Aburridos, pero comprensivos con una situación sin precedentes. Los turistas que cada verano peregrinan a la Platja de Palma y a Magaluf seducidos por la promesa de una fiesta nocturna sin límites vivieron ayer su segunda noche de Ley Seca. Los dos puntos calientes del turismo etílico, separados por 32 kilómetros, se vertebran en torno a unas pocas calles en las que el Govern ha echado el candado. El miércoles cerró la calle de Punta Ballena, meca del desfase en Magaluf. Y en la Platja de Palma blindó las calles Miquel Pellisa y Bartomeu Salvà, popularmente conocidas como calle de la Cerveza y del Jamón.

Ayer el Ejecutivo extendió el cierre a otras dos arterias de Magaluf en las que hay locales que venden alcohol, la calle del General García Ruiz y la de Federico García, "para evitar que determinadas imágenes de excesos puedan trasladarse a calles contiguas".

Estas vías presentaban ayer una imagen insólita en julio. El contraste era mayor en Magaluf, donde un nutrido dispositivo de agentes de la Guardia Civil apostado al inicio de la calle Punta Ballena vigilaba que ninguno de los establecimientos ubicados en las calles prohibidas levantaran la barrera. "Estamos en un confinamiento, esperábamos algo así", afirmaron comprensivas un grupo de amigas procedentes hace dos días de Londres. Se dirigían a uno de los pocos restaurantes abiertos en la zona: "No estamos especialmente disgustadas. Vamos todos los días a la playa, tenemos sol y ya encontraremos la manera de divertirnos. Preferimos que las cosas se hagan bien hasta que vuelva la normalidad", indicaron.

Al filo de las diez, inspectores del ayuntamiento de Calvià inspeccionaron varios locales de la zona para comprobar si cumplían con las normas en materia de seguridad sanitaria. Poco tránsito de peatones y vehículos en la zona, y pocas mascarillas. "La situación es la que es, pero me sorprende porque estoy viendo a demasiada gente sin mascarilla. De donde soy los pubs están abiertos y tienes más libertad de movimiento, pero creo que se respeta más la mascarilla", indicó George, procedente de Southampton.

Este británico también se mostró comprensivo: "No estoy decepcionado con la situación, esperaba algo así. Cuando decidí viajar ya sabía que las cosas no son normales".

Este verano el paisaje iba a ser diferente porque el decreto contra el turismo de excesos aprobado en invierno desactivaba, en teoría, las promesas de fiesta hasta que el cuerpo aguante con las que los jóvenes británicos son tentados cada verano. Sin embargo, esta semana rebrotó la Punta Ballena de siempre en el peor momento: decenas de turistas en pleno desfase nocturno, pero esta vez en medio de una pandemia mundial. Las imágenes provocaron la drástica reacción del Govern.

Moritz y sus amigos pusieron la nota discordante en un Magaluf desconocido. "Vinimos hace unos años y no tiene nada que ver. Entendemos que todo esté cerrado por la situación, pero para ser sinceros es muy aburrido", opinó este germano que llegó ayer a Mallorca procedente de Berlín con un grupo de amigos. "Es nuestra primera noche aquí, ya veremos qué podemos hacer. Pero si el año que viene todo sigue cerrado, no volveremos", subrayó.

Inhóspita calle de la Cerveza

El cerco sobre el turismo de desfase, de momento provisional, se completa con otros vetos. Desaparecen los cubos gigantes de alcohol y las pajitas con las que los jóvenes bebían del mismo recipiente. Tampoco podrán sentarse en mesas con taburetes altos porque, considera el Govern, dificulta mantener la distancia de seguridad. Germanos y británicos encaramados a esos taburetes y cantando sus himnos favoritos eran una de las postales habituales del verano de la Platja de Palma y Magaluf.

La calle de la Cervezaestaba casi desierta a las 21:00 horas. Por allí solo transitaban Markus y sus amigos. Con paso lento y gesto de aburrimiento, no ocultaban su disgusto al comprobar que todos los locales permanecían cerrados. "No hay nada abierto, nada. Mallorca así no tiene atractivo", destacó este joven de Kaiserlauten.

Los germanos ya se habían alojado en Platja de Palma en otra ocasión. "No hay comparación, apenas hay opciones para divertirse. Si lo hubiésemos sabido no hubiésemos venido", zanjó.

En todo caso, los turistas en una y otra zona son escasos. La mayoría de hoteles permanecen cerrados y buena parte de la oferta complementaria no ha abierto porque los números siguen sin salir pese a que se acerca el ecuador de la temporada alta.

El discurso más beligerante contra el cierre decretado por el Govern procede de los restauradores y empresarios de ocio nocturno. Del restaurante San Siro, uno de los establecimientos clausurados muy próximo a la calle del Jamón, pendía una pancarta gigante en la que se podía leer " Iago, este cierre es una injusticia. No somos un biergarden", dedicada al conseller de Turismo, Iago Negueruela.

"Esto llevaba abierto desde hace 54 años y no habíamos cerrado nunca. Incluso cuando hemos hecho reformas teníamos el bar abierto. Pero ahora viene Negueruela y nos mete en el mismo paquete que los de la calle del Jamón, cuando yo no tengo nada que ver con ellos", señaló Tomeu Mestres, propietario del establecimiento. "Nosotros vivimos del cliente español. Vivimos trece familias viviendo de esto, que venga a explicarme por qué me ha cerrado", añadió.

El restaurante Mama Muu, ubicado a pocos metros, no ha tenido que cerrar, pero su propietario lamentó que va a perder a muchos clientes. "En general no me gusta que se restrinja ninguna libertad. Y es injusto que se cierre toda una calle por el comportamiento de unos irresponsables", afirmó Luis Menor.