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Violencia y humillación: el ‘todo vale’ por el like

El escándalo por una agresión en directo en TikTok y las acusaciones por comentarios racistas de populares streamers ha reavivado el debate de los límites en las redes

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A. Chao | @AlbaCh1

Una bofetada en TikTok. Siendo precisos, una presunta agresión machista en pleno directo por la que piden hasta un año de prisión. “Es mi padre”, primero. No, era realmente su pareja al que se veía arremeterle un fuerte golpe en la cara mientras conversaba en línea. “Todo fue un show. Lo hicimos por fama”, después. Luego, otro directo, “solo me ha dado dos palizas en mi vida y porque había visto cosas”, trata de justificar.

Hace unas semanas se desataba la polémica en redes después de que cientos de personas viesen en vivo esta violenta escena y se hiciese viral. Tras unos días, la víctima acudía a los juzgados acompañando al presunto agresor, insistiendo en que todo había sido un paripé.

“Habría que ver hasta qué punto el cambio de versión en ella es real”, analiza Belén Montesa, psicóloga con amplia experiencia en el ámbito de la educación, sobre este caso concreto. “De ser cierto que era algo pactado, demuestra un comportamiento patológico por parte de ambos al ponerse en esa identidad con un tema tan delicado solo para conseguir seguidores. Patológico y sádico”, apunta.

Pero, más allá del trasfondo de este caso en particular, no es el único ejemplo del ‘todo vale’ por los likes, los seguidores y la fama así como el rédito económico que esperan sacar de ello: familias que se inventan enfermedades para pedir donativos, ‘influencers’ que hacen gala de prácticas sexuales abusivas o que convierten la polémica y el escarnio a otros -incluso a personas especialmente vulnerables- en su fuente de contenido.

En este sentido, esta misma semana se ponía el foco en los streamers AuronPlay y Biyin por comentarios filonazis y chistes inaceptables sobre cuestiones tan delicadas como la desaparición del niño canario Yéremi Vargas o personas con discapacidad. Humor negro, dicen.

Lo mismo sucede con los retos virales. “La moda de los padres que lanzan una loncha de queso a sus bebés, graban la reacción y la comparten en redes sociales es terrible”, censura Montesa, ya que “este tipo de ‘bromas’, en algunos casos a menores, se basan en la humillación” e incluso “llegan a incumplir la legislación de protección del menor”.

La psicóloga establece un paralelismo entre estas conductas y la pornografía. “Los humanos tenemos ciertas tendencias sádicas en lo que miramos. Por ejemplo, en una película en la que vemos determinados sucesos”, explica. Y esto entra dentro de la naturaleza de las personas, sin embargo “el problema es que está saltando de la ficción a escenas de la vida real, falta esa capacidad de diferenciar qué es realidad y qué es ficción, algo así como lo que ocurre con el porno”, donde todo está guionizado, pero cuya frontera entre realidad y ficción lleva tiempo desdibujándose, con las consecuencias que acarrea.

"Falta capacidad para diferencias qué es realidad y qué ficción, como pasa con el porno"

Belén Montesa

— Psicóloga

A esto se suma la necesidad que generan las redes sociales de ser mirado “aunque el precio sea someter o someterse a la denigración”.

Los menores son además mucho más permeables a este tipo de influencias, ya que “tienen mayor necesidad de sentirse queridos, aceptados y pertenecientes a un grupo”, explica la psicóloga. Sin embargo, de nuevo insiste en que no se puede generalizar. “No podemos decir que todos los jóvenes tienen estos comportamientos”, aclara. Es más, “son síntoma de carencias, de falta de límites y valores que los llevan a buscar una identidad y reconocimiento a cualquier precio en un momento, la adolescencia, ya de por sí lleno de turbulencias emocionales”.

En este sentido, para la Dra. Eva Herrero Curiel, profesora de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid, estamos ante un tema “muy complejo” que requiere un análisis profundo más allá de un caso concreto y el “todo vale por la fama”: “Tendríamos que ver, desde el punto de vista psicológico, hasta qué punto el uso de las redes sociales está afectando a nuestra salud mental, más aún en una época de turbulencias a nivel emocional y en la que aún nos estamos formando como individuos como es la adolescencia”. En su opinión, estamos ante un problema social que debería llevarnos a reflexionar: “¿Qué está pasando para que alguien crea que la violencia de cualquier tipo, o la mentira, vaya a repercutirle en términos de fama y dinero?”, se pregunta y concluye: “Hay que hacer mucha pedagogía, y no solo con los jóvenes”.

"Hay que hacer mucha pedagogía y no solo con los jóvenes"

Eva Herrero Curiel

— Profesora de Periodismo

Vanessa Rodríguez, psicóloga, psicopedagoga y experta en neuroeducación, añade otro punto de vista. En el caso de los adolescentes “cabe preguntarnos si ellos viven ciertos hecho como denigrante. Tendemos a ver sus comportamientos con una visión adultocéntrica y lo que puede ser denigrante para nosotros puede no serlo para ellos”.

Además, los nativos digitales “no tienen esa diferenciación que tenemos los migrantes digitales entre el mundo online y offline, sino que para ellos convergen”. Por esto, en su opinión, para lograr conductas seguras lo importante es “acompañarlos en el uso de las redes y enseñarles a diferenciar en cualquier ámbito, también en el online, los espacios públicos, privados e íntimos”.

"Debemos enseñarles a diferenciar los espacios públicos, privados e íntimos"

Vanesa Rodríguez

— Psicóloga

Rodríguez ofrece otra recomendación: “Diálogo”. Para establecer esa comunicación, añade, “debemos primero escuchar, tratar de entender su visión y, a partir de ahí, introducir interrogantes y pensar en común”.

La culpa del que mira

En toda esta ecuación falta un elemento imprescindible, el que mira: “Tanta responsabilidad tiene el público, el que ve y se ríe de determinados contenidos, como el que los crea”, sentencia de nuevo la psicóloga Belén Montesa.

“Si hubiese una censura social generalizada hacia este tipo de comportamientos, el resultado sería muy distinto, no se ven como actitudes que incluso incumplen las leyes de protección del menor”, ahonda.

Las (no) agresiones en redes

Y es que hay cierto tipo de violencia a través de las redes sociales que sigue sin identificarse como agresiones. Nadie duda que el ciberacoso, la sextorsión, el grooming o el happy slapping son actos de coacción y crueldad, pero existen otras conductas lesivas aceptadas.

En realidad los comportamientos violentos normalizados en redes sociales son los mismos que están normalizados fuera”, aclara Vanesa Rodríguez, “aunque sí que se ven amplificados”.

Belén Montesa pone el foco también en la distancia que proporciona la pantalla. “El cuerpo compromete, y ese factor no existe en redes sociales. No se piensan o miden las circunstancias y además existe cierta impunidad”, apunta.

Lo que nos hace humanos, explica, “es el ser cuidadoso, que lo que hacemos no caiga en saco roto, debemos cuidarnos, no todo se puede”. Con una reflexión similar concluye Rodríguez, “debemos ayudar a los jóvenes a tomar conciencia de que al otro lado hay alguien con sentimientos y que sus actos afectan igual en el mundo online como en el offline”.

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