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La industria del ataúd crece mientras llora la pandemia: “Ojalá pase, no es agradable”

El sector funerario es consciente también de que, cuando la curva se dispara, a medio plazo habrá más muertes. Desde el inicio de la pandemia, la industria constata un repunte de la demanda, lo que no implica un aumento de la producción

Nueve fábricas de ataúdes dan empleo a más de medio centenar de personas en Piñor.

En Piñor, en el extremo septentrional de Ourense, la vida tiende al envejecimiento, con una edad media por encima de los 56 años. La muerte constituye la industria principal de este territorio rural, donde es frecuente que, como ayer, el paso de un rebaño de vacas atravesando la calzada obligue a aminorar la marcha y a aguardar.

Los ritmos de los días pueden modificarse mientras que los fallecimientos, en cambio, son inexorables. Piñor tiene 1.183 habitantes empadronados en sus casi 53 kilómetros cuadrados.

Nueve fábricas de ataúdes dan empleo a más de medio centenar de personas. Al igual que en las unidades de hospitalización y cuidados críticos saben que unas semanas después del estallido de los nuevos contagios aumentarán los ingresos y las intubaciones, el sector funerario es consciente también de que, cuando la curva se dispara, a medio plazo habrá más muertes. Desde el inicio de la pandemia, la industria constata un repunte de la demanda, lo que no implica un aumento de la producción.

Aumenta la exportación a Portugal, país golpeado en esta tercera ola

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Algunas de las empresas notan un aumento de los pedidos en los momentos de pico, en esa línea de hoja de sierra que dibujan las sucesivas olas de coronavirus. La sensación no es de satisfacción por que el negocio marche en un contexto socioeconómico frágil. Es decir, no es inhumana. La concienciación manda.

Tenemos padres, seres queridos, familiares y amigos; también vivimos confinados y trabajamos con precauciones e incomodidad para minimizar el riesgo de contagio, y además nos guía la prudencia. Somos conscientes de la realidad. Ojalá que haya pronto vacunas para todos y que esto pase. Tenemos las mismas ganas de superar la pandemia que cualquiera”, subraya Víctor Gallego, de 48 años.

Piñor tiene 1.183 vecinos, con una edad media de 56 años. CASANOVA

Él y sus hermanos Eduardo y Manuel regentan una de las empresas más punteras del sector a nivel nacional, Ataúdes Gallego, fundada por el padre, José, en 1975, y gestionada por lo hijos en esta segunda generación. En la provincia de Ourense han fallecido 372 personas por COVID desde la irrupción de la pandemia, en marzo de 2020. La cifra de víctimas mortales en toda Galicia es de 1.910 y en España, 68.813 (dato difundido ayer).

Piñor, con 1.183 vecinos, tiene 9 fábricas de cajas mortuorias que emplean a medio centenar de personas

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El fortísimo impacto del COVID en Portugal, ya desde finales del año pasado, se ha traducido en un incremento de las exportación de cajas mortuorias al país vecino. “Nosotros trabajamos principalmente bajo pedido, por stock, para satisfacer la demanda de los clientes habituales. Estamos ampliando la cartera de negocio en todos los mercados, también en Portugal, manteniendo la misma plantilla, el mismo flujo de trabajo y un turno”, confirma Gallego. En la planta los empleados adoptan medidas de distancia, higiene y protección contra el contagio, con “burbujas de trabajo”, para que si hay algún caso positivo no se produzca un brote, que obligaría a paralizar la actividad por completo.

En esta empresa, que gestiona todo el proceso, desde la importación de madera hasta la distribución del ataúd terminado, trabajan una veintena de personas. La exportación es el principal destino, con ventas a países de Latinoamérica como Chile, Perú o México.

“Esta situación no es agradable para nadie, tampoco en el sector funerario. Todos estamos sensibles. A nivel humano lo llevamos igual que cualquiera."

Víctor Gallego

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El sector ha impulsado en Galicia una marca identificadora a través de la asociación Ataugal, un sello gallego que la Xunta apoya.

Piñor tiene 9 fábricas de cajas mortuorias y ve aumentado su producción y la exportación a Portugal, pero sufre ante la subida de las muertes: "Ojalá pase, no es agradable". FERNANDO CASANOVA

La industria en Piñor es tan importante que hasta el alcalde tiene una empresa con su nombre, José Luis González, gestionada por su hijo Yago. “Para los que estamos en este sector es un trabajo más, no pensamos en la muerte. Mi padre tiene 87 años y no estoy con el miedo a que le pueda pasar algo”. La fábrica comenzó su actividad hace casi 70 años, en 1953, tiene una producción mensual de unas 400 cajas y ha ampliado plantilla, de 4 trabajadores a 5 en la actualidad, y otro más en breve.

“Si estamos vivos en el mercado es por la calidad del producto. Además, el producto importado foráneo subió considerablemente y el mercado asiático también los incrementó”

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“Volvemos a estar casi como al principio, la demanda de ataúdes vuelve a ser bastante grande”, introduce el regidor. “Se estabilizó un poco en el verano, porque el número de fallecidos suele disminuir en esa época, también por otro tipo de enfermedades. Otros años la cifra era mucho más lineal, salvo entre junio y septiembre, y ahora en la pandemia va por picos. Calculo que, a partir de dentro de un mes, las cifras de fallecimientos caerán”, dice González.

Un aplauso en las despedidas

Los profesionales del sector funerario son unos de los testigos en primera línea de la pérdida y el dolor que causa el COVID. “Hay trabajadores de funerarias que muestran su cariño hacia la familia, en un momento tan duro, con un aplauso para despedir al difunto. Son momentos en los que no se puede dar ni un abrazo y esas actitudes, que van más allá del servicio profesional, son dignas de elogio. Es un desahogo para el ser querido y creo que hay que poner en valor a estos profesionales. Te lo cuentan y emociona”, alaba Víctor Gallego.


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