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Son Estrella Galicia Posidonia

Festivaleros con "superpoderes" en el Son Estrella Galicia Posidonia de Formentera

Circularidad y fomento de la sostenibilidad en un evento al que asisten desde coleccionistas de festivales a un grupo de mujeres ataviadas con kimonos en viaje de despedida de soltera

El festival Son Estrella Galicia Posidonia de Formentera. J.M.L.R.

"Solos no vamos a cambiar el mundo". Víctor Mantiñán, responsable de Patrocinios Musicales e Impacto Positivo de Estrella Galicia, repite el mantra de esta edición, que tiene como título ‘Inconformismo’. No sólo es gastronomía, música y espectáculo. El festival Son Estrella Galicia Posidonia añade la sostenibilidad como sello de marca: escuchas rock, pero al mismo te bombardean con mensajes que conciencian sobre el ecologismo, la sostenibilidad, la circularidad.... "Cosa de todos", repite Mantiñán, que explica una y otra vez a quien se le ponga delante todas la acciones paralelas y ligadas al evento que tienen una marcada intención medioambiental, condición sine qua non el Consell de Formentera no les respaldaría. No quieren pasar por la isla dejando un rastro de basura a su paso, sino que se les asocie a marca que reduce la huella ecológica hasta el extremo. Al menos es la intención.

Acaban de limpiar la playa de es Migjorn. Todos los plásticos recogidos, cuenta Mantiñán, van a ser convertidos por Filippo Fiumani en una obra de arte delante de los ojos de las 300 personas que lograron una entrada a esta edición, agotadas en menos de dos horas. Cada trozo de derivado del petróleo es machacado con una bicicleta adaptada para ese propósito. Una parte se convertirá en esa obra de arte, un cuadro, y otra en llaveros. A lo largo de la noche, Fiumani lo compone pieza a pieza: una chancla por ahí, un tornillo por acullá, una chapa en medio... De ese tramo de costa han extraído hasta una botella de gas propano. Entre las dunas, donde está prohibido pisar, hay hasta chupetes.

Espectáculo gastronómico

Disponen de recipientes para un triple reciclaje de los restos del espectáculo gastronómico cocinado por Diego Guerrero y Pepe Solla. Buena parte de los vasos soportan 300 usos y los platos son compostables. Las barras donde se sirven la comida y las cervezas han sido creadas a partir de restos de bateas gallegas, mejilloneras «medio podridas» que pulen y reutilizan para estos fines. Ninguna barra es igual.

Aquí se recicla casi todo, incluso sirven pan elaborado con los restos de la fermentación de la cerveza: pan de moa. «Es una demostración de que la economía circular aplicada a la gastronomía es posible», señala Mantiñán, encargado de impartir un taller de cerveza «traducido al lenguaje musical» en el que los invitados pueden paladear una docena de referencias. Mediante un QR también se les informa de qué plato marina mejor con cada tipo, porque la negra no combina bien con cualquier vianda, avisa. Recomienda untar en el pan de moa con Savel, un queso azul que causa furor entre los gallegos que organizan este evento. Su sola mención provoca en ellos los efectos del experimento de Paulov. Xesus Mazaira, de la quesería Airas Moniz (nombre de un trovador del siglo XII), ubicada en la Ribeira Sacra, se pasa la noche cortando ese y otros quesos que produce con la leche de sus vacas de raza Jersey: "Nada de pienso, todo pastoreo", cuenta sobre lo que rumian. También produce uno exclusivo para el chef Pepe Solla, el Melia, a partir de leche semicocida y que recibe el nombre de la madre del cocinero, explica Mazaira. Sólo para él, aunque esa noche lo prueban los participantes en el festival.

Hay comida de sobra, pero Víctor Mantiñán reclama contención a los comensales: "Pedimos corresponsabilidad a la gente". Todo lo que sirven es gratis, de ahí que les pida que sean comedidos, que no llenen sus platos exageradamente. El objetivo es que las papeleras de orgánica queden vacías. Ya se sabe: ante todo, sostenibilidad. No todos hacen caso, claro.

"La primera vez llegamos a Formentera como unos paletos", admite el responsable de Patrocinios Musicales. Lo hicieron cargados con todo lo que necesitaban. Todo. Ahora intentan tener aquí "aliados", tanto empresas como trabajadores locales, lo que en el fondo les beneficia, pues pueden delegar en ellos muchas tareas. Por ejemplo, Helena Amaral, una formenterense, elabora las pulseras que sirven de salvoconducto para poder asistir al evento. No son de plástico ni de tela, sino de cuero, y deben ser remachadas por Amaral o sus colaboradoras al entrar, pues tienen un cierre especial. Las barras son atendidas también por gente de la isla. A base de ensayo y error, tras seis ediciones, poco a poco van perfeccionando el festival, que se plantean hacer más grande. ¿Cómo? Quizás más días, quizás en épocas diferentes. Está todo sobre la mesa y ya han empezado a sondear al gobierno local. Pero lo que tienen claro es que hay demanda de sobra: si 300 entradas cayeron en dos horas, ¿por qué no más?

Lo de no saber quién subirá al escenario ejerce de imán, al contrario de lo que algunos auguraron cuando surgió este festival. Una pareja asiste desde hace cuatro años. La tarde del viernes podrían haber averiguado, simplemente a través de un link facilitado por la organización, quién tocaría esa noche, pero ambos prefirieron seguir en ascuas un rato más. Cuando supieron quiénes serían los artistas se llevaron, admiten, la sorpresa de su vida: DePedro, una de cuyas canciones forma parte de su particular historia sentimental, con la que se enamoraron; Lori Meyers, el grupo de Loja al que no conseguían ver, siempre por imponderables, pero que el sábado están a un metro de ellos, sobre el escenario robusto pero sencillo ubicado frente al mar y la playa de Migjorn, en los jardines y sobre el césped del hotel Gecko.

Ana (madrileña) y François (francés) son coleccionistas de festivales musicales: «Y si valoran el entorno y dan buena comida y bebida, mejor», cuenta ella. Les da igual que sean «grandes o pequeños, exclusivos, como este, o no». Al Son Estrella Galicia Posidonia han venido ya en tres ocasiones. Cuando salen a la venta las entradas se pasan la mañana «pulsando hasta que se pueden adquirir». Lograrlas no es fácil, aunque se ve que hay expertos en conseguirlas, pues no son pocos los que no se han perdido ninguna de las seis convocatorias. En 2022, Ana y François ya han asistido al Ribeira Sacra (en julio, actuaron Alice Wonder, Manel…), al Sinsal, al Primavera Sound, al Mad Cool…

Para otros, la sorpresa fue venir, no sólo quiénes actuarían. Es lo que le pasó a Gema Rodríguez, a quien sus amigas trajeron a ciegas desde Alicante para ‘despedirla’ de soltera. Vistieron a Rodríguez de luchadora de sumo, mientras sus siete amigas escogieron sedosos kimonos rojos: "Vine engañada. No sabía nada", cuenta Rodríguez, que se casa en 2023, con tiempo, dice bromeando (o quizás no), para echarse atrás.

Excursión y miniconcierto

"Nos apoyaremos en la barra del bar y allí, gracias a nuestros superpoderes, arreglaremos el mundo", propone Jairo Zavala, DePedro. Pero la noche del viernes, esa barra de bar es, el escenario y la explanada donde los 300 corean cada canción del madrileño, especialmente su versión de ‘Llorona’. Desde la barra, DePedro y su banda intentan alejar todos los malos pensamientos acumulados en los años de la pandemia. Ya lo avisó en la entrevista publicada por este diario: aunque el entorno fuera propicio para un concierto acústico, tranquilo, sosegado, metería caña. "Espero que la gente se traiga zapatos cómodos, que vamos a mover al personal", avisó. Él y otros tres. Así fue. Ni un minuto de reposo, sin concesiones a la tristeza, a lo sumo, a la "esperanza" y al amor efervescente: "Pero qué romántica es esta canción", exclama una espectadora al escuchar ‘El puñal’, al oír el verso "hay colores que no estaban en mi repertorio, tú lo sacaste de la chistera, hiciste el truco, prendió la hoguera". Animal de escenario, también se baja de él para cantar rodeado del público, al que no para de animar para que salte y baile. Actuar, esa "segunda oportunidad" que desde el escenario confiesa que siempre le da la vida y que exprime en cada concierto como si fuera la última.

Los 300 fueron ayer por la mañana de excursión a tres parajes de la isla, entre ellos a ses Illetes, donde asistieron, bajo la sombra de las sabinas, a un miniconcierto (seis canciones) con guitarra y ukelele ofrecido por las dos componentes de Guada.

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