ACCIDENTE DE LOS JUMBOS EN LOS RODEOS | LOS NOMBRES DEL 27M

Guerra Fría en Los Rodeos

Estados Unidos y la URSS analizaron con todo detalle lo ocurrido aquel domingo en Tenerife Norte | La CIA trabajó sobre el terreno

Un guardia civil monta guardia en la cola de uno de los Jumbos.

Un guardia civil monta guardia en la cola de uno de los Jumbos. / EFE

Jorge Dávila

Tal día como hoy de hace 46 años, los teléfonos sonaron a discreción en la Casa Blanca y en el Kremlin. Estados Unidos envió a agentes de la CIA para recoger pistas sobre el terreno en el que chocaron los Jumbos, pero la KGB tampoco perdió detalle de lo que estaba ocurriendo en Tenerife Norte.

El independentista Antonio Cubillo estaba en el punto de mira de la CIA mucho antes de que sus agentes se presentaran en las primeras horas de la mañana del 28 de marzo de 1977 en el lugar en el que se cruzaron los Jumbos. En realidad, aterrizaron en Los Rodeos en un reactor militar –fue una de las pocas operaciones autorizadas– horas después del impacto entre los Boeing de KLM y Pan Am. Al rato se abrió un pequeño corredor de emergencia para la llegada de altos cargos e inspectores de catástrofes aéreas. Algunos realizaron ese tránsito a través de Gando y luego se embarcaron en la capital grancanaria con rumbo al puerto de Santa Cruz de Tenerife.

Aunque el informe de culpas no señala a Cubillo como pieza que influyó directamente en este suceso, todas las partes que intervinieron en la investigación advirtieron que si no se hubiera cerrado Gran Canaria por la acción y amenaza terrorista del Mpaiac la historia sería otra. Estados Unidos sabía de la existencia del abogado lagunero y la URSS esos años siempre dormía con un ojo puesto sobre su eterno rival en la Guerra Fría. Esta cansina contravigilancia fue lo que originó que estadounidenses y soviéticos descubrieran San Cristóbal de La Laguna el 27 de marzo de 1977.

Tres agentes de la CIA y funcionarios de la embajada de Estados Unidos en Madrid obtuvieron el sí del Gobierno del centrista Adolfo Suárez, presidente preconstitucional de España, para manejarse con libertad de movimientos por el perímetro por el que se esparcieron los restos de las aeronaves. Se alojaron en el hotel Mencey santacrucero, pero antes dieron órdenes para que se acotara la zona y ésta quedara bajo el control de la Guardia Civil: en las primeras horas de la tragedia los reporteros gráficos llegaron a estar a metros de las piezas en llamas y el descontrol con respecto a las personas [muchos voluntarios escucharon la noticia por las emisoras de radio y entraron en el campo de vuelo a través de un vallado roto con la intención de auxiliar] que transitaban por la zona cero obligó a marcar unos límites en los que sólo podían estar personal del aeropuerto, Cruz Roja, equipos policiales [Guardia Civil, Policía Armada y agentes municipales] y militares. No todos los restos se pudieron recuperar antes del anochecer del 27 de marzo [algunos no se identificaron porque se vieron afectados por unos altos niveles de quemaduras, casi chamuscados, o se trataba de miembros que habían sufrido algún tipo de amputación al entrar en contacto con los fuselajes] y los agentes de la CIA volvieron con las primeras luces del día a La Laguna. Sólo los soldados de Artillería permanecieron entre los herrajes rebuscando en una parcela aún humeante con los estadounidenses y los peritos de las aseguradoras.

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minutos de incendio

Los bomberos no lograron extinguir las llamas desencadenadas a raíz de la colisión de los Boeing 747 hasta pasadas las tres y media de la mañana del 28 de marzo.

Envalentonado por la visibilidad que halló su causa en menos de 24 horas, Cubillo no dudó en declara que «estamos en guerra». Esa frase podía significar poca cosa para los gobernantes españoles, pero en los oídos de naciones con callos en mil batallas casi se convirtió en una declaración belicosa. El desastre estaba aquí, pero en Madrid se multiplicaron los cables de condolencias –el de Jimmy Carter y la reina Margarita de Holanda tenían un sentido de pésame y ánimo a los familiares por las cientos de pérdidas humanas–, pero también llegaron los habituales comunicados de «yo no fui», remitidos por países con grandes servicios secretos que decidieron moverse [Marruecos, Argelia, Francia, Reino Unido, Israel] antes de que se empezara a clarificar que, por esta vez, el error humano estaba por delante de la propaganda del Mpaiac, que aún no había puesto la bomba en el monumento a Cervantes de Madrid o en la sede lagunera del Banco de Vizcaya, acto terrorista en el que murió el artificiero Rafael Valdenebro Sotelo, la única víctima mortal atribuida oficialmente al proyecto de Cubillo. Estas dos acciones se dataron en los meses que siguieron al accidente de los Jumbos, exactamente, en 1978.

También en el año en el que Argentina conquistó su primer Mundial, el de Mario Matador Kempes, el cerco a Antonio Cubillo en Argelia se estrechó. Estados Unidos, ya con el informe de culpas medianamente aclarado [el capitán holandés Van Zanten despegó sin autorización, los pilotos y la torre de control de Los Rodeos no emplearon el lenguaje adecuado, la tripulación de Pan Am se confundió de salida y la congestión aérea afectó a las operaciones], intentó meterle mano al tinerfeño, pero no lo logró gracias a las labores de contraespionaje de los argelinos, que sí que se vieron sorprendidos en un intento de asesinato fallido, encargado al sicario José Luis Espinosa Pardo por orden de los servicios secretos, que acabó con varias cuchilladas de gravedad, la posterior expulsión del canario del Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (1979) y el abono de una indemnización de más de 150.000 euros al letrado lagunero como compensación del ataque.

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El Tribunal Supremo informó en enero de 2014 que no creía que llamar «terrorista» al abogado Antonio Cubillo (1930 / La Laguna - 2012 / Santa Cruz de Tenerife) vulneraba su derecho al honor y, además, concluyó que la explosión que se atribuyó el Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (Mpaiac) en la floristería del aeropuerto de Gando, que obligó a cerrar las instalaciones aeroportuarias y a desviar el tráfico aéreo a Tenerife Norte ante la posibilidad de que hubiera más artefactos, fue la causa que originó el choque de los Jumbos en Los Rodeos. Ese accidente se saldó con 583 fallecidos y 61 heridos. La sentencia emitida en el invierno de 2012 puntualiza que el término utilizado puede ser «grave» pero que no «se trata de meras insidias carentes del más mínimo fundamento». El Tribunal Supremo, pues, sólo ratificó una sentencia emitida en primera instancia por un juzgado –falló en contra de la petición de Cubillo para que se condenara al periodista Javier Chavanel por referirse a él en estos términos durante un programa en 2008– y, posteriormente, la confirmación de la Audiencia Provincial. El Supremo insiste en que es el propio Antonio Cubillo quien reconoció en varias ocasiones su pertenencia al Mpaiac. | J.D.

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