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Entrevista

"Todas las familias se preocupan por si su hijo sufre acoso, ninguna por si su hijo es el acosador"

El policía de Marratxí participa este sábado en el congreso que se celebra este sábado (19 horas) en el Palacio de Congresos de Santa Eulària

Silvestre del Río, en una foto de Educando proteges. María Bauzá

"Es curioso, me llaman de todos sitios menos de las islas", comenta Silvestre del Río, policía local de Marratxí, que mañana visita Ibiza por primera vez para impartir una conferencia sobre acoso escolar (19 horas, Palacio de Congresos) en el encuentro que se celebra en Santa Eulària. Y eso que hace cinco años que fundó la asociación Educando Proteges, con la que recorre España y Suramérica ofreciendo formación a familias y profesionales.

¿El acoso escolar ha cambiado?

Muchísimo, con la aparición de internet. La gran diferencia es que antes el acoso acababa cuando sonaba el timbre. La víctima se iba a casa y tenía un respiro. Ahora el acoso dura 24 horas siete días a la semana. Antes el pico lo tenía en mayo. Final de curso y unos pasaban del colegio al instituto o sabían que en tres meses no tenían represalias si denunciaban. Ahora no. Las denuncias son mucho más aleatorias y duran todo el año. Se mantiene durante le verano y las fiestas. Es incesante.

¿Podemos hablar de culpa?

Sería difícil señalar sólo un culpable o un motivo. Es la suma de muchos factores. En el ciberbullying hay dos temas clave: la falta de acompañamiento de los menores el introducirse en las redes e internet y el acceso a contenido inadecuado, sobre todo agresivo. Los menores se relacionan de forma violenta, juegan a videojuegos violentos, ven películas violentas no recomendadas para su edad. La suma de estos dos factores hace que aumenten los casos de acoso y que sean más graves.

¿Les damos ese acceso sin preocuparnos por si están preparados?

Para mí el eslabón débil de la cadena de internet y adolescentes somos los padres. Soy bastante cañero cuando doy formación para familias y profesionales, que también nos quedamos obsoletos. No nos enteramos de la realidad de los jóvenes, estamos muy alejados de ella y no les podemos ayudar. Las tabletas y los móviles se han convertido en las nuevas niñeras de nuestros hijos. Si llego cansado del trabajo y no quiero que moleste le doy el móvil o la tableta, pero no me preocupo de qué está viendo o a qué juega. Con una herramienta tan potente, que te lo pone todo al alcance y sin supervisión, ¿cómo aprenden? Prueba-error. Y se equivocan más que aciertan. Les damos el móvil cada vez más pronto y sin apenas control, Con diez años, un niño ha recibido tal cantidad de estímulos violentos que es normal que los lleve a la vida real.

Pero nosotros de niños veíamos películas del Oeste y jugábamos a matarnos. ¿Cuál es la diferencia entre aquella violencia y la de ahora?

[Ríe] Siempre ha existido el acoso escolar, pero antes se quedaba en el aula. Si en tu clase había 20 alumnos, 20 personas sabían que se estaba produciendo ese acoso, pero el ciberbullying llega a miles de personas, tiene mayor repercusión y las consecuencias son mucho más graves para la víctima. La violencia que nosotros veíamos... Recuerda los efectos especiales de una película de indios y vaqueros o de acción... Ahora te pones a jugar al Fortnite y es tan real... ¡Y tan adictivo! Otra diferencia: ¿Nosotros, cuánto tiempo estábamos expuestos a esa violencia?

Lo que duraba la película.

Exacto. Además, para ver algo tenía que esperar a que fuera la hora y si no me sentaba a aquella hora, me lo perdía. Ahora un niño coge el mando y tiene Netflix, Amazon, internet, pone un programa, si no le gusta lo cambia... Están hiperestimulados y el contenido está sexualizado, con violencia excesiva, se muestra consumo de drogas... Es normal que ellos, al final, actúen de forma violenta. Mira, te pongo un ejemplo. Yo, a la puerta de los colegios, voy de paisano. No saben que soy policía. ¡Se saludan con insultos! ¡Y eso cuando están de buen rollo! Su forma de relacionarse es ésa o con una colleja. Imagínate cuando están frustrados o enfadados. Se les multiplica esa violencia. Se relacionan así, están normalizadas estas actitudes violentas y cuando se produce un conflicto o un acoso hace que sea todo más grave, más violento.

Frustrados... ¿Es necesario decirles más a menudo y desde más pequeños la palabra no?

Sí. Es un problema grave esa incapacidad de gestionar la frustración. Las familias, por muchos motivos, para suplir todo lo que no les estamos dando, parece que se lo tenemos que dar todo. Parece que compramos a los niños. Como no le dedico tiempo le doy todo lo que quiere, como estoy separado y lo veo dos días a la semana, le doy todo lo que quiere. no reciben nunca un no. Tienen todo lo que quieren y cuando lo quieren. Cuando la vida les da un no, no están acostumbrados. Los padres y los profesionales tenemos mucho que ver. En las formaciones he tenido que eliminar la palabra castigo, está estigmatizada, parece que lo vas a torturar como en la Edad Media.

¿Y entonces de qué habla?

De pérdida de privilegios. Yo no tengo la obligación de dártelo todo, así que si dejas de portarte bien, dejo de dártelo todo. Ahora los niños viven en una burbuja y parece que no se les puede decir nada ni castigar. Pero la vida muchas veces te dice que no, y no están acostumbrados, no lo aceptan y entonces lloran o siguen actuando como si fuera un sí. Es uno de los mayores problemas que tiene la juventud de ahora, esa falta de tolerancia a la frustración.

¿El control parental no basta?

Al final el único control parental que funciona es el acompañamiento. Estar con ellos, saber qué hacen y hablar. Desde pequeños. ir mostrándoles lo que está bien o mal. Funciona relativamente con los pequeños, pero no puedes ponerle control parental al móvil del amigo de tu hijo. Hay muchos niños que no tienen móvil y sus padres están tranquilos, pero esos niños en el instituto usan los de sus compañeros. Además, la mayoría aprenden a saltarse el control parental. La única opción es la educación digital y que desarrollen un pensamiento crítico: no voy a hacer este reto viral, no voy a subir esta foto a las redes, no voy a permitir el acoso...

¿Hay diferencia entre el acoso a niños y a niñas?

Está muy igualado tanto en víctimas como en acosadores, pero cambian las estadísticas cuando hablamos únicamente de ciberacoso, el porcentaje es bastante más alto en las chicas que lo sufren. Son mucho más víctimas ellas.

¿Hay familias que se niegan a creer que sus hijos son acosadores?

Mira, hago un ejercicio en los talleres con las familias. Les pido que levanten la mano los que hayan pensado que su hijo es el acosador y no la víctima. Nadie la levanta. Todo el mundo siempre piensa en que no le pase a sus hijos, pero ninguno piensa que ojalá sus hijos no lo hagan. Al final parece que los acosadores son huérfanos de padre y de madre. Es una de las claves y hay que hablar bastante de ello. Yo, a mi hijo o a mi hija tengo que darles herramientas para que no lleguen a ser víctimas de acoso escolar, pero también para que no sean los acosadores. Les tengo que enseñar que lo que es una broma para él puede ser molesto para otro. Si consiguiéramos que no haya acosadores no tendríamos que ayudar a las víctimas.

Esto se explica en ‘La cena’, Herman Koch.

Sí. Siempre nos ponemos en el lado de proteger, pero proteger también es que mi hijo no cometa esos delitos ni tenga esas actitudes violentas. Nuestro hijo puede ser una víctima o el verdugo. En un aula, hay una víctima, cuatro o cinco acosadores y unos quince o veinte espectadores pasivos que lo están permitiendo. Ahí está el trabajo importante. Tenemos que avanzar y trabajar sobre los acosadores y los espectadores silenciosos. son la clave. Tuve un caso, hace poco, en el que crearon un grupo de whatsapp: Insultemos al gordo. Estaba toda la clase. Leí los chats y me encontré con cinco o seis que le insultaban constantemente, otros que les reían las gracias y el resto que callaban. evitan convertirse en víctimas el día de mañana. Hay que conseguir que éstos no lo permitan. Les pregunto si permitirían algo así con una mejor amiga o un hermano. Cuando dicen que no les recuerdo que también tienen un mejor amigo o una hermana.

La última consecuencia de un acoso escolar es un suicidio, cada vez los vemos más en adolescentes.

Es alarmante. Se ha reducido la edad de los intentos de suicidio, que también se han disparado. Tanto los intentos de suicidio, como la manifestación, pensar en ello. Eso ya es una alarma. Lo que más llama la atención es que en menores de 14 años el porcentaje era mínimo y ya tenemos menores de doce años hablando de suicidio. Si a la pandemia le sumas que ese niño, además, es víctima de bullying tienes el caldo de cultivo perfecto para que piense realmente en el suicidio o incluso lo lleve a cabo. Y lo que no sabemos. De la mayoría de casos no tenemos constancia. Se quedan en psiquiatría y si no hay denuncia... Si supiéramos la cantidad de menores que verbalizan la idea del suicidio... Es muy preocupante.

La pandemia. Estuvimos encerrados, pero el acoso se mantuvo.

No es que se mantuviera, es que aumentó. La gente pensaba que iba a reducirse, pero tiene lógica. los menores pasaron de estar conectados una o dos horas al día a pasar ocho o diez. Era la única solución que les dimos, fueron los grandes olvidados de la pandemia. Nadie pensó en que podrían tener problemas por la falta de socialización. Estudiaban cinco o seis horas con el ordenador, luego jugaban con las consolas, veían la tele o se relacionaban en redes sociales. Si a un menor le pones más horas de lo normal frente a una pantalla es normal que pueda sufrir o cometer delitos. está más horas expuesto a ese riesgo. Durante la pandemia no sólo aumentó el acoso escolar, también el grooming, el sexting...

¿Los convertimos en pequeños yonkies digitales?

Tal cual. Los convertimos en eso porque es lo que somos. La nomofobia, este miedo atroz a estar desconectado, lo empezamos a sufrir nosotros, los adultos. Los padres vamos en el coche o estamos en la cola del Mercadona y somos incapaces de no coger el móvil. Durante la pandemia hice un post que titulado ‘Desescalada digital’, seis o siete pasos para que los menores hicieran una reducción progresiva del uso de pantallas para intentar retomar el consumo anterior a la pandemia. Recuperando las relaciones sociales, las actividades extraescolares, volviendo a hacer deporte... A un niño no se le puede dejar diez horas delante del ordenador durante una temporada y al día siguiente decirle que tiene sólo una. Hay que reducirlas a cambio de pasar ese tiempo libre haciendo algo positivo. Muchos niños ni pudieron ni quisieron. Algunos porque ya eran adictos y otros porque no quieren. Porque prefieren su vida digital. Y esto último es algo que les cuesta entender a los profesionales.

¿Perdón?

Sí, imagínate. Soy un menor y en mi clase, normalmente, aunque no sea víctima de acoso, no soy popular, paso desapercibido, no tengo muchos amigos y nadie me hace caso. Pero durante la pandemia soy un crack jugando al 'Fifa', el 'Minecraft' o al 'Fortnite' y todo el mundo me dice lo bueno que soy, se pelean por estar conmigo, estoy en un grupo en el que soy el mejor y mando. ¿Quiero volver al colegio y ser un don nadie? ¿Renunciar a todo esto? No. Muchos menores tuvieron una identidad digital tan buena durante el confinamiento que prefieren quedarse ahí y no retomar la vida real.

Hace poco el fenómeno hikikomori nos parecía muy lejano.

Sí. Si nuestros menores tienen baño en el cuarto y les lleváramos la comida no saldrían de su habitación. Les metes una tele, una Play y una Nintendo y no salen de ahí. Recuerdo que parecía algo muy japonés, decíamos que estaban locos con las tecnologías, pero con la pandemia generamos el mismo fenómeno aquí. Al final, los menores estuvieron recluidos de forma involuntaria con la pandemia y ahora quieren estarlo de forma voluntaria. Como los hikikomori. Si el único estímulo que tienen durante meses es ése es normal que luego les cueste dejarlo. Ellos, al final, hacen lo que ven. Mira, hace poco fui a dar una formación a una clase sobre el uso correcto del móvil y el profesor se quedó en la última fila utilizando el móvil. Le pedí que abandonara la clase. Si le parece normal estar ahí mirando su instagram... A mí no me parece bien. Es totalmente incongruente. ¿Cómo le dices luego a los alumnos que no usen el móvil en clase? ¿O que hagan un uso responsable? Les estamos dando mensajes contradictorios a los adolescentes.

¿Qué adultos nos esperan el día de mañana viendo este incremento de la violencia en los adolescentes?

¡Uf! No sé si contestarte.

Lo ve feo, vaya.

Me da miedo, aunque siempre busco la parte positiva. Los adolescentes tienen algo mejor que los adultos de hoy y es la capacidad de adaptarse a todos los cambios y a mucha velocidad. Es una barbaridad. Son muy rápidos y muy adaptables. Creo que a pesar de que ahora no estén haciendo las cosas de la forma más correcta tendrán la capacidad de hacerlas el día de mañana. Si no es así, estamos abocados al fracaso como sociedad. Cuento la realidad, hay gente muy teórica y yo soy muy práctico. Estoy todos los días con ellos.

Se lo preguntaba por los adolescentes que pegan a sus padres.

Eso es, de hecho, el motivo principal de las llamadas que hemos tenido estos dos años. Siempre tiene que ver con la tecnología: cuando le quitan el móvil, esconden los mandos de la Play, cambian la contraseña del wifi, les piden revisar el teléfono... Se frustran y pegan. Si estos adolescentes entienden que la violencia es la forma de resolver un problema lo van a seguir haciendo cuando sean adultos o padres. La violencia es lo que está matando a los jóvenes les llegan estímulos violentos de todos lados. Los niños de siete u ocho años son adictos al ‘Among us’ o al ‘Brawl Stars’. Se venden como no violentos, pero al final son equipos armados, tienen que mejorar las pistolas y matar al otro equipo. Incluso los juegos más sutiles tienen esa violencia enmascarada. Tuve una pelea multitudinaria en sexto de Primaria y fue porque habían discutido por ‘Among us’. Están jugando a esa edad al ‘GTA’: un mafioso que va violando prostitutas, atropellando ancianas, robando... O ‘El juego del calamar’. Cuando lo vi, pensaba que no me tocaría.

¿Y sí?

Sí, jugaban al pajarito inglés con piedras. Cuando alguno se movía, en vez de decirle que se fuera para atrás y volviera a empezar, le tiraban piedras. Pedradas a la cabeza. La violencia es un estímulo constante. Y luego nos extrañamos de que aumente la violencia de género en adolescentes. Y ya no hablamos de la hipersexualización, que da para otra conferencia. Sexo, violencia y chicos y chicas muy jóvenes.

¿Esto tiene marcha atrás?

Me gusta pensar que sí, pero estamos llegando tarde. A las formaciones para familias acuden pocas y las que ya saben. Ya vamos mal, las familias que se tienen que preocupar no lo hacen, sus hijos seguirán haciendo las cosas incorrectas y no va a menguar el problema. Los profesionales, además, no nos actualizamos. Si a un médico le llega un adolescente con cortes debe plantearse si está haciendo un reto viral, para eso necesitas formación. Esto me ha pasado. Abrasiones en las manos que nadie sabía por qué eran y es que estaban jugando al abecedario del diablo. Los padres no ayudamos, los profesionales no nos actualizamos y, para colmo, la formación a los niños les llega tarde. Me llaman para primero y segundo de Secundaria, pero el móvil se lo damos en la primera comunión, cuatro años antes. Llegamos tarde y mal. Hay que cambiar esto, si no, irá a peor.

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