Agresivo, frío y con comportamientos antisociales. Así describen los forenses a Francisco Javier M. B. de 44 años, el acusado de haber matado a sus padres y a su hermano a cuchilladas tras una discusión en el barrio Juan XXIII Segundo Sector de Alicante el pasado mes de septiembre. El informe psiquiátrico, al que ha tenido acceso este diario, descarta que el acusado padezca patología mental alguna o que actuara bajo un brote psicótico, aunque hace constar que éste ha sido adicto a múltiples sustancias desde su juventud y que es propenso a reacciones agresivas y a arranques de ira mientras se encuentra bajo el síndrome de abstinencia.

La defensa, que ejercita el abogado Manuel Vives, había pedido un informe psiquiátrico para determinar la imputabilidad del acusado debido a la larga adicción de éste a las drogas. A la vista del resultado, la defensa se está planteando la posibilidad de reclamar un nuevo informe, al considerar que estas adicciones pudieron tener una intervención decisiva en el trágico desenlace.

Los tres cadáveres fueron encontrados la madrugada del 15 de septiembre del año pasado después de que el presunto homicida llamara al servicio de Emergencias para alertar de lo ocurrido, aunque el sangriento suceso tuvo lugar el mediodía del jueves. La hipótesis que se baraja es que el presunto homicida tuvo una fuerte discusión con su hermano que terminó a cuchilladas. Esta víctima presentaba más de una treintena de puñaladas, alguna de ellas cortes causados cuando trataba de repeler la agresión. Posteriormente, el sospechoso habría esperado a que sus padres llegaran a la vivienda por separado para acabar también con sus vidas. José M.M. y Encarnación B.,S., recibieron al menos once puñaladas cada uno y sin apenas tiempo para poder defenderse. La investigación apunta que el acusado tenía numerosos conflictos con su familia, debido a que éste habría llegado a robarles para comprar drogas.

En la entrevista psiquiátrica, el acusado aseguró que no recordaba nada de lo que pasó ese día. Los forenses destacan que «durante toda la entrevista trata de decir que no recuerda nada, pero cuando se trata de algo que cree que es favorable a sus intereses sí que lo recuerda e incluso modifica su respuesta». Es el caso de la herida que el acusado presentaba en el abdomen, que se sospecha que pudo ser una autolesión, y de la que sin embargo éste trataba de convencer a los forenses que se pudo producir durante el forcejeo con su hermano.

El informe destaca también que el hecho de que el acusado enviara un Whatsapp al trabajo de su madre cuando ésta ya había fallecido diciendo que estaba enferma no indica que el acusado sufriera alguna alteración mental. Tampoco lo indica para los forenses el hecho de que el agresor hubiera tratado de limpiar la sangre de la casa. Del mismo modo, del momento en que el procesado llamó al 112, ni cuando estuvo en los calabozos se desprende para los forenses que éste sufriera algún brote psicótico.

Ideas suicidas bajo sospecha

Ideas suicidas bajo sospechaEl informe psiquiátrico señala que el presunto homicida presentó una gran frialdad afectiva durante toda la entrevistas sin reflejar arrepentimiento, ni reacción emocional. De todas maneras, éste dijo a los psiquiatras que tras su ingreso en prisión había pensado en suicidarse y que todavía persisten sus ideas suicidas, aunque los médicos indican que esto lo dice «sin resonancia afectiva y sin estructuración».

Entre los antecedentes psiquiátricos, los forenses destacan que en su día se le diagnosticó un trastorno de personalidad de Cluster B en el Hospital de Sant Joan y que se caracteriza por rasgos antisociales y falta de control de impulsos. Por ello, concluyen que «el acusado se conducía de manera violenta y agresiva como forma habitual para obtener los medios necesarios para sus necesidades, lo cual se corrobora con la conflictividad que existía en el medio familiar».

El acusado dijo en la entrevista que el día de los hechos tenía 100 euros que había cobrado por pintar una habitación para un amigo y que fue a comprar medio gramo de cocaína. En ese momento, su proveedor habitual le dejó solo con la droga y le robó una bola de doce gramos y que por ese motivo ese día «iba ciego de cocaína».

En la entrevista con los médicos aseguró que no tenía contacto con nadie del exterior desde que ingresó en la prisión y tampoco se relacionaba mucho con otros internos. Según manifestó, nunca se ha relacionado mucho con la gente.

El informe refleja que el presunto homicida ha sido politoxicómano desde su primera juventud, «con graves trastornos de conducta e ingresos en prisión por robos de fechas anteriores a 2006». Tras salir de la cárcel ese año, tuvo una relación de pareja de varios años de duración y desde entonces estuvo en seguimiento en la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) y en tratamiento con metadona durante todos estos años hasta dos meses antes de que ocurriera el triple crimen. El informe concluye que en los últimos años el acusado sólo consumía alcohol y cannabis. En el tiempo que estuvo en tratamiento, llegó a tener una etapa con ideas delirantes y obsesivas en las que pensaba que su hermano le robaba la medicación o que le había envenenado con ella. Durante los últimos 25 años ha estado en tratamiento y seguimiento con metadona y fármacos antidepresivos por un trastorno depresivo-ansioso crónico. Por todo ello, no tienen constancia de que en los meses anteriores a los hechos se hubiera descompensado su trastorno, ni que su inteligencia y voluntad estuviera afectada la noche de los hechos.