Lleva más de veinte años al frente del diario Clarín de Buenos Aires, al que ha sometido en los últimos tiempos a profundas transformaciones, sobre todo en el ámbito digital. La influencia de su periódico y su propia figura convierten hoy a Ricardo Kirschbaum en un referente del periodismo en español. Lo entrevistamos en Madrid, en el curso de un viaje, con motivo del primer aniversario de El Periódico de España, diario del grupo Prensa IbéricaSegún él, el futuro del periodismo dependerá de que se mantenga alto el nivel de calidad de los diarios. Kirschbaum tiene 73 años y es de Tucumán, Argentina.

¿Cuál es su diágnostico de este momento de la prensa? ¿Cuál es la enfermedad, cuál es la cirugía?

Yo creo que el periodismo tiene la crisis de la industria y la crisis de la audiencia. La industria está en un periodo de transición, en el cual los dos pilares que sostenían al periodismo tradicional, la circulación y la publicidad, están en crisis. O por lo menos son factores que cada vez aportan menos al sostenimiento de la empresa. Por otro lado, está el desarrollo de estrategias para sostener al periodismo. Y ahí llegamos a un punto central: lo único que salvará al periodismo es el periodismo de calidad. Con lo cual las empresas que han pasado del método tradicional al desafío digital, han puesto a todos los jugadores más o menos en el mismo plano. Esos sí, los jugadores que tienen un prestigio ganado a través de los años tienen una ventaja respecto a los nuevos. Pero el contexto hace que cada empresa tenga que desarrollar una estrategia de supervivencia y de afirmación en este nuevo mundo. Me refiero, por ejemplo, a las suscripciones. Las suscripciones implican un compromiso del lector para adherirse a una propuesta periodística para sostenerla. Tiene mucho que ver con el hábito que había de comprar periódicos, pero para eso es necesario que el lector reciba un producto de calidad, con historias que interesen a la gente y que se adapten a las nuevas formas de dar un relato.

¿Cuáles son esas formas?

La incorporación de nuevos lenguajes audiovisuales e interactivos que mantengan al lector interesado y que le den otras dimensiones de la información, diferentes a las que encontraba en el papel. Al texto y a la fotografía se le agregan más elementos en la versión digital. Pero, a su vez, el periodismo sigue teniendo reglas que van más allá de los nuevos lenguajes que se deben mantener: la precisión, la certeza, la honestidad de contar lo que sabemos y lo que dudamos y tratar de evitar el efectismo. Este es un tema muy central en las redacciones que están viviendo una transición del papel al digital. Yo sigo creyendo que los periodistas que se formaron en la era de papel, por decirlo así, son más sólidos que los que se han formado en los últimos años sólo en digital. Otra cuestión es que por la fragmentación del mundo en nuevos ordenamientos políticos, económicos y culturales, existen cuestiones que están influyendo en el trabajo periodístico: formas de tensión inéditas como la polarización política, algo que se expresa de muchas formas en la sociedad. Creo que el fuerte impacto de las redes sociales está provocando un fenómeno de polarización que hace que la gente vaya a los medios para reafirmar sus propias convicciones. Eso provoca que los medios le den a su público el material que él quiere para eso, para certificar sus convicciones. Entonces, esto crea un fenómeno de dependencia de las audiencias que puede subir la cantidad de tus suscriptores, pero también que, cuando les parezca que has abandonado determinada posición, elijan irse. Antes también había lectores desencantados, pero ahora este fenómeno es mucho más inmediato y mucho más perceptible. Bueno, pues los medios y las audiencias hacen un juego de espejos en donde los medios quedan como rehenes de su propia audiencia y no puede salirse de un molde determinado. Eso es un peligro que yo veo cada vez más acentuado.

¿Hasta qué punto el periodismo de calidad se está viendo afectado por las redes sociales?

Es algo inevitable. Pero hay que tratar de que el periodismo que no tiene calidad la tenga. Las redes están llenas de ejemplos que se extinguen pronto, con lo cual los editores deben tener muy presente que no necesariamente la cantidad de páginas vistas que tiene un medio es sinónimo de que le está ofreciendo una buena información a sus lectores. Y las empresas de publicidad que se fijan en eso, deben saber que la cantidad de páginas vistas no necesariamente implica la existencia de una audiencia que consume la publicidad que ofrecen. Uno debe ver que no importa tanto la cantidad de suscriptores que uno consigue como la calidad de la información que ofrecemos. En Argentina una suscripción digital mensual en promoción cuesta algo así como un periódico del domingo. Eso implica que el papel todavía vale más. Entonces hay que procurar que la caída del papel sea lo más lenta posible para que dé tiempo de que la versión digital se fortalezca. De todas maneras, siempre ha habido muchas profecías sobre el fin del papel y no se han cumplido todavía. El papel sigue tenido una jerarquía simbólica. Es como si el papel legitimara determinadas informaciones. El periodista que ve publicado su trabajo en papel todavía siente que tiene más importancia lo que ha hecho.

¿No será que el periodista que sabe que su trabajo se publicará en papel tiene más cuidado en lo que hace?

Sí, hay algo de eso también. Parece, y espero no cometer un error de apreciación y de justicia, que el periodismo digital es más liviano. Pero en digital puedes rectificar si te equivocas, en papel no. En Internet a veces se corrigen dos o tres veces los textos. Bueno, también hay quien no corrige nunca, je je. En Internet funciona mucho más la horizontalidad que en el papel. Internet va más rápido y la intervención de los editores es menor. O sea: muchas veces el periodista escribe y de inmediato sube a la web sus materiales sin que pasen por las manos de un editor. Una redacción digital es mucho más horizontal que una redacción de papel. Por los tiempos, por las tradiciones, qué sé yo. También hay otro elemento: lo digital te da inmediatamente el 'feedback' de lo que estás haciendo. Eso es bueno y es malo, pero uno puede medir la eficacia y el impacto de una noticia. El peligro es sólo ofrecer temas que dan 'clics'. No, hay que dar temas con mucha calidad aunque no nos den mucha audiencia inmediata. Porque eso nos da calidad y personalidad.

¿Qué es para usted lo invariable del periodismo que ha conocido?

No puedo darte una respuesta simple. Yo creo que el periodista, cualquiera que sea su edad, tiene que tener siempre pasión y entusiasmo por lo que hace. Una emoción violenta que hay que tener para cumplir con los requisitos y el protocolo básicos del periodismo. Eso se traduce en responsabilidad a la hora de informar: fuentes confiables, datos verificados, eliminar rumores…

Usted vive una realidad, la argentina, muy polarizada políticamente. ¿Qué debe hacer un periódico de calidad para resistir esa tormenta?

Estamos viviendo una realidad muy tensionada, sí. Eso implica que se nos demande un periodismo que influya en la realidad. Pero, a ver: sin duda el contexto influye en lo que hacemos, pero hay que tener cuidado y tratar de cumplir con los requisitos básicos del periodismo. Aunque muchas veces es inevitable tener opiniones sólidas y fuertes sobre algunos temas. En los 20 años que llevo al frente de 'Clarín', ha habido muchas presiones para el periodismo independiente. Nos hemos tratado de salvar de la mejor manera posible. Debo admitir que quizá hemos cometido errores… Pero, como he dicho, el periodismo tiene que ver con el contexto en el que se hace: no es lo mismo hacer periodismo en Argentina que en Suiza. La realidad de la Argentina es una realidad afectada por una crisis económica muy honda, con una situación social muy tensa y… todo eso impacta también en el consumo de la información. Nosotros hemos desarrollado una estrategia de suscripciones y hoy somos el periódico con más suscriptores del mundo de habla hispana. Estamos superando los 530.000 suscriptores.

¿Y a qué obliga ese altísimo número de suscriptores?

Nos obliga a tener una oferta informativa interesante para distintas edades, distintos intereses sociales, culturales… Nos obliga a cumplir con la razón de nuestra cabecera: que la gente se acerque a nosotros porque confía en nosotros, en nuestra tradición de hacer buen periodismo. Los públicos están teniendo una relación más laxa con los periódicos, pero cuando existe una pulsión informativa, una crisis de gobierno, por ejemplo, acuden a la cabecera que les da confianza. Y eso nos obliga a estar siempre preparados para retribuir esa confianza. Por eso, como periodistas, debemos estar formándonos siempre, cultural y políticamente, para tener una visión diversa de la realidad o para especializarnos en alguno de sus rubros.