Una de las inquietudes principales de las madres y padres que acuden a mi consulta son los problemas de comportamiento en sus hijos. Desobediencia, desafío o agresividad son algunas de las cuestiones que más preocupan a los padres, que ven cómo el problema afecta negativamente no solo al niño sino también al clima familiar en casa. Estas situaciones suelen derivar en elevados niveles de estrés en los progenitores, así como sentimientos de culpa referidos al comportamiento del niño. «¿Será así porque no lo he educado bien?». «¿He sido una mala madre?». Estos sentimientos suelen ser faltos de razón y de utilidad. De razón en el sentido de que lo más habitual es que haya otros hermanitos en casa que no tienen ningún problema de conducta y que han sido criados de la misma manera, por lo que si fuese así ambos se portarían igual. De utilidad en el sentido de que el sentimiento de culpa no hace sino entorpecer o empeorar las relaciones entre el niño y sus padres y sobre todo la capacidad de manejar ciertos comportamientos y redirigirlos a otros más positivos.

En este sentido, el juego es una excelente herramienta para reforzar ese vínculo que a veces se ha deteriorado por los constantes problemas de conducta en casa. Y por otro lado, las situaciones de juego pueden ser útiles para practicar diferentes estrategias de modificación de la conducta como el elogio, el refuerzo positivo, las órdenes o la atención positiva al niño. De hecho, en los casos de niños y niñas de 2 a 7 años utilizo en mi consulta sesiones de juego en las que observo cómo interaccionan padres e hijos, una excelente manera que me permite entender el problema e identificar qué conductas podrían realizar los padres de otra manera para mejorar el comportamiento de su hijo.

Os recomiendo que hagáis un hueco en vuestro día a día y establezcáis un tiempo especial de juego de unos 15-20 minutos, al menos 3 días por semana. Ese va a ser un momento en el cual favoreceremos intercambios positivos entre vosotros a través de un elemento divertido como es el juego, y a su vez podremos utilizar situaciones que se generan durante el juego para aplicar estrategias de reforzar conductas positivas y también de corrección de las negativas. Aquí van algunos consejos:

1. No todos los juegos valen. Elige una actividad que no tenga normas sino más bien que sean desestructuradas como hacer un puzzle, pintar, hacer manualidades o realizar juego simbólico con muñecos.

2. No critiques, no ordenes, no corrijas. Que la actividad no tenga normas ayuda a que no caigamos en la tentación de dirigir la acción de nuestro hijo. Evitemos comentarios correctivos hacia su manera de jugar aunque no nos guste o aunque no esté utilizando los métodos que nosotros esperamos.

3. Presta atención a su buen comportamiento. Elogia cualquier acción adecuada del niño durante el juego como poner correctamente una pieza, pintar una parte del dibujo o colocar un cubo. Utiliza refuerzos verbales («lo has pintado genial», «qué bien, esa era la pieza») como físicos a través de caricias, gestos y abrazos.

4. Muestra entusiasmo. Deja tu móvil aparcado durante ese momento y muéstrale de manera explícita que te lo estás pasando bien jugando y que estás feliz compartiendo esos momentos con él/ella.

Estos sencillos pasos abonarán el terreno para poder desarrollar luego diferentes estrategias de disciplina para redirigir los comportamientos inadecuados de nuestros hijos. Pero esto nunca será posible si primero no recuperamos el vínculo con ellos, un vínculo que siempre debería ser lo último que debería perderse entre unos padres y sus hijos.

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