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Historia humana

Las dos caras de trabajar de 'au pair': una vida de ensueño o una pesadilla

Lo que debería ser un intercambio cultural a veces esconde explotación laboral

Paula García estuvo de ‘au pair’ en Italia y Estados Unidos.

Vivir como se vive en un país extranjero, en una familia con costumbres diferentes y aprender su idioma suena muy enriquecedor y es una experiencia que muchos jóvenes escogen para pasar algunos meses tras acabar sus estudios. A cambio, hacerse cargo de los niños, llevarles y recogerles del colegio, hacerles la comida, jugar con ellos y acostarlos.

En esto se basa ser 'au pair'. La familia se encarga de la manutención y el alojamiento en su propia casa, además de pagarle un salario mínimo a cambio de una ayuda con los hijos.

"Fue una de las mejores experiencias de mi vida", asegura Beatriz Martínez, una valenciana que, nada más terminar la carrera de magisterio, decidió perfeccionar su inglés mudándose a vivir por un año con una familia estadounidense en San Francisco.

La joven maestra decidió embarcarse en este viaje de la mano de una agencia. "Ellos sabían cuáles eran mis preferencias y cómo era yo, así que ellos se encargaban de encontrar familias que encajaran conmigo", recuerda. Además, la empresa se encargaba de tramitar los visados y todo el papeleo.

Ya en Estados Unidos y antes de llegar a casa de la que sería su familia, Beatriz hizo un curso previo en el que recibió formación en primeros auxilios y otras cuestiones útiles para el año que le esperaba. "Nos explicaban lo que debíamos cobrar, los días libres que debíamos tener y todo lo necesario para que nos fuéramos con todo claro", explica. 800 dólares al mes, alojamiento, comida y transporte incluidos, a cambio de cuidar a los niños, llevarles y recogerles del colegio y jugar con ellos. "Tenía todos los fines de semana libres, conocí a gente de otros países y pude viajar mucho", rememora.

Beatriz tuvo que cambiar de familia a mitad de su experiencia. "Cada familia es un mundo", explica. "La convivencia no siempre era fácil, la cultura americana es bastante diferente a la nuestra, pero fue muy enriquecedor". Cuenta que la echaron de un día para otro "de mala manera" y tuvo que echar mano de amistades que conoció en el país para encontrar dónde quedarse. "Encontré una nueva familia, pero tampoco fue muy bien con ellos, el niño de 2 años me pegaba".

Paula García, por su parte, ha trabajado como au pair en dos países diferentes. "Al acabar la carrera no sabía qué hacer, así que pensé en todo lo que quería, que era trabajar con niños, ir al extranjero, aprender idiomas y conocer a gente nueva, y eso se tradujo en ser au pair". Su primer destino fue Italia, donde pasó el verano. "Fue un sueño", asegura. "Era una familia de padres jóvenes con una bebé y me incluyeron desde el primer momento en la familia, el trato con ellos era genial", afirma. Por un sueldo de 300 euros al mes, "solo tenía que ayudar a la madre a cuidar de la bebé" ya que, tal como cuenta, era una familia acomodada, por lo que tenían cocineros y personal de limpieza. "Fui para un mes y al final me quedé dos semanas más", recuerda feliz.

Luces y sombras

Tras la buena experiencia en Italia, la joven decidió emprender otra aventura como au pair, esta vez de un año en Estados Unidos. "Era época covid, las fronteras estaban cerradas y fue muy complicado conseguir el visado", recuerda. Y bromea: "La vida me estaba poniendo trabas para que no fuera, tenía que haberle hecho caso".

La experiencia con su familia de Cincinnati la define como explotación laboral. "Fui porque la au pair que tenían antes estuvo dos años, y eso me dio confianza", comenta. "Trabajaba 10 horas diarias y cobraba 200 dólares a la semana, que es lo mínimo establecido". "Los padres solo levantaban y acostaban a las niñas, el resto me correspondía a mí", añade. Además, cuenta que la familia solo se hacía cargo de la comida, "cosas tan necesarias como un champú lo tenía que pagar yo".

Paula tuvo que lidiar con suciedad y malas condiciones durante seis largos meses, hasta que decidió marcharse de vuelta a València. "Había bichos y ratas, encontré excrementos de rata en mi cama y bocados en mi comida", recuerda. "Podría haberme cambiado de familia, pero me había ido tan mal que no quise quedarme más", añade.

La joven confiesa que su sueño americano se había convertido en una pesadilla. "Mi salud mental disminuyó muchísimo por estar trabajando todo el día. Allí pasaba días enteros sin salir de casa, sin desconectar, y no socializaba con nadie más". Sufrió ansiedad y estrés y perdió peso por no poder hacer las cinco comidas diarias, que suplía con café y pastillas de vitaminas.

Cada vez hay más chicos

La agencia Aupair Care es una de las que trabaja haciendo match entre au pairs y familias que buscan a alguien que les ayude con los niños. "Nos aseguramos de que cumplan todos los requisitos, como que hablen inglés, tengan experiencia con niños y conduzcan", aseguran desde la organización. Las edades de los au pairs oscilan entre los 18 años y los 26. Si bien es cierto que la mayoría son chicas, "cada vez hay más chicos que se animan, y eso es bueno", aseguran.

"La mayoría de experiencias son positivas, pero no todo puede ser siempre perfecto", declaran.

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