En 2020, el cáncer de mama afectó a 34.088 personas -también hombres- en España. Aproximadamente el 30% de los cánceres diagnosticados en mujeres se originan en la mama, siendo ya el tumor más diagnosticado del mundo y superando por primera vez al de pulmón, según datos publicados en 2021 por el Centro de Investigaciones sobre el cáncer

María José llora mientras escucha hablar a su compañera Cecilia. Porque han sufrido. Y sufren. Las dos son unas supervivientes y lo saben. Es lo que tiene pasar por algo gordo, muy gordo, lo que hace que los recuerdos se agolpen en formato lágrimas en los ojos. No es para menos. Ambas pueden decir que han ganado la batalla, la primera, al cáncer de mama en mitad de una pandemia mundial y todo lo que eso conlleva.

"Con estas terapias obtienen la parte de normalización de la enfermedad; establecen un vínculo con el que sin querer apoyan a otras y al escuchar a otras pacientes sacan recursos que de otra manera no sería posible"

JULIA DÍEZ FONTE - ONCOPSICÓLOGA

Desde la soledad añadida por las restricciones, hasta los cambios físico brutales que sufre una paciente con cáncer de mama, ambas rememoran algo que ha ocurrido hace relativamente poco, pero pueden contarlo y eso es impagable.

Ha sido a través de las terapias y talleres de la Asociación Española Contra el Cáncer, donde María José y Cecilia han podido apoyarse en compañeros con los mismos problemas, incertidumbres y miedos. "La terapia grupal en cualquier fase de la enfermedad es parte de la oferta de la asociación. Ellas han estado en un grupo para pacientes en tratamiento activo", explica Julia Díez Fonte, la oncopsicóloga que ha ayudado a estas mujeres -también a un hombre- durante meses. "Con estas terapias obtienen la parte de normalización de la enfermedad; establecen un vínculo con el que sin querer apoyan a otras y al escuchar a otras pacientes sacan recursos que de otra manera no sería posible", señala para añadir que "también se normalizan cuestiones a nivel emocional: cómo se sienten, cómo lo afrontan. A veces, en el entorno cercano de las pacientes se mandan mensajes de optimismo, de luchar, y ellas no se identifican con esto y con estos grupos de apoyo lo normalizan más. Les ayuda a afrontar el proceso de una forma más adaptativa".

"Si pandemia y cáncer son duras por separado, en este momento, la terapia ha sido primordial para ellas", agrega.

Julia Díez Fonte, oncopsicóloga de AECC. JOSÉ LUIS ROCA

La gestión emocional, la comunicación con la familia, la comunicación con el personal sanitario, la imagen personal y la autoestima o la sexualidad son algunos de los bloques que se tratan en los grupos de apoyo de AECC.

Así, personas como Cecilia o María José han podido afrontar su drama de forma más llevadera. "Para mí ha sido la segunda vez que he sufrido cáncer de mama, en el mismo pecho que hace once años. Ojalá hubiera conocido entonces la asociación como la conozco ahora", dice Cecilia. A sus 45 años ya ha pasado por la misma enfermedad en dos ocasiones, pero eso no parece óbice para que no pierda la sonrisa. El trago ha sido duro, pero se siente más que agradecida de poder contar su experiencia a otra personas y de poder apoyarse en otros pacientes en un proceso que no termina con la quimioterapia. "Cuando me diagnosticaron este segundo cáncer mi único miedo era no poder soportar todo el proceso de nuevo, no estar preparada", sentencia. En la primera ocasión en la que le dijeron que lo sufría, con solo 33 años, el tratamiento y la operación fueron más duros para ella, sobre todo físicamente, pese a que ahora ha pasado por una doble mastectomía con reconstrucción a partir de la carne de su vientre. Nueve horas de operación para acabar con unos tumores que llegaron a su cuerpo por tema hormonal. Sin perder la alegría asegura que flipó con su intervención: "Me quitaron la carne de la tripa y me han dejado como a la Schiffer", comenta entre risas mientras reconoce que le enseña sus nuevos pechos con orgullo a todas sus amistades.

"Internet no es una fuente de información"

No es el caso de María José. Ella descubrió que padecía cáncer de mama después de varios meses de periplo por médicos especialistas quejándose de dolor. En el confinamiento se notó un bulto mientras se jabonaba en la ducha. "Nadie te enseña a palparte para encontrar esto y, además, mi cáncer no había dado la cara. Cuando finalmente lo descubrimos, después del confinamiento general, se había extendido a los dos pechos y a toda la cadena gangrional izquierda. Era un cáncer genético en fase tres, premetastásico", relata.

Con 43 años recién cumplidos y cuatro hijos a su cargo de entre 4 y 9 años, a María José se le cayó el mundo encima. "Me derrumbé y necesitaba herramientas para poder gestionar la situación con cuatro niños en casa confinados, sin colegio y una madre con cáncer", dice. Se emociona constantemente. No es para menos. Ya había vivido de cerca la enfermedad con sus propios padres y solo pensaba en un cosa: "No dejar solos a mis hijos".

"En AECC me ofrecieron talleres, sesiones… oyes de todo y además internet no es una fuente de información, hay que ir a los profesionales", explica para añadir que "me ofrecieron un montón de herramientas de nutrición, cómo hacer ejercicio, me ayudaron a entender los diagnósticos. Vas a la médico sola porque no puedes entrar acompañada, te dicen cosas que no entiendes, porque te acaban de decir que tienes cáncer, que te puedes morir y que está en un estado muy avanzado...yo entraba bloqueada".

María José Cruz, paciente de la terapia grupal de AECC. JOSÉ LUIS ROCA

El cáncer y la pandemia

Así, María José empezó en terapia individual para después pasar a su grupo, donde pensó que ella, en una fase más avanzada de la enfermedad, podría ayudar a sus compañeros. "Me lo dieron todo ellos a mí, congeniamos bastante bien y es muy cierto que yo iba a las terapias con muchas ganas de poder hablar porque ha sido un año y medio en el que ya no es que no puedas salir, es que nadie puede venir a verte", señala.

Porque pasar por un cáncer y todo lo que conlleva es un infierno, pero añadirle la pandemia de coronavirus aún lo hace mucho peor. Soledad, soledad y soledad. Eso es lo único que repiten estas dos mujeres, que durante sus tratamientos y operaciones prácticamente no salieron de sus casa por miedo al contagio.

"Una de las cosas más duras de esta enfermedad es la metamorfosis, tu imagen en el espejo diariamente"

María José Cruz - Paciente de la terapia grupal de AECC

"La gente, en general, no ha sido consciente del miedo al contagio de los enfermos. Cuando no pasas una enfermedad no te das cuenta de que la pandemia ha hecho mucho daño a los más vulnerables, los enfermos, que el contagio puede ser peor y, sobre todo, no eres consciente de que esas personas necesitan mucho mas los abrazos, el cariño, salir…", relata Cecilia. "Cuando me operaron -le realizaron una intervención de 12 horas- solo estuve tres días en el hospital. Estás sola, sin poder moverte, sin móvil y sin que nadie te pueda ver. Al llegar a casa sigues sin poderte mover, con cuatro niños pequeños y un marido que sale a trabajar... ha sido un año y medio durísimo. Si no hubiéramos tenido que pasar esto con covid puede que habría sido distinto. Eso sí, aunque la gente no podía estar de alguna forma estaba. Conmigo se volcó todo el mundo", cuenta María José.

"¿Mamá, te vas a morir?"

María José y Cecilia, con dos formas de ser muy distintas, con dos vidas opuestas y dos maneras totalmente diferentes de afrontar las cosas, se han convertido en parte de un grupo de personas que, viviendo lo mismo, la incertidumbre, la enfermedad, el miedo... han podido sanarse por dentro y por fuera, y eso que el cáncer no acaba con la quimioterapia.

En el caso de Cecilia, al padecer un cáncer hormonal le han provocado una menopausia preventiva. A su edad, aún joven, tiene dolores de huesos y cada vez que hace ejercicio -algo que es primordial- sufre un dolor intenso. "Siempre acabo llorando", dice entre lágrimas.

"Cuando hay días que me duele y así... siempre termino diciendo: pero estoy"

Cecilia O'Donnell - Paciente terapia grupal AEEC

María José sigue yendo al fisioterapeuta porque en el brazo izquierdo, donde estaba la mayor parte del cáncer, ha perdido parte de la movilidad. "No puedo abrocharme el sujetador", dice resignada. Además, las secuelas de la quimioterapia permanecen y sigue yendo el neurólogo y el cardiólogo para vigilar que todo vaya bien. La quimioterapia provoca problemas cardiacos a largo plazo.

Ambas tendrán que tomar medicación durante cinco años como mínimo y las dos no volverán a ser las mismas. "Por mucho que me hayan hecho una obra de arte", sentencia María José.

Porque el cambio físico es imborrable. Ellas ya no son las mismas y lo saben. "Cuando no tenía pelo, ni cejas ni pestañas me miraba en el espejo y no era yo. Es muy desagradable. Después de la operación y de la radio no soy la misma y nunca lo seré. Mi cuerpo no es igual, y por mucho que tengas una pareja que te quiere por como eres, tú te ves. Una de las cosas más duras de esta enfermedad es la metamorfosis, tu imagen en el espejo diariamente", dice María José.

Cecilia O'Donnell, paciente de la terapia grupal de AECC. JOSÉ LUIS ROCA

Cecilia, por su parte, decide tomárselo con humor y, aunque reconoce que verse con ese aspecto cada día cuesta, se siente muy agradecida de cómo ha quedado. En realidad, para ambas, poder estar aquí, con sus familias, es lo que les hace darse cuenta de que lo vivido no pesa sobre lo que queda por vivir. Y ante una pregunta concreta, lo tienen claro y no dudan. ¿Qué pesa más, el trauma o poder estar viva? "La felicidad de estar aquí", dicen al unísono y sin pensar. "Cuando hay días que me duele y así... siempre termino diciendo: pero estoy", comenta Cecilia. "Gracias a dios he tenido el cáncer de mayor nivel de curación y aunque era avanzado me han curado, no solo los médicos, la ayuda de la asociación y la gente es inestimable. Salir de esto sola es imposible", añade María José.

Las dos reconocen que las secuelas están ahí, que "no sirve de nada hacerse la valiente" y que las herramientas de AECC, más allá de las terapias, "deberían ser obligatorias". "Lo primero que me dijo mi niño de 9 años fue que si me iba a morir", rememora María José, que deja claro que la ayuda externa como la de la asociación es esencial para llevar esto.

Se sienten privilegiadas, alegres y agradecidas, siempre agradecidas. "Gratitud de poder haber salido de este infierno", dicen.