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Derecho a la vivienda

Un jubilado ofrece sus ahorros para evitar el desalojo de una familia de Badalona

Un vecino de toda la vida de este deprimido enclave de Badalona intenta comprar a un fondo de inversión el viejo piso en el que desde hace 14 años viven Carmen, José y sus tres hijos menores para evitar su desahucio (y ofrecerles un alquiler social)

El matrimonio, en el salón del piso en el que lleva 14 años viviendo, en el barrio de Sant Roc, en Badalona.

La historia de Carmen, José y sus tres hijos de 15, 12 y 10 años podría ser la de muchas otras familias en el barrio de Sant Roc, en Badalona, uno de los más deprimidos del área metropolitana de Barcelona. Llevan viviendo en este pequeño y viejo piso desde hace 14 años, cuando su hijo mayor era solo un bebé. En el momento en el que ‘compraron’ las llaves -práctica muy habitual en el lugar-, la vivienda era propiedad de Bankia. Durante los primeros años estuvieron “tranquilos”, señalan, hasta que el apartamento que ocupan, como tantos otros en el barrio y en otros similares, pasó de ser propiedad del banco a ser de un fondo de inversión. Ahí -“hace dos o tres años”, recuerda José-, empezaron los juicios y las órdenes de desahucio. Ya llevan cinco.

Carmen explica su historia con la mirada triste sobre su mascarilla de pie en el el minúsculo comedor de la vivienda. “No podemos seguir viviendo así. No se puede vivir así. Esta no es vida para tres niños”, lamenta la mujer, de 42 años. Una de las habitaciones la tiene cerrada y vacía porque la humedad que se come las paredes otrora azules la hace inhabitable. La misma humedad que hace saltar las baldosas del reducido baño. 

La cocina del piso de Carmen y José, que esperan poder reformar cuando obtengan un alquiler social. Ferran Nadeu

Calientan el salón con una estufa enchufada con dos cables que salen de la también maltrecha cocina. “Me preocupa mucho la humedad, que enferma a mis hijos, pero también la instalación eléctrica, que es un peligro. Solo pedimos un alquiler social y poder así arreglar los cosas y vivir en condiciones. No nos negamos a pagar”, prosigue esta madre, visiblemente cansada de sostener lo insostenible.

La solidaridad vecinal -orquestada por la plataforma Sant Roc Som Badalona- logró parar el último intento de desahucio, hace pocos días, y arrancar a la comitiva judicial una tregua hasta el 2 de junio. Tiempo que confían sea suficiente para cerrar una solución en la que llevan tiempo trabajando. Hay un vecino de Sant Roc de toda la vida, como Carmen y José, que está dispuesto a comprar a Claxton, el fondo inversor propietario de la vivienda, para hacer un alquiler social a sus vecinos y evitar su desahucio. No se trata de ningún millonario filántropo -nada le produce más grima-, sino de un vecino que, tras toda la vida trabajando -ya está jubilado- reunió algunos ahorros que prefiere invertir en evitar que familias con críos se queden en la calle que “tenerlos en los bancos que las desahucian”. Un hombre que prefiere mantenerse en el anonimato porque no busca medallas, sino hacer lo que esté en su mano por su históricamente maltratado barrio. Ya sea subirse a sus 80 años a una escalera para colgar una pancarta o 'rescatar' un piso de un fondo de inversión. 

De hecho, explican que antes del último intento de desahucio parecía que habían llegado a un acuerdo (verbal) para la venta, "pero finalmente la propiedad se echó atrás". “Querían más dinero, un dinero que este piso no vale, ni por el estado en que se halla ni por el lugar en el que se encuentra”, insisten los activistas de la plataforma que arropa al matrimonio y a cientos de familias en situaciones muy similares. Este mismo lunes por la mañana han afrontado -y finalmente logrado aplazar- dos desahucios a la misma hora y, por la tarde -los lunes son el día de la asamblea- tienen cita con 24 familias a punto de perder su vivienda en un barrio, además, afectado por incesantes cortes de luz invierno sí, invierno también.

Eterna precariedad

El piso en el que residen Carmen José y sus hijos -familia que sobrevive con la renta garantizada- tiene el pomo de la puerta de la entrada -que da directamente a la calle, son unos bajos- sujeto con cinta aislante, la misma que mantiene unidos los cristales rotos de la ventana del comedor. "Lo que queremos es arreglar todo esto, pero ¿cómo vamos a hacerlo con una orden de desahucio encima de la mesa? Estábamos muy contentos con lo de la oferta de compra del piso por parte de nuestro vecino; a ver si puede finalmente cerrarse, firmamos el alquiler y podemos empezar de nuevo", prosigue la mujer.

El matrimonio, frente al edificio en el que lleva 14 años viviendo, en el barrio de Sant Roc, en Badalona. Ferran Nadeu

El último intento de desahucio no solo no lo paró la citada oferta de compra, sino que mandaron incluso a agentes antidisturbios de los Mossos d'Esquadra para ejecutarlo. "Teníamos las cosas ya en bolsas, parecía que esta vez sí que nos teníamos que marchar, suerte que al final se paró", recuerda José.

Desde Sant Roc Som Badalona insisten que el caso de Carmen y José no es aislado. "Los bancos han ido vendiendo 'activos' con personas dentro para no tener que gestionarlos y eso ha facilitado la entrada de los fondos", señalan. Fondos cuyos inversores viven en universos muy, muy, alejados de la realidad de estos bloques de Sant Roc.

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