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Un año aguantando los "coronacambios"

¿Cómo hemos modificado nuestros hábitos por la pandemia? Distintas voces nos explican su situación

Un aula para seguir las clases online de la Universidad, en una de las medidas que preparó el Campus por la pandemia.

A los significados de la palabra pandemia se ha adscrito la incertidumbre, aunque el diccionario de la RAE no lo incluya. La incerteza respecto a lo que ocurrirá en el futuro más inmediato, por no decir el presente, ha tomado el timón de la nave de muchos ciudadanos en el último año de nuestra vida. Un joven que acaba de quedar en paro, dos doctoras que viven día a día la lucha contra el coronavirus sobreponiéndose a las pérdidas de pacientes o un muchacho que siente que se le está escapando la adolescencia nos relatan cómo nos han mudado estos doce meses de epidemia global. También hablan de la metamorfosis una profesora que saltó a la tele enseñanza para sentir en sus adentros las desigualdades sociales de sus alumnos y un hostelero con su restaurante cerrado a comensales.

“Pensaba que estaba perdiendo parte de mi adolescencia por el COVID”

Hugo Fernández - Estudiante

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Con 16 años de edad y cursando cuarto de la ESO en el IES San Simón de Redondela, a Hugo Fernández Pinho le gusta salir todos los días del verano. Durante el pasado estío, las restricciones le truncaron este deseo. “Sentía pena porque pensaba que estaba perdiendo parte de mi adolescencia por el covid-19 y que no la iba a aprovechar porque no se sabía cuánto iba a durar”, recuerda este joven que también lamenta que el coronavirus haya cerrado puertas para “ligar”.

“Hubo alumnos de los que nunca más supe nada después del confinamiento”

Mercedes Queixas - Exprofesora

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En el lado del profesorado, son conscientes de cómo les ha cambiado la vida a sus alumnos, algunos más que a otros, la epidemia. Mercedes Queixas, que durante el confinamiento pasado daba clases de Lengua y Literatura Española en el IES A Sardiñeira de A Coruña recuerda esa fase como “un tiempo muy duro” a pesar de llevar 25 años en activo. “Me sentía como si no supiese hacer mi trabajo”, reflexiona.

Para Queixas, la pandemia rompió las “costuras” de una sociedad, al poner “en evidencia” las grietas de la misma. “Lo llevé con angustia hasta el final de curso. El coronavirus destapó una mentira, que los chavales tengan móvil no significa que tengan autonomía digital. Muchos no sabían enviar un mail en forma; no había rutinas, no había base”, recuerda.

“Nunca me olvidaré del periodo entre marzo y junio y de todas las caras y nombres propios que perdí en el camino, de los que algunos nunca volvía a saber por mucho que desde el instituto se hizo todo los posible para localizarlos, pare dejarles equipos portátiles, hacer seguimiento... La escuela crea rutinas, horarios, compromisos, unos ritmos. En el momento en que desapareció, despareció la vida de muchos niños y niñas y de muchas familias. Eso fue lo más doloroso" , rememora.

Esta profesora subraya que el sistema no estaba preparado para la tele enseñanza: “Trabajábamos con tecnología pero no a este nivel. Teníamos la sensación de que teníamos que buscar nosotros la solución. No teníamos las herramientas adecuadas, ni tampoco la Xunta ni las familias".

Otro sector cuyos trabajadores han tenido que darlo todo o incluso más en esta pandemia ha sido el sanitario. En la primera línea tratando a enfermos COVID han estado y siguen las doctoras Judith Álvarez y Loreto Vidal, ambas del Hospital Povisa de Vigo.

Álvarez recuerda la “inquietud” por la incertidumbre de cómo se afrontarían aquí los primeros casos y si el sistema sanitario colapsaría; pero pronto surgió otra inquietud: cómo afrontar la ausencia de familiares a pie de cama de los enfermos de COVID-19.

“En la primera ola y en esta, aún no me he quitado la sensación de soledad y aislamiento que para los enfermos es terrible. La enfermedad es dura pero si estás acompañado de tu familia es más llevadera. En este caso fue y es imposible porque las plantas de COVID son de aislamiento y a mí se me sigue haciendo duro eso”, lamenta.

La pandemia también ha afectado en la recta final. Al principio, todos los enfermos partían de este mundo sin la despedida presencial de sus familiares. “Aquí, desde muy pronto, a los pacientes que estaban muy graves, permitimos a las familias venir a despedirse porque nos parecía que había que darles esa oportunidad”, añade Vidal.

Esta joven doctora reconoce que “se llora mucho” al perder a los pacientes pero “es una cuestión de intentar estar estable emocionalmente. Hay que tener mucho temple. Es imposible ser frío, entendiendo que es parte de la profesión y que puedes aportar mucho en los momentos finales de la vida de la gente”.

“Conlleva trabajar más, un esfuerzo físico y emocional muy grande”

Loreto Vidal - Anestesióloga

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Su compañera de hospital Loreto Vidal, anestesióloga, reconoce que “siempre es muy duro ver a alguien marchar”.

“La pandemia –prosigue– nos trajo dos cosas. Mucha gente se enfermó de forma crítica. Teníamos que dormir a los pacientes y no sabíamos si sobrevivirían. Había pacientes a los que no les tocaba (morir) por sus patologías basales...”. “Es un sentimiento moral, en cierta medida. Nosotros hacemos lo que podemos, estamos a su lado”, reflexiona.

La segunda consecuencia de la pandemia fue el incremento de la “angustia” al ver que otros enfermos, sin COVID, ralentizaban sus tiempos de espera para consultas u operaciones.

Por ello, “en esta segunda y tercera olas, no paramos. Todos estábamos concienciados de que había que intentar seguir operando a pacientes oncológicos o crónicos con sufrimiento. Esto conlleva trabajar más, supone un esfuerzo físico y emocional muy grande”, confiesa Vidal.

Loreto Vidal aclara, no obstante, que hay colectivos profesionales en una situación peor, a su juicio, y cita al sector de la hostelería con negocios cerrados sin ingresos que llevar a casa muchos propietarios o empleados a final de mes.

“El ERTE es una ayuda pero no es suficiente; hay muchos gastos”

Pepe Solla - Chef

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El chef Pepe Solla, de Casa Solla, explicaba esta semana que las limitaciones de su área sanitaria solo les permitía abrir la terraza al 50% sin atender en el interior. “Nos es imposible hacer un menú gastronómico en estos tiempos para una terraza. Aún estamos cerrados, pendientes de que mejore”, explica.

Solla reconoce que cuando cerró en noviembre, pensaba que podría abrir en diciembre. “Lo pensaba todo el mundo. Pero somos conscientes de que se ha complicado la situación con más casos y fallecimientos que en la primera ola. La hostelería es clave en los cierres porque provoca mucha movilidad”, señala.

No obstante, el cierre ha sido tan prolongado que está poniendo en una situación difícil a la empresa. “El ERTE es una ayuda pero no es suficiente. Hay muchos gastos. En los últimos doce meses, estuvimos cerrados ocho meses generando gastos y no ingresos. Tras un año: hemos tenido que abonar una parte de la Seguridad Social de los salarios, porque la bonificación del ERTE no cubre al 100%. Así, poco a poco, la situación es muy complicada para todas las empresas”, detalla.

Solla detalla que su plantilla está toda en ERTE menos dos que cocinar para el delivery (entregas): “Lo hacemos para mantenernos activos y que las máquinas sigan funcionando porque después de varios meses paradas puedes encontrarte con problemas. Pero el delivery lo hacemos más por eso que por una cuestión de rentabilidad económica”.

“Si antes era difícil encontrar un empleo, ahora con la pandemia lo es mucho más”

Álvaro - Desempleado

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Pero la difícil situación también afecta a empleados de otros sectores. Álvaro (nombre ficticio para salvaguardar su intimidad) fue despedido en enero de su trabajo como ingeniero en Goycar. “Teníamos algún conflicto laboral con la empresa y esto se unió a la pandemia. Respetaron los seis meses del ERTE para despedirme a mí y a un compañero”, por lo que decidió recurrir judicialmente su despido a través del sindicato CUT.

El joven describe que realizaba funciones por encima de su categoría profesional ya que es ingeniero pero estaba contratado como auxiliar, varias categorías inferiores de la que le correspondería.

“Si antes ya era difícil encontrar un empleo, ahora mucho más. Ahora se levantaron las restricciones pero para poder ir a entrevistas de trabajo es más complejo. También hay menos oferta”. “Me puedo permitir estar tranquilo porque no estoy en una situación precaria de momento, aunque comprendo que sea desesperada para mucha gente si tiene hijos. Hay un sentimiento de indefensión con esta pandemia”, concluye.

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