Los agentes de la Guardia Civil que realizaron la investigación por la muerte del legionario mallorquín Alejandro Jiménez Cruz, fallecido el pasado 25 de marzo de 2019 al recibir un disparo durante unos ejercicios con fuego real en el campo de maniobras y tiro en Agost, se tuvieron que enfrentar a una trama de silencios y mentiras, en algunos casos ordenadas por el capitán al mando de la compañía, que dificultaron las pesquisas. El Ejército, en una nota oficial publicada al día siguiente, narraba que la muerte fue consecuencia de un «probable rebote» que le entró por la axila, ya que el legionario llevaba chaleco antibalas. En ese momento ya se sabía que el tiro le alcanzó en el pecho y había atravesado el chaleco, que no portaba placas metálicas, lo que lo hacía inútil, y que por la trayectoria se trataba de un disparo directo. Primera mentira.

El capitán de la compañía a la que pertenecía Alejandro Jiménez le indicó a sus tenientes que declarasen que en el momento del suceso estaba en el campo. Luego, ante la Guardia Civil, reconoció que era falso. Segunda mentira.

El mismo capitán realizó al día siguiente una reconstrucción de los hechos antes del simulacro previsto por la Guardia Civil, para lo que tuvieron que invadir la zona precintada. Cuando terminaron ordenó a los soldados que lo repitieran igual ante los investigadores, pero que acabaran «unos cuatro o cinco metros» por debajo de la loma donde finalizaron realmente, y que había expuesto a Jiménez al fuego de otro pelotón que estaba de maniobras. Tercera mentira.

En su primera declaración, el capitán manifestó que los tenientes sabían que no debían permitir que los dos pelotones que participaban en el ejercicio realizaran fuego simultáneo. Este extremo fue posteriormente negado por sus subordinados. Otra mentira.

Un exhaustivo estudio de balística permitió determinar que el proyectil que causó la muerte de Alejandro Jiménez partió del fusil que portaba su propio sargento, situado detrás suyo, a unos 17 metros de distancia. Sin embargo, en su primera comparecencia ante la Guardia Civil el suboficial mantuvo que su misión era vigilar el ejercicio y dio a entender que no había efectuado ningún disparo..

Los investigadores descubrieron también que, después de que Jiménez recibiera el disparo y mientras era trasladado en estado grave a un centro médico, algunos de sus compañeros recibieron la orden de retirar las vainas que había en el terreno, lo que dificultó las pesquisas. La orden, según un testigo, partió del capitán.

«Decid la verdad, pero...»

El intento más flagrante de obstruir las pesquisas se dio al día siguiente de la muerte de Jiménez. El capitán de la compañía reúne a los dos pelotones que habían participado en el ejercicio y les arenga: «A mí me va a caer un puro muy grande (...). Vosotros no sois culpables de esto. Ha sido un accidente y no voy a permitir que nadie os inculpe y os destroce la vida. Decid absolutamente la verdad, pero no digáis a la Guardia Civil que consolidasteis a vuestro pelotón arriba. Decid que estabais unos cuatro o cinco metros más abajo».

Según explicaron varios testigos, justificó esta orden por «temas de burocracia». Apenas una hora después llegaron los investigadores de la Guardia Civil para realizar una reconstrucción de los hechos en el lugar. Los legionarios cumplieron la orden y finalizaron unos cinco metros por debajo del lugar donde ocurrieron los hechos.

Tres días después de la muerte de Jiménez, el 28 de marzo, durante su traslado de Almería a Alicante para prestar declaración ante la Guardia Civil, el sargento les dijo a varios legionarios que fueran breves en sus respuestas a los investigadores y que no dieran margen a que le hagan muchas preguntas «porque la Guardia Civil tiene una teoría». Uno de los soldados se sintió claramente presionado por esta indicación.