. Solo tiene que preocuparnos si alguna de estas sensaciones es tan intensa que nos impide hacer una vida normal; entonces hay que buscar la ayuda de un profesional", argumenta Oliva.

Las secuelas psicológicas de la pandemia

Ahora mismo es imposible conocer el alcance real de esta pandemia en la salud mental de la ciudadanía. Algunos estudios sugieren que la incidencia de las enfermedades mentales podría multiplicarse por dos, hasta alcanzar a una de cada cinco personas. Estos pronósticos señala una posible "avalancha" de diagnósticos de depresión, ansiedad, trastornos por estrés postraumático y de problema de adicciones. "La probabilidad de desarrollar una enfermedad mental dependerá de cada persona y de cómo ha vivido el confinamiento. Si alguien es muy vulnerable psicológicamente o ha pasado una cuarentena en una situación de mucha tensión es más probable que sufra secuelas a largo plazo. Pero, en general, esperamos que la mayoría de la población se recuperará con el tiempo", comenta Oliva.

Por el momento, lo que más preocupa a los expertos es la situación de los profesionales de la salud, expuestos a una situación límite. "Los sanitarios trabajan con ansiedad, miedo y sin recursos", explica Antoni Calvo, psicólogo y director de la Fundació Galatea. También preocupa las secuelas psicológicas que pueden sufrir otros 'grupos de riesgo', como los pacientes que han enfermado y las personas mayores que, desde el aislamiento, temen por su vida. En estos casos, cuando acecha una amenaza física, es todavía más difícil que la gente pida ayuda psicológica. De ahí que cada vez más iniciativas intenten reforzar el contacto con los colectivos más vulnerables para vigilar su estado de salud tanto físico como mental.

La mayoría de las consultas que llegan a manos de los profesionales reflejan la angustia de quienes han perdido algún ser querido durante esta crisis. La imposibilidad de dar un último adiós o de reunirse con la familia para llorar al fallecido ha empeorado aún más el pronóstico del dolor. Entre estos empiezan a despuntar síntomas depresivos, que van desde las pesadillas a intensos estados de ansiedad. "Estas pérdidas dejarán su huella. Incluso cuando todo esto acabe, el impacto quedará. Por eso ya se habla de la cuarta ola de la pandemia, en la que tendremos que enfrentarnos a las secuelas mentales de esta crisis", explica Grande.

Escenario sin precedentes

Los psiquiatras Andrea Fiorillo y Philip Gorwood reflexionan en la revista ‘European Psychiatry’ sobre el impacto psicológico sin precedentes de esta pandemia. Y es que no estamos ante un desastre natural, como un terremoto, porque ni ha ocurrido en un momento puntual ni podemos huir de la zona afectada. Tampoco estamos en un conflicto armado, porque entonces no estaríamos luchando contra un enemigo invisible que, por lo que parece, puede estar donde menos te lo esperas. La pandemia global de covid-19 crea la sensación de que existe un riesgo omnipresente. Y de que todos, en un momento u otro, podemos vernos afectados. Estamos ante una crisis con más incógnitas que certezas. Y es normal que nadie sepa muy cómo reaccionar y que en estos momentos nos invada una desazón generalizada.

No son pocas las guías diseñadas para hacer frente a esta angustia. A mediados de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un manifiesto con indicaciones específicas sobre salud mental para la población general, trabajadores sanitarios, cuidadores de niños, personas con enfermedades previas y población en aislamiento. El Consejo General de Psicología y el Ministerio de Sanidad han puesto en marcha un programa telefónico de atención psicológica. La Sociedad Española de Psiquiatría ha forjado una guía de intervención en salud mental durante el brote epidémico.

En un momento en que los consejos 'fast-food' sobre cómo manejar la ansiedad abundan en redes sociales, los profesionales piden acudir a fuentes fiables para cuidar la salud mental. "Necesitamos información veraz y científica para ayudar a las personas a superar estos momentos tan complicados. Puedes tener buena fe o buenas intenciones, pero si ves a alguien que lo está pasando mal no le aconsejes cualquier cosa; pídele que hable con un especialista", concluye Grande.Diagnóstico de la crisis

El psicólogo Sherman A. Lee, de la Universidad de Newport en Virginia, explica que la 'ansiedad por coronavirus' se define en cuatro dimensiones. La cognitiva, con pensamientos repetitivos y sesgos de procesamiento (como relacionar todo lo que ocurre con el virus). La conductual, con comportamientos compulsivos y actividades disfuncionales (como la imposibilidad de concentrarse). La emocional, que toma la forma de miedo, ansiedad y enojo. Y la fisiológica, con trastornos del sueño, angustia somática y la inmovilidad tónica (la sensación de estar paralizado por el miedo).