Unos se han reconvertido en nuevos espacios gastronómicos, otros sobreviven aferrados al concepto tradicional y algunos, como el de Mérida, han acabado por cerrar sus puertas. En la era de los centros comerciales y las compras por internet parece que los mercados de abastos y antiguas galerías están obligados a renovarse o morir, y lo cierto es que en los últimos cinco años la mitad de los 65 que perviven en Extremadura han optado por lo segundo. 

En 2017 la Junta puso en marcha una línea de ayudas destinada a revitalizar y modernizar estos espacios que considera "un elemento clave para el desarrollo del comercio". Un censo realizado por la Consejería de Economía cifra en 65 el número total de mercados de abastos con que cuenta la región, que en su conjunto suman 1.118 puestos. Sin embargo, solo el 60% mantienen su actividad actualmente. La mayoría son de reducida dimensión y se sitúan en los entornos rurales: el 63% están en localidades de menos de 5.000 habitantes. Don Benito, Moraleja, Castuera, Almendralejo, Guareña, Zafra, San Vicente de Alcántara o Jerez de los Caballeros son algunos de los municipios que se han beneficiado de estas ayudas, que en total han llegado a 36 mercados para 46 proyectos. 

Según datos del departamento que dirige Rafael España, se han concedido 2,9 millones de euros en ayudas y este año está previsto lanzar una nueva convocatoria dotada con 800.000 euros a partir de marzo. Para poder acogerse, es necesario realizar una inversión mínima de 10.000 euros, que el mercado tenga una ocupación de al menos el 35% y cinco puestos en funcionamiento. Se valora también que abra todos los días de la semana, la variedad de productos que se ofrecen al consumidor más allá de los frescos o la mejora de la eficiencia energética. 

Papel tradicional

Los mercados de o plazas de abastos nacieron para garantizar el abastecimiento a la población. Históricamente han sido aglutinadores de una importante actividad económica y social, pues eran los únicos emplazamientos que reunían en un mismo lugar una oferta variada de productos alimenticios. Su declive empezó en las décadas de 1960 y 1970 con la aparición de los primeros supermercados y la novedad del autoservicio. En los 80, con el despegue y expansión de los hipermercados, terminaron de perder su papel hegemónico. 

El de Mérida cerró en 2018 para una remodelación y recientemente se ha confirmado que no volverá abrir para uso comercial: se transformará en un museo de historia y arqueología

Tanto así que en Badajoz, la ciudad con mayor población de Extremadura, no hay mercado de abastos desde hace casi 20 años. Actualmente lo más parecido es el centro comercial La Plaza, en Pardaleras, donde se ofreció la reubicación a los puestos que funcionaban en Santa Ana antes de que este espacio se convirtiera en biblioteca municipal. El mercado más conocido que tuvo la capital pacense funcionaba en la plaza Alta, en el famoso Edificio Metálico, que entre 1975 y 1977 se desmontó y se recompuso en el campus de la Universidad de Extremadura, donde permanece a día de hoy.

En Mérida tampoco existe ya mercado de abastos. El histórico edificio de Santiago Calatrava, en pleno centro, se cerró en 2018 para someterse a una remodelación integral debido a las pésimas condiciones en las que se encontraba. Fijándose en iniciativas como el exitoso Mercado de San Miguel de Madrid, el Ayuntamiento de Mérida optó por la privatización para transformarlo en un espacio gastronómico con puestos de alimentación y hostelería, pero no salió bien. La licitación quedó desierta y en un segundo intento se adjudicó a Larry Smith, única empresa que presentó oferta y que entró en concurso de acreedores antes de terminar la obra.

Finalmente esta idea se ha desechado y el alcalde, Antonio Rodríguez Osuna, confirmó en noviembre el cambio de uso del edificio: ahora se convertirá en el Museo de la Historia y Arqueología de Mérida tras una inversión de tres millones de euros procedente del Ministerio de Cultura. «No tiene sentido en el siglo XXI y en una ciudad moderna como Mérida poner en marcha un mercado de abastos del siglo XIX, que se crearon para abastecimiento y subsistencia. Tiene sentido en los municipios que no hay una gran oferta comercial, pero no Mérida", defendió en unas declaraciones que han sido criticadas por los partidos de la oposición.

Algo similar se intentó con el Mercado Ronda del Carmen en Cáceres. En la última legislatura del PP se sometió a una remodelación integral en la que se invirtió un millón de euros y en 2021 celebró su 25 aniversario con 18 puestos de frescos abiertos en la planta baja, pero vacío en la primera. La idea del ayuntamiento cacereño es dar a este espacio un uso hostelero y de ocio para convertirlo en un mercado gourmet, pero la licitación quedó desierta y está a la espera de iniciar un nuevo proceso. Se han mantenido reuniones con empresas, pero "no hay ofertas interesantes encima de la mesa", indican desde el consistorio.

 

Los modelos de éxito

En una situación totalmente diferente se encuentran los mercados de Plasencia, Don Benito y Villanueva de la Serena. El de Plasencia ha sufrido una transformación en el último año y están previstas nuevas mejoras gracias a más de 200.000 euros de fondos europeos que ha conseguido su ayuntamiento. Se ha creado la Asociación de Comerciantes del Mercado de Abastos para dar más vida a esta instalación que sufrió una primera reforma en 2021.

Ahora cuenta con más de una decena de comerciantes y el último puesto se ocupó en diciembre de 2020, tras 15 años sin ningún comercio nuevo. Con los fondos europeos que llegarán en el futuro se prevé instalar pantallas y señalización, la adquisición de motos eléctricas para el reparto a domicilio y la creación de un 'market place'.

En Plasencia, Don Benito y Villanueva de la Serena sí funcionan bien y hay reformas pendientes para su mejora

Otro modelo de éxito es el mercado de abastos de Don Benito. Fue levantado en 1930 en el solar de la antigua plaza de Manzanedo y se conserva como uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. En la actualidad hay unas 15 empresas que hacen uso de las instalaciones, si bien en 2021 el supermercado Día dejó libre un local de 600 metros cuadrados. Es un espacio habitual de numerosos vecinos, que acuden para realizar sus compras y en busca de otros servicios como clases de inglés, abogacía o incluso producciones musicales. En 2017 se realizó una reforma con una inversión de 116.259 euros y se prevé otra en un futuro próximo. 

El mercado de Villanueva de la Serena también se someterá a una mejora para convertirse en espacio de referencia. En el presupuesto local de este año se han reservado 1,9 millones de euros para su transformación en un edificio mixto en el que convivirán los puestos tradicionales de frescos con los de restauración. Mientras dure la obra, unos 15 meses, los tenderos se trasladarán a un espacio que se ha habilitado en la avenida de Chile.

 

Por último, en Almendralejo siempre funcionó el mercado instalado en el barrio del mismo nombre, pero en 2012 el gobierno municipal trasladó los puestos al Mercado Municipal de Las Mercedes porque el edificio no reunía las condiciones adecuadas de salubridad. Según los últimos datos cuenta con 13 puestos funcionando, pero los industriales llevan años reivindicando su regreso porque en la zona actual, más alejada del centro, las ventas han caído. Ahora, gracias a los fondos europeos, se prevé la remodelación y recuperación del antiguo edificio de la Plaza de Abastos, que podría empezar ya en este año 2022.

"Echamos mucho de menos el mercado"

Tres generaciones lleva ya funcionando la pescadería de los hermanos Sánchez Lázaro en Mérida. Fue su abuela la que abrió el puesto en el Mercado de Calatrava y su padre, gallego de nacimiento, uno de los primeros en traer a Extremadura pescado fresco de las costas de Galicia y Andalucía. 

Se marcharon del mercado de abastos emeritenses a comienzos de 2018 porque ya no reunía las condiciones de higiene y salubridad necesarias. Ahora tienen una moderna y amplia pescadería en el número 3 de la calle Marquesa de Pinares de Mérida. La plantilla es de siete personas (los dos hermanos propietarios y el resto trabajadores), una más que en el mercado. "Nos ha ido muy bien, pero el mercado era otra cosa. Lo echamos muchísimo de menos", explica Antonio Sánchez Lázaro mientras prepara una sepia de casi dos kilos para Isabel.

Ella es clienta de toda la vida y aunque vive "en la otra punta de Mérida" aprovecha cuando va al centro a trabajar para hacer la compra. "Siempre que vienes hay gente, la calidad es inmejorable. Es algo más caro, pero yo vengo porque sabes que el producto es de primera calidad y siempre muy fresco", afirma. 

Los hermanos Sánchez Lázaro en su pescadería. Jero Morales

La tienda de los hermanos Sánchez Lázaro tiene prácticamente todos los tipos de pescado, desde los más tradicionales a las últimas tendencias: lubina, dorada, salmón, besugo, pargo, boquerones, sardinas… Pero también caviar, angula y todo tipo de mariscos, estos últimos especialmente en Navidad.

Es una de las pocas pescaderías de barrio que se mantiene en la capital autonómica y a raíz de la irrupción de la pandemia han extendido el servicio a domicilio, que ya prestaban a restaurantes y hoteles, también a las familias. Actualmente se mantiene por su alta demanda, sin gasto mínimo ni extra de transporte.

"Iba a por mi jornal, no a hacerme rica"

Abdona Caballero ha regentado durante más de 24 años un puesto de fruta y verdura en el Mercado de Calatrava de Mérida. Se trasladó a un diminuto local de la calle Santa Eulalia cuando comenzaron las obras para la reforma en 2018 y a sus 61 años, ahí va "tirando" a la espera de la jubilación.

Dejar el mercado no fue duro para ella porque salía con la ilusión de volver a un edificio moderno y renovado al que ahora ya si sabe que no volverá. Lo peor para ella ha llegado después: para reservar su nuevo puesto pagó una fianza de 4.000 euros a Larry Smith, la empresa a la que el ayuntamiento adjudicó el proyecto y la gestión del edificio. Tras la quiebra, se han visto obligada a recurrir a los tribunales para recuperar su dinero. 

 "Estaba tan deteriorado que el mismo día que me fui el alcalde me preguntó que si me compensaba, y le dije que sí. Yo no iba al mercado a hacerme rica, iba a por un jornal para vivir", explica con añoranza mientras prepara y envasa un manojo de ajetes para una clienta.

Son los detalles del comercio tradicional y de proximidad frente a las grandes superficies: el género no solo es de primera calidad, sino que sus clientes encargan alcachofas, acelgas o judías verdes cuando pasan camino al trabajo o de compras y de vuelta a casa las recogen preparadas y envasadas "sin pagar suplemento extra". 

Abdona, en su frutería de la calle Santa Eulalia. Jero Morales

En su nueva tienda Abdona conserva mucha clientela "de las de toda la vida" y trasladarse a la calle más comercial de Mérida ha ayudado a que también se acerque gente nueva. Después llegó el covid y una época muy dura para el negocio, que ha sobrevivido gracias a los repartos a domicilio: en la fase más dura del confinamiento lo hicieron incluso fiando las compras. "Servíamos a gente con covid, dejábamos las cosas en la puerta y cuando se han recuperado nos han pagado", explica.