La mayoría de casos que atiendo en mi consulta de psicología son adolescentes y sus familias. Esto no es de extrañar puesto que la adolescencia es un período crítico de cambios que pueden impactar de manera negativa tanto en el adolescente como en su familia. Inicio de consumo de sustancias, desmotivación escolar, conflictos familiares y desobediencia y el desarrollo de problemas emocionales son algunos de los problemas más frecuentes en esta etapa. En otros casos, lo que se atiende sin embargo es la evolución de un problema que se lleva arrastrando desde niño y que en esta edad «explota» hasta suponer un grave problema.

Lo habitual en estos casos es que sean las familias las que detecten la necesidad de ayuda y planteen acudir a un psicólogo. En muchos casos, los adolescentes no reconocen la presencia de dificultades o se resisten a expresarlo abiertamente (esto también es una característica de la adolescencia). Además, el acudir a un psicólogo siempre es un paso complicado por lo que supone hablar con un desconocido sobre aquello que me preocupa o me genera malestar. Por tanto, el primer reto que tenemos con un adolescente es conseguir ayudarle aunque no sea él el que ha pedido la ayuda.

Desde mi experiencia, puedo decir que incluso con el adolescente más negativista podemos conseguir que acuda a la primera consulta con el psicólogo. Como padres, tenemos el control de muchas cuestiones que para nuestro hijo son importantes y aunque a veces se tambalee conservamos la autoridad como para plantear la asistencia a la cita. Una vez allí, es cuando como psicólogo despliego todos los recursos de los que dispongo para conseguir el objetivo principal de una primera cita con un adolescente: que quiera volver a una segunda.

Para ello, lo primero es darle al adolescente el protagonismo que merece en este primer contacto. Si ya ha costado convencerle para que acuda, imaginaos qué efecto podría tener dejarlo en la sala de espera durante una hora mientras conversamos con sus padres… Así pues, tras un primer encuentro con todas las partes a la vez, suelo «invitar» a los padres a que abandonen la sala para quedarme a solas con el adolescente.

Antes de entrar a hablar abiertamente del por qué está aquí, se recomienda entablar una conversación informal sobre algún detalle que pueda resultar positivo: algo relacionado con su vestimenta, con su estilo o con algo que haya surgido en el encuentro con toda la familia. Esto hará que el adolescente «baje la guardia» y se abra un poco más. Después, es importante explicarle el acuerdo de confidencialidad, que implica que puede estar tranquilo para hablar y plantear cualquier cuestión que para él sea importante sin miedo a que luego se lo cuente a sus padres.

Tras esto, es crucial remarcar el papel del psicólogo como un «solucionador de problemas» que pretende mejorar la situación de la familia, no del adolescente. Suelo explicar que, a diferencia de un taller de coches, yo no voy a arreglar nada en el adolescente, sino que voy a trabajar con toda la familia para mejorar la situación que está presente. Y tras todo esto, se le hace la gran pregunta al adolescente: ¿Y a ti qué cosas te gustaría que cambiaran a mejor? Es posible que sea la primera vez que alguien le haya preguntado lo que opina o lo que siente sobre lo que ocurre de una manera empática y no invalidante. Si no tenemos en cuenta los motivos que pueda tener el adolescente para acudir a tu consulta, no querrá volver una segunda vez. Y perderemos una ocasión extraordinaria de ayudar a esa familia a retomar el camino del bienestar.

El trabajo con adolescentes no es fácil ni está exento de dificultades, baches y altibajos. Pero colaborar con ellos desde la autenticidad y la implicación permite la aceptación del paciente y abre la posibilidad a numerosos cambios. Escribirle un whatsapp el fin de semana para ver qué tal está, contestarle a una historia de Instagram o interesarte por cosas que te ha contado en anteriores sesiones, son elementos que refuerzan la alianza terapéutica con el adolescente. Además, gracias a las nuevas tecnologías he podido hacer terapia online con adolescentes de toda España con muy buenos resultados, manteniendo siempre la idea principal de cualquier terapia con adolescentes: colocarte hombro con hombro, nunca enfrente.