Sucedió en 1912, pero a nadie le extrañaría que el protagonista hubiera sido un youtuber inconsciente participando en uno de los peligrosos desafíos virales que tanto se estilan en los últimos años. En este caso era un sastre austriaco, nacionalizado francés, que había dejado la adolescencia atrás hacía tiempo y que tenía la vida resuelta, pues desde su llegada a París en 1898 contaba con una pudiente clientela.

Pero a Franz Reichelt le pudo su obsesión: quería volar como los pájaros. Para ello, inspirándose en diseños de Leonardo da Vinci, fabricó una especie de traje-paracaídas con el que, ni corto ni perezoso, decidió lanzarse desde la Torre Eiffel. El resultado, como era de esperar, fue fatal.

El suyo es uno de los primeros casos de "muerte en directo" que fue grabada. El acontecimiento había sido anunciado y dos cámaras quisieron ser testigos de lo que estaba llamado a ser un hecho histórico.

Corría el 4 de febrero de 1912 cuando el sastre del barrio de la Ópera se subió hasta la primera planta de la icónica torre parisina para el que sería su primer y último vuelo.

Ataviado con su extravagante traje de aviador, que esperaba que actuara como paracaídas, y desafiando a partes iguales las leyes de la lógica y de la gravedad, Reichelt se encaramó a 57 metros de altura.

Quería pasar a la historia como el inventor de un nuevo tipo de paracaídas. Había hecho numerosos bocetos, que luego plasmaba en tela e incluso ponía a prueba lanzando maniquíes por el patio de luces del edificio donde vivía en la calle Gaillon. No le arredró que todos ellos acabasen destrozados en el suelo. Su teoría era que eso ocurría por dos motivos: falta de altura y que los maniquíes no movían los brazos.

De modo que tomó la determinación de probar él mismo su invento y desde el sitio más alto que conocía y tenía a mano. Su diseño primigenio, que pesaba la friolera de 60 kilos, evolucionó hasta uno más liviano de solo 9, y que al desplegarse (ésa era la teoría) mediría 32 metros cuadrados. Suficientes, debió de pensar, como para planear y poder aterrizar sin mayores problemas.

El sastre con su traje volador antes del trágico salto mortal

El sastre con su traje volador antes del trágico salto mortal

Tras solicitar y obtener los correspondientes permisos de las autoridades para probar en la Torre Eiffel su invento con un maniquí, y contactar con los medios de comunicación para que lo presenciaran, Franz Reichelt subió hasta el primer piso con dos amigos.

Abajo esperaban cientos de curiosos y decenas de policías. También una de las cámaras que acudió a filmar la prueba. La otra subió con él para recoger desde arriba el "vuelo" del muñeco. Pero entonces el sastre desveló que sería él mismo quien probaría su traje volador.

Los agentes y sus compañeros trataron de disuadirle de que no era buena idea, pero él estaba tan convencido que hasta firmó un papel donde la policía le convertía en único responsable de las consecuencias de su salto.

Solo un par de días antes, un reparador de campanarios llamado Frederick R. Law se había lanzado en paracaídas desde el balcón que rodeaba la antorcha de la Estatua de la Libertad en Nueva York. Aunque cayó bruscamente, tuvo suerte y su invento se desplegó correctamente, tras lo cual aterrizó salvando la vida, como publicó el New York Times.

El salto en paracaídas desde la Estatua de la Libertad, relatado por el New York Times en 1912 NYT

Reichelt anhelaba esa misma fama. Aun así, unos eternos 40 segundos precedieron al momento de su salto. 40 segundos en los que seguramente le invadió la duda, pero debió de pensar que no había vuelta atrás. Saltó, abrió los brazos, pero cayó a plomo, dejando su cuerpo un hoyo de 15 centímetros de profundidad por la violencia del impacto.

Los medios locales no escatimaron detalles del suceso al día siguiente, pormenorizando su fractura de cráneo, columna vertebral y extremidades. Le Figaro escribió que sus ojos "estaban muy abiertos, dilatados por el terror".

La portada del diario Le Petit Parisien

La portada del diario Le Petit Parisien

Algunos médicos creen que pudo morir de un infarto durante el breve vuelo; otros creen que fue una "creativa" manera de quitarse la vida deliberadamente. Tenía 34 años y ha pasado a la historia, pero no como él soñó.