Emelina tiene 80 años, está vacunada contra el coronavirus pero si no fuera por su sobrino no tendría el pasaporte covid ni podría, por ejemplo, entrar en bares y restaurantes con aforo de más 50 personas, acudir al hospital o ir, por qué, no al bingo. De hecho no sabría ni por dónde empezar a buscarlo. En su monedero guarda el resguardo que le dieron en el centro de salud cuando le administraron la primera y la segunda dosis, con la tercera ya no le dieron ninguno.

Si le preguntan por el pasaporte covid, ella lo tiene claro o por lo menos lo tenía hasta que le pusieron la tercera dosis de refuerzo. En el bolso llevaba guardada a buen recaudo una hoja plastificada del documento que su sobrino le imprimió en junio, cuando completó su pauta vacunal. Lo guardaba junto al DNI y la tarjeta de la Seguridad Social. Sabía que es muy importante pero de lo que no tenía ni idea, y como ella muchos valencianos, es que el pasaporte hay que ir actualizándolo a medida que se administran nuevas dosis de la vacuna y el suyo, como el de todos, había que volver a descargarlo para que reflejase la tercera dosis.

Hace dos semanas que Emelina recibió la tercera dosis y de nuevo ha recurrido a su sobrino para tener toda la documentación en regla. Todo listo hasta nuevo aviso.

Emelina no entiende de archivos PDF ni de capturas de pantalla ni menos aún de cómo llevar el pasaporte en el móvil. Ella solo usa el teléfono para llamar. No quiere oír hablar de mensajes "porque no me aclaro y no los leo bien en la pantalla", asegura mientras lo saca del bolso y enseña el icono que indica que tiene mensajes sin leer. "Luego le pediré a mi sobrino que me borre los mensajes", reconoce, "porque cada vez que lo he intentado he acabado metida en otro sitio". Tiene un móvil especialmente diseñado para personas mayores con teclado y un botón de emergencia, por lo que al preguntarle sobre si sabía cómo descargarse el certificado de vacunación, esta valenciana de 80 años no tuvo dudas en reconocer que "de eso se ha ocupado mi sobrino. Yo no sé nada de tecnologías ni de internet. Tengo un móvil de los antiguos porque yo no me aclaro con los modernos y claro… parece que estas cosas modernas no son para nosotros. Yo le di el móvil cuando me lo pidió y desde el suyo en un momento nos descargó los papeles a mi y a mis hermanas".

El caso de Emelina no es un caso aislado. Muchas personas mayores se encuentran con muchas trabas para desenvolverse correctamente en el entorno digital en el que la administración y algunas entidades, como la banca, han apretado el acelerador especialmente durante la pandemia. En plena era de las aplicaciones móviles, los códigos Qr y las notificaciones, un porcentaje significativo de la sociedad se ha quedado atrás.

Por ellos, la conselleria de Sanitat ha previsto que los centros de salud puedan expedir toda esta documentación precisamente para evitar situaciones de desamparo entre quienes no tienen lo medios o no saben cómo descargarse este certificado.

Ayuda municipal en Valencia

En Valencia, las autoridades municipales han decidido tomar cartas en el asunto y poner en marcha un plan para ayudar a las personas mayores que no tienen las competencias tecnológicas para poder descargarse el pasaporte covid y se ven incapaces de salvar esa brecha digital. Las personas mayores que necesiten esta ayuda para obtener el documento, podrán acudir a los centros municipales de actividades en horario de mañana y serán atendidas por los equipos técnicos y el personal covid que trabaja en los centros para ayudarles a descargarlo e imprimirlo.

Una brecha cada vez mayor

Hacer una transferencia, pagar un recibo en el banco, pedir cita en el médico o incluso pedir un certificado de empadronamiento en el ayuntamiento se ha convertido en los últimos meses en un verdadero calvario para aquellas personas mayores que no tienen la destreza necesaria para desenvolverse en los medios telemáticos.

La atención presencial desapareció durante la pandemia y con el regreso a la normalidad son muchos los organismos y administraciones que han priorizado el autoservicio a través de aplicaciones móviles, páginas web o cajeros automáticos, en el caso de los bancos.

Las entidades bancarias, por ejemplo, hace tiempo que derivan a su clientes a los cajeros para el pago de recibos o la emisión de transferencias. Esta política perjudica directamente a los más mayores, poco acostumbrados al uso de este tipo de medios telemáticos.