Una mañana de agosto, apenas una docena de personas se reunió en el Cementerio de Antigua, en la isla de Fuerteventura. El silencio sólo se interrumpió con el ruido del rasgar sobre el cemento, mientras el hombre que hacía las veces de sepulturero escribía “D.E.P inmigrante número 10”. En aquellos nichos improvisados yacían diez subsaharianos que se habían ahogado días antes al naufragar la patera con la que intentaron llegar a la isla. La escena se repitió una y otra vez en 2006 en Canarias: fue el año de la mal llamada “crisis de los cayucos”.

A 1.200 kilómetros de allí es otro cementerio, el de Tarifa, el que acoge los funerales improvisados de otro puñado de muertos sin nombre. La mayor crisis se vivió doce años después, en 2018: las llegadas por mar se concentran especialmente en el sur peninsular y superaron todos los registros anteriores.

Pocas cosas hay más azarosas y determinantes que el lugar donde se nace. Y la frontera sur de España es una de las puertas de entrada a Europa de los que no tuvieron suerte. Las llegadas de refugiados e inmigrantes en situación irregular -en su mayoría procedentes de África- son constantes, pero el uso de la migración por parte de Marruecos como arma de presión política, los conflictos armados o las políticas de entrada de otros países del sur europeo han variado la intensidad del flujo migratorio dando lugar a diferentes crisis de acogida, especialmente al calor de agosto, que han marcado la agenda política y mediática de aquellos años. 

Los ocupantes de una patera llegan a Alicante en una embarcación de Salvamento Marítimo.

La 'crisis de los cayucos' de 2006

En 2006, llegaron a las islas Canarias más de 10,3 millones de turistas. En avión o en cruceros, ataviados con bañadores, protector solar y dinero en la cartera, pasearon por sus calles y se bañaron en sus playas. Sin embargo, aquel año otro tipo de visitantes llegaron también por miles a las islas. Lo hicieron por mar, en cayucos, agonizando y habiendo perdido a compañeros en el camino. Fueron 31.678 personas, un número muy superior a las menos de 5.000 que lo habían hecho el año anterior. Ya en mayo, el Parlamento Canario llegó a aprobar una resolución a instancias del PP para que el Gobierno fijara como “prioridad inmediata de la Armada Española el blindaje" de las costas.

En términos geográficos, Canarias está en África. Ante el blindaje del sur peninsular, Ceuta y Melilla, muchos migrantes procedentes de Marruecos, Mauritania o Senegal escogen la ruta canaria para tratar de huir de la miseria, pese a que sus 1.400 kilómetros en el Atlántico la convierten en una de las más mortíferas del planeta.

 El 18 de agosto de 2006, en solo 24 horas, arribaron a Canarias en diferentes embarcaciones 512 personas. La crisis fue de acogida, con unos servicios públicos desbordados. En la playa de La Tejita, al sur de Tenerife, los bañistas tuvieron que socorrer más de una vez -y más de dos y tres- a quienes llegaban exhaustos a la costa, muchos incluso sin saber nadar. Las toallas de playa se convertían en mantas térmicas improvisadas contra la hipotermia.

La situación se desbordó porque quien recibía era una tierra de sol y playa en la que los visitantes no solían contarse por cadáveres. La entonces vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, trataba de exhibir mano dura: “Todo el que entra en España de manera irregular, más tarde o más temprano saldrá de España; esto deben saberlo tanto los que llegan como los gobiernos de los países de los que llegan”.

 Se activaron distintos espacios para acoger y asistir a los inmigrantes: naves, polideportivos, aeropuertos e incluso comisarías. El Ministerio de Defensa trató de blindar Canarias con una operación para controlar los espacios aéreo y marítimo en apoyo de las iniciativas de Interior, y nació el Plan África para poner freno a la migración cooperando con los países de salida. El entonces consejero de Presidencia y Justicia canario, José Miguel Ruano, aseguró que había buques nodriza que transportaban los cayucos y los lanzaban cuando estaban a diez millas del litoral canario. La existencia de este tipo de barcos no se ha podido constatar desde entonces. 

Llegada de 79 migrantes a Gran Canaria. Ángel Medina G.

En el verano de 2020, en plena pandemia, el número de llegadas por la ruta canaria volvió a repuntar y desbordó una vez más la infraestructura de recepción de las islas, dejando durante días a los migrantes hacinados, sin condiciones salubres y durmiendo a la intemperie en el muelle de Arguineguín. Fueron 23.023.

Récord en el Estrecho en 2008

 Las aguas del Estrecho son una fosa común. Miles de personas han muerto o desaparecido en la travesía de apenas 14.000 metros que separa África de España. Cuando sopla el viento de poniente, la mar se amansa y las nubes dejan entrever tierra al otro lado. Si cambia a levante, la travesía puede convertirse en tragedia. En noviembre de 1988 se registró el primer naufragio de una patera en las costas españolas. Murieron ahogadas 18 personas y sólo aparecieron nueve cadáveres. Uno de ellos arribó a la playa de Los Lances, en Tarifa, Cádiz, y su imagen tendido sobre la arena justo a la barca quedó registrada en una fotografía histórica.

En 2005 fue otra fotografía, la del Pulitzer Javier Bauluz, la que dio la vuelta al mundo. Los cadáveres en una playa de Zahara, Cádiz, mientras los bañistas seguían disfrutando del sol pusieron el acento en la indiferencia de los españoles ante la tragedia que se vivía en sus aguas.

 Pero el mayor número de personas que llegaron de forma irregular por la península y baleares se produjo en 2018, treinta años después de aquella primera patera. España recibió 54.703 inmigrantes por esta vía, un número mayor que la suma de los 8 años anteriores. Hubo 769 personas que murieron en el intento. La política de puertos cerrados que habían impuesto Malta e Italia y un acuerdo sellado entre la UE y Turquía convirtieron a España en la ruta más viable, especialmente para los refugiados sirios.

Al año siguiente, las cifras cayeron a casi la mitad. No es que los motivos que impulsan a emigrar hubieran cambiado: el Gobierno acordó con Marruecos cerrar el grifo migratorio; las muertes siguen, pero lo hacen a más millas de las costas españolas.