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Sexta entrega

Ruta por la España perimetrada: Enfermos y ahogados sin saber por qué

El relato de la viuda de un doctor fallecido por covid-19 y la tensión de pacientes contra médicos resumen la pandemia en Andalucía

Ruta por la España perimetrada (6): Enfermos y ahogados sin saber por qué. Fotos y vídeo: José Luis Roca

Pedro apenas podía respirar cuando habló por última vez con su esposa. Acostado en una cama de la UCI, con una saturación de oxígeno de solo 88, ahogándole la disnea del covid, le dijo a Gioconda: "Me siento como nadando en profundidad, en un mar profundo, lejos de la orilla. Nado por ti y por los niños". Al poco le intubaron.

El pasado 29 de abril falleció en el Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda el doctor Pedro Francisco de Borja Marín Esquirol, neurocirujano venezolano hijo de padre andaluz y madre catalana. En su consultorio de Villanueva del Arzobispo, a su viuda, la doctora de atención primaria Gioconda Elena Terán, sus ojos negros se le llenan de lágrimas cuando lo recuerda. Pedro tenía 47 años, dos hijos, Pedro y Nohelia, y mucha nostalgia por el país que tuvo que dejar. No sufría ninguna patología previa. El virus lo mató con una inflamación masiva tras 46 días de pelea.

La doctora Gioconda Terán, viuda del doctor Pedro Francisco Marín, a la puerta de su consultorio en Villanueva del Arzobispo (Jaén). José Luis Roca

El doctor Marín fue el primer médico que la pandemia ha devorado en Andalucía. Y se lo llevó en uno de los ejes geográficos, Jaén - Linares - Úbeda - Baeza, donde el virus ha rebrotado con más fuerza en esta segunda ola. El eje tiene una incidencia media de 1.019 casos por 100.000, en una provincia del límite perimetral andaluz en la que, con una media de 531 casos por 100.000, 62 de sus 97 municipios presentan ya "riesgo muy alto". A Jaén ya solo le queda una aldea, Carboneros, al borde de la autovía A4, que no ha registrado ningún contagio desde que empezó esta calamidad.

Entrega en el área de urgencias

"A Pedro no le dio tiempo a saber mucho del covid. Él lo vivió como un proceso imprevisto, y le contrariaba no saber qué pasaba. Entonces no conocíamos bien a este virus", recuerda a la puerta del hospital el doctor Juan Martín Coscolla, compañero del fallecido. "Pedro tuvo la mala suerte de ser el primero en demostrarnos lo mal que se pasa con esta enfermedad", sentencia.

Para la profesión médica de esta parte de la España perimetrada, aquella muerte es un hito. Pedro Marín trabajaba en Urgencias. A las dos de la mañana del jueves 12 de marzo llegó una mujer con un ictus. "Por tener la especialidad en Neurocirugía, fue Pedro el que se hizo cargo -recuerda Gioconda-. Y la atendió sin protegerse, porque entonces los protocolos sabían poco, solo nos tapábamos ante enfermos pulmonares, no ante un infarto cerebral".

La enferma murió al día siguiente en el Hospital de Jaén. Su cuerpo dio positivo en covid. El sábado, cuando llamaron al doctor Marín para avisarle, él ya se encontraba mal. "Pero me dijo: 'debo ser yo, que lo estoy somatizando'", cuenta su viuda. El lunes empeoró. "Estaba ful de síntomas", recuerda ella. Pedro se había aislado en una habitación y trataba de leer todo lo que pudiera sobre el covid. El 23 de abril hubo que ingresarlo. Seis días después falleció. "Era muy bueno, muy bueno", dice Gioconda mientras repasa las fotos de su esposo en el móvil.

Ira en los consultorios

El doctor Marín "pasó al otro plano", como dice su viuda, sin ver el actual momento de degradación de la pandemia, el de la tensa relación de los pacientes con los médicos, de la que la estremecida provincia de Jaén es un caso: ha habido insultos e incluso agresiones en los consultorios de Linares, Torredonjimeno, Villacarrillo, Villanueva...

En Torredonjimeno recientemente se declaró un brote, y un numeroso grupo de vecinos sospechosos de contagio se presentó en el centro de salud. No había más que un médico y un enfermero para atender. "Cundió el pánico, la gente empezó a gritar y a insultar, hubo que llamar a la Policía", relata en su despacho de Jaén el doctor Enrique Vilar, presidente del Sindicato Médico provincial.

Una calle del centro histórico de Úbeda. José Luis Roca

"Cuando un facultativo se da de baja y debe aislarse, se le acumulan sus pacientes a otros compañeros -añade Vilar-. Ahora mismo no hay personal médico suficiente para atender la pandemia. Y la gente tiene ansiedad. Es un círculo vicioso en el que los pacientes sufren y los médicos sufrimos".

Pacientes contra médicos, y médicos contra pacientes. Ya no hay aplausos en los balcones. El hospital San Juan de la Cruz no está exento de tensión. El 20 de octubre se coló el covid en Cirugía, y 14 enfermos salieron del quirófano con el virus dentro. Los familiares han estado culpando a los médicos; y los médicos creen que fue un familiar de visita el que trajo el covid.

"Es muy difícil evitar esto, que también pasa en otros hospitales de España -matiza Juan Martín-, porque es muy complicado detectar a los asintomáticos".

En Villanueva, donde dos hombres descontentos la han liado hace poco en el consultorio convencidos de que no se les quería atender, la viuda Gioconda Terán no entiende la imprudencia de los parroquianos sin mascarilla en los bares: "Cuando lo veo siento impotencia, rabia, mucha frustración".

 Interminables olivares en la ruta de Jaén.

Interminables olivares en la ruta de Jaén. José Luis Roca

Esperanza verde

Salud y economía entre olivos. En una nave de Baeza, hombres y máquinas se preparan para la inminente recogida de la aceituna, la primera madrugada que deje de llover. Dos agricultores charlan junto al tractor que acaban de aparcar. "No hay más remedio que salir. Y se sale. Pero los jóvenes pueden contagiarte sin que tú hayas ido a ningún sitio. No respetan a los mayores", se queja uno de ellos.

En días de gran tribulación, los aceituneros de Jaén esperan que, al menos, no venga mal año para el aceite. En la Sociedad Cooperativa La Unión, fundada en 1930, el maestro aceitero David Muro a sus 39 años ya ha visto unas cuantas cosechas. Ante las tolvas, las cubas y las fauces abiertas de las trituradoras que esperan la primera aceituna, Muro explica: "No hay buena campaña en Túnez, Grecia, ni otros países del Mediterráneo. El precio del aceite repuntará".

El aceite es un líquido muy estable: con la pandemia cerrando España, "descendió su consumo en los restaurantes, pero ha crecido el de los hogares", explica Muro.

 David Muro, maestro aceitero de la Cooperativa La Unión de Úbeda.

David Muro, maestro aceitero de la Cooperativa La Unión de Úbeda. José Luis Roca

Taconeo en cuadros de metro y pico

Hay hombres y mujeres empeñados en que la vida siga, pese a las desgracias. En la Escuela Municipal de Danza Conchita Álamos de Úbeda, por la tarde unas alumnas con trajes negros taconean un airecito flamenco rigurosamente confinadas en cuadrados de metro y pico cuyas fronteras fija en el suelo una cinta adhesiva amarilla y negra.

Bailan en una digna instalación pagada con los impuestos de los vecinos de esta próspera agrociudad. Pero el valor del aceite ha pasado un año por los suelos, y esa precariedad sacó a los olivareros a las carreteras a protestar antes de la pandemia.

 Clase en la Escuela Municipal de Danza Conchita Álamos de Úbeda.

Clase en la Escuela Municipal de Danza Conchita Álamos de Úbeda. José Luis Roca

En la puerta de la oficina del SEPES de Úbeda, en la calle que lleva al cementerio, varado en la pared como un pecio de ese naufragio espera a renovar su paro el jornalero Juan Ramón Ruiz. Antes de la epidemia era encofrador, pero el parón económico le ha echado a los campos, donde ha estado "chuponeando" mil olivos con un hacha pequeña. Cortar pequeñas ramitas, o chupones, es lo último en que ha podido emplearse. En el pecho tiene una cicatriz que le llega casi al ombligo, de una vieja operación "a corazón abierto", cuenta. Pero pese a ser cardiópata superviviente está dispuesto a varear siete horas al día.

Es que no le basta con la pensión que recibe. "Cuatrocientos noventa y nueve euros son una mierda. ¿Quién vive con eso?", se lamenta Juan Ramón. "Hay mucha necesidad, gente que pasa hambre en Linares". Él tiene su pensión, el jornal intermitente, y la ayuda de una hija que cuida ancianos.

Juan Ramón es de Canena, "un pueblo con muchos billetes, y buenos coches", explica. Son lujos de antes de la pandemia. Lleva una mascarilla quirúrgica ya muy usada, con pelotillas del roce. No le importa demasiado la precaución; la lleva porque le obligan. "Los médicos dicen muchas tonterías", opina con expresión llena de ira.

Otra vez gentes en guerra con las normas anticovid, como cuando, 700 kilómetros al norte, salían a quemar contenedores de basura. Estertores de angustia, como si este país nadara en un mar profundo. Ya van 1.259.366 casos contados. La segunda ola está en fase de embolia social, como si el coronavirus hubiera atorado no solo los pulmones, también una parte del encéfalo español.

Lo suscribe Gioconda Terán, y advierte: "No me canso de aconsejar las medidas de higiene, aunque no quieran escucharme". El pánico y la ira ocasional de los consultorios es "un círculo vicioso", dice el doctor Vilar, la escena del pueblo contra sus médicos, el peor final de una pandemia, lo más triste que se ha podido contar en esta ruta por la España perimetrada.

Última etapa de la ruta por la España perimetrada. Los nervios y la ira contra los médicos y el estado de alarma en la provincia de Jaén.  José Luis Roca

Última etapa de la ruta por la España perimetrada. Los nervios y la ira contra los médicos y el estado de alarma en la provincia de Jaén. José Luis Roca

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