En un artículo en Science, dos científicos del clima afirman que la idea de plantar árboles como sustituto de la reducción directa de las emisiones de gases de efecto invernadero podría ser una quimera.

Algunos activistas del clima abogan por campañas de plantación de árboles a gran escala en los bosques de todo el mundo para absorber el dióxido de carbono que atrapa el calor y ayudar a frenar el cambio climático. "No podemos plantar para salir de la crisis climática", afirma David Breshears, de la Universidad de Arizona, uno de los principales expertos en la mortalidad de los árboles y la muerte de los bosques en el Oeste de EEUU. Su coautor es Jonathan Overpeck, decano de la Escuela de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Michigan y experto en paleoclima e interacciones clima-vegetación.

Según los investigadores, en lugar de malgastar el dinero plantando muchos árboles de una forma que está destinada a fracasar, tiene más sentido centrarse en mantener sanos los bosques existentes para que sigan actuando como "sumideros" de carbono, eliminando el carbono de la atmósfera mediante la fotosíntesis y almacenándolo en los árboles y el suelo. Al mismo tiempo, hay que reducir las emisiones al máximo y lo más rápidamente posible.

Overpeck y Breshears afirman que esperan que el papel de los bosques del mundo --y, en concreto, la urgente necesidad de proteger los bosques existentes y mantenerlos intactos-- se debata a fondo cuando los líderes mundiales de la acción climática se reúnan en la conferencia sobre el cambio climático COP26 que se celebrará en Glasgow el próximo mes de noviembre.

"Los responsables políticos deben habilitar nuevos mecanismos científicos, políticos y financieros optimizados para el cambio de perturbación y vegetación que es imparable, y también para garantizar que los árboles y bosques que deseamos plantar o conservar por el carbono que secuestran sobrevivan frente al cambio climático y otras amenazas humanas", escriben Overpeck y Breshears.

"Si no logramos superar este reto --prosiguen--, se perderán en la atmósfera grandes reservas terrestres de carbono, lo que acelerará el cambio climático y los impactos sobre la vegetación que amenazan muchos más servicios de los ecosistemas de los que dependen los seres humanos". Mantener los bosques sanos exigirá un nuevo enfoque de la gestión forestal, que Overpeck y Breshears denominan gestión para el cambio. Como primer paso, los responsables políticos y los gestores del territorio deben reconocer que es inevitable que se produzcan nuevos cambios a gran escala en la vegetación.

El cambio climático se ha visto implicado en los incendios forestales que han batido récords en el oeste de Estados Unidos, Australia y otros lugares, así como en las extensas extinciones de árboles que se deben en gran medida a los extremos climáticos más cálidos y secos. Según Overpeck y Breshears, se espera que estas inquietantes tendencias se aceleren con el calentamiento del clima.

"Incluso en un mundo en el que el cambio climático se detenga pronto, el aumento de la temperatura global alcanzará probablemente entre 1,5 y 2 C por encima de los niveles preindustriales, con todas las olas de calor extremas asociadas que ello conlleva, y por tanto la vegetación global se enfrentará hasta al doble del cambio climático ya experimentado", escriben. Al mismo tiempo, la deforestación sigue aumentando en todo el mundo y es especialmente perjudicial en los bosques tropicales, que albergan grandes cantidades de biodiversidad y carbono secuestrado.

Según Overpeck y Breshears, el siguiente paso hacia un nuevo paradigma de gestión para el cambio es gestionar los bosques de forma proactiva para los cambios de vegetación que pueden preverse, en lugar de intentar mantener los bosques tal y como estaban en el siglo XX. Gestionar para el cambio significa, por ejemplo, un aclareo más agresivo de los bosques para reducir la acumulación de combustibles que avivan los incendios forestales masivos. También significa sustituir selectivamente algunos árboles --después de un incendio forestal, por ejemplo-- que ya no están en zonas climáticas óptimas por nuevas especies que prosperen ahora y en las próximas décadas.

 Según los investigadores, estas actividades, cuando sean necesarias, aumentarán inevitablemente los costes de la gestión forestal. Pero esos costes deberían considerarse una inversión prudente, que ayuda a preservar un servicio infravalorado que los bosques prestan a la humanidad de forma gratuita: el almacenamiento de carbono, también conocido como secuestro de carbono.

   Los bosques ya se gestionan para preservar los recursos naturales y los servicios ecosistémicos que proporcionan. Además de suministrar madera, leña, fibra y otros productos, los bosques limpian el aire, filtran el agua y ayudan a controlar la erosión y las inundaciones. Preservan la biodiversidad y promueven la formación del suelo y el ciclo de los nutrientes, al tiempo que ofrecen oportunidades de recreo como el senderismo, la acampada, la pesca y la caza.

   El secuestro de carbono debería ocupar un lugar destacado en la lista de servicios inestimables que prestan los bosques, y los esfuerzos para preservar y mejorar esta función vital deberían financiarse en consecuencia, afirman Overpeck y Breshears.

   Por ejemplo, existe una gran oportunidad de mejorar la capacidad de los bosques para almacenar carbono mediante un mayor uso del biocarbón, una forma de carbón vegetal que se produce al exponer la materia orgánica de desecho --como las astillas de madera, los residuos de las cosechas o el estiércol-- al calor en un entorno con poco oxígeno. Las grandes cantidades de madera generadas durante los proyectos de clareo de bosques podrían convertirse en biocarbón, y luego añadirse a los suelos forestales para mejorar su salud y aumentar la cantidad de carbono que se almacena, afirma Overpeck.

   "El clareo de los bosques, la conversión de la madera extraída en biocarbón y el enterramiento del biocarbón en los suelos forestales es una forma de aportar nuevos puestos de trabajo a las zonas rurales boscosas, al tiempo que permite a los bosques desempeñar un papel más importante en la eliminación del carbono de la atmósfera y, por tanto, en la lucha contra el cambio climático --afirma--. La gestión del carbono forestal podría ser una bendición para las zonas rurales que necesitan nuevos motores económicos".

   A largo plazo, es probable que estos proyectos beneficien a los bosques y aumenten su capacidad de almacenar carbono mucho más que las campañas de plantación masiva de árboles realizadas sin estrategias de gestión adecuadas, según Overpeck y Breshears.

   "La plantación de árboles es muy atractiva para algunos activistas del clima porque es fácil y no es tan cara --apunta Breshears--. Pero es como achicar agua con un gran agujero en el cubo: Aunque añadir más árboles puede ayudar a frenar el calentamiento en curso, al mismo tiempo estamos perdiendo árboles debido a ese calentamiento en curso".