De aquello de que "el trabajo te dignifica" hemos pasado a que "el trabajo te mata". La muerte por exceso de trabajo es más habitual de lo que nos pensamos y es que, con frecuencia, las maratonianas jornadas laborales se libran de ser señaladas como la causa real de un fallecimiento, enmascaradas por el infarto de turno o, incluso, el suicidio.

En Japón se quiso visibilizar este problema y para ello lo primero era ponerle un nombre: "Karoshi". Desde 1987, cuando el ministerio de Salud del país nipón, comenzó a recopilar estadísticas al respecto, se denomina así a la muerte provocada por exceso de horas extra.

O lo que poéticamente se podría resumir en un morir por no tener vida.

Estrés, falta de sueño, sedentarismo y problemas de salud mental

Las largas jornadas laborales suelen provocar estrés y falta de sueño, que juntas son una combinación indeseable, aunque no necesariamente mortal. Sí lo es, en cambio, el sedentarismo asociado a muchos trabajos, pues es un factor que aboca a sufrir enfermedades cardiovasculares.

Una investigación publicada el pasado mes de mayo y llevada a cabo por expertos de la la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) concluye que cada año los intensos horarios de trabajo acaban con la vida de 750.000 personas a causa de enfermedades coronarias isquémica y apoplejías.

Esta crisis "silenciosa" es global, en tanto que no hay país que se libre de tener trabajadores explotados, ya sea de forma obligada o voluntaria, hasta límites inhumanos.

En el citado estudio, difundido en la revista "Environment International", los autores establecieron como jornadas excesivas aquellas de 55 horas o más a la semana, y determinaron que las mismas son las responsables de un tercio de las enfermedades laborales.

Las consecuencias biológicas de padecer un estrés crónico están demostradas: se elevan las hormonas del estrés y esto genera hipertensión y aumento de los niveles de colesterol. Eso, además de los efectos sobre la salud mental del trabajador. Y es que trabajar de más implica necesariamente restar tiempo a otras actividades vitales, como descansar durmiendo las horas debidas, realizar ejercicio físico, comer bien y sin prisas... Por no hablar de que un trabajador estresado es más proclive a fumar, beber o consumir drogas para "sobrellevar" tal ritmo de vida.

Y llegó la pandemia y el teletrabajo

El teletrabajo llegó con la pandemia ¿para quedarse? Freepik

Por si las cifras de los últimos años no fueran preocupantes, llegó el covid a nuestras vidas. Y con la pandemia la implantación del teletrabajo, obligada en muchos casos y perpetuada en otros aun con las medidas ya relajadas.

El hecho de poder trabajar desde casa no ha hecho sino incentivar que la desconexión laboral no se produzca. La frontera entre trabajo y vida se ha difuminado hasta límites preocupantes.

La recesión económica provocada por la pandemia ha hecho que muchas empresas prescindan de personal, pese a mantener o incluso aumentar su producción, por lo que los empleados que siguen se ven forzados a prolongar sus jornadas con tal de dar respuesta a esas necesidades de la empresa y la falta de manos de sus compañeros despedidos.

Pero el rendimiento del trabajador estresado lógicamente decae conforme aumenta su cansancio, algo que parecen no entender muchos empresarios, pese a lo contraproducente que es para sus propios intereses.

El estudio apunta que el 9% de la población mundial trabaja jornadas excesivas y el porcentaje no para de aumentar año tras año. Los datos del mismo revelan que los hombres trabajan más horas que las mujeres en todas las franjas de edad y en Asia el problema es más acentuado que en Europa, aunque en el viejo continente las jornadas extremas crecen a un ritmo acelerado.

Algo ayuda a su contención, aunque a menudo se salta a la torera, la Directiva del Tiempo de Trabajo de la Unión Europea, que prohíbe a los empleados trabajar más de 48 horas a la semana.

La solución pasa por todos los actores implicados: los gobiernos, las empresas y los propios trabajadores.

Si falla cualquier eslabón de la cadena, el mecanismo no funcionará como es debido.

En el horizonte, la esperanza para muchos de la jornada laboral de cuatro días a la semana, de la que ya se han empezado a realizar pruebas piloto en algunas empresas: