Era fácil, solo había que seguir unos pasos. Primero universidad, después máster y algún idioma extranjero. Era la receta de la felicidad para los millenials españoles, quienes tras la crisis de 2008 se convirtieron en la generación frustrada y a los que esta pandemia les confirma que seguirán viviendo en la precariedad.

El coronavirus deja en España más de 25.000 muertos, cerca de 220.000 diagnosticados y una previsiones económicas de una caída del 9,2% del Producto Interior Bruto y un paro del 17,2%, según datos del Gobierno, cuando el confinamiento se aproxima ya a los dos meses.

En medio de esta situación, la generación "más preparada de la historia" del país atravesará dos crisis en apenas década y media, cuando algunos empezaban a conseguir cierta estabilidad y otros sufrían los envites de un sistema económico virado a los servicios. "Se nos prometió que si seguías todos estos pasos ibas a tener la vida que querías y si la primera crisis significó romper con todo esto, la siguiente significa que no va a haber nunca una normalidad, siempre va a haber algo que te frene", cuenta Jorge Vañó.

Frustración y precariedad

La palabra precariedad se ha convertido en un mantra para esta generación, marcada por la frustración y un futuro siempre incierto.

Jorge tiene 33 años y en la crisis de 2008 acababa sus estudios de cine. Posteriormente estudió dos másteres y encontró un mercado laboral que no le ofrecía oportunidades. "Era un sector que se estaba desarrollando mucho, pero cuando llegó la crisis significó que no solo no ibas a tener trabajo, sino que era hacerlo en condiciones muy precarias", analizó.

Una precariedad que afecta a "casi todos los sectores laborales", declara a Efe el economista y analista social Guy Standing, que tras la crisis de 2008 acuñó el termino "precariado" y quien asegura que tras la pandemia el número de jóvenes que ingresen en esta condición se incrementará "muchísimo".

Adriana Aguado es médico y tiene 29 años. La crisis de 2008 le pilló estudiando: "Crecimos con la certeza de que si nos esforzábamos podríamos conseguir lo que quisiéramos y todo eso se rompió".

A apenas 15 días de que acabara su contrato de formación, esta sanitaria que ha estado en primera línea de la gestión sanitaria del coronavirus pide que al menos la atención primaria ofrezca contratos de calidad para que los pacientes no sufran las consecuencias de la precariedad. "Si antes de esta crisis encontrábamos trabajo con contratos de meses, semanas o incluso días, no me imagino cómo va a ser ahora", manifiesta.

Volver a empezar

Esta no es la primera crisis a la que se enfrenta esta generación y, según Standing, tampoco será la última: "Va a ser una crisis tras otra y cada vez mayores".

Es lo que prevé Jorge, quien está "en esa parte de la generación que había dejado un trabajo para intentar reorientar su vida laboral a algo que te realizara". "Volver a empezar siempre es frustrante; cuando lo haces sabiendo que de aquí a diez años va a pasar lo mismo, te planteas todo".

Algo que Gina Gisbert, también de 33 años, no sufrió en la misma medida porque decidió salirse de lo establecido.

Lleva 11 años viviendo en una pequeña aldea de Galicia (noroeste), trabajando algunos meses al año en negocios que aprovechan el paso de los peregrinos del Camino de Santiago. "En 2008 yo estaba aún estudiando y no me afectó tanto personal como socialmente", apunta.

Según rememora, "de pronto todo lo que estaba asegurado se tambaleó y ya no quedaban cosas seguras". "Me sirvió para plantearme un sistema con el que me sintiese más realizada", comparte.

Para Gina esta crisis "es una continuación de la de 2008" y una ruptura de la normalidad que le gustaría que sirviera "para que otras personas se replanteen su calidad y su forma de vida".

"No era mi plan venir aquí a vivir, buscaba alternativas, me apetecía vivir en contacto con la naturaleza, probé, me gustó y ahora mismo me genera una calidad de vida, del tiempo del que dispongo... me costaría mucho cambiar", subraya.

Marcados y unidos

Aunque aún es pronto para sacar conclusiones de cómo esta crisis afectará a los millenials, muchas voces coinciden en que "la precariedad va a afectar mucho más".

Es la opinión de Adriana, quien, pese a este análisis, conserva la esperanza de que una de las consecuencias de la crisis sea un aumento "de la conciencia de la colectividad": "No somos personas individuales, tenemos que aprender que no hay personas dependientes e independientes".

"Hemos aprendido que o nos ayudamos en comunidad y reforzamos esos lazos o no vamos a ninguna parte", zanja.

Un cambio de mentalidad que también afecta a los jóvenes para los que ésta sí será su primera crisis, como Inma Almagro, actriz de 25 años, quien tiene claro que es un momento de "mucha incertidumbre" en el que hay que "ayudarse los unos a los otros para seguir adelante", aunque también cree que va a haber "mucha disputa".

"Somos una generación muy preparada, pero va a haber una brecha entre los que tienen estudios superiores y los que no, porque al final podremos acceder a determinados puestos de trabajo en los que habrá más competencia y va a ser feroz, se va a crear una gran desigualdad", opina.

Y en esa dicotomía entre desastre y oportunidad, Standing afirma que el "cambio radical" para mejorar la sociedad está "más cerca que en 2008".

"Si la segunda generación de precariedad que tiene 20 años y la primera que tiene 30 se unen y demandan juntos, claramente hay una oportunidad, hay un deseo de no pasar tanto tiempo en trabajos que son solo trabajos y más tiempo cuidando a los nuestros, a la naturaleza...es la agenda del precariado, tenemos suficiente para compartir, queremos bajar el ritmo", matiza.