El testigo protegido ratificó ayer ante el jurado popular que Juan Cano se encontraba en la reunión en la que le propusieron matar al alcalde de Polop Alejandro Ponsodaal alcalde de Polop Alejandro Ponsoda. La declaración de este confidente es una de las principales pruebas contra los siete acusados del crimen. Durante más de cuatro horas estuvo respondiendo a las preguntas de todas las partes, en un interrogatorio que por momentos llegó a ser tenso y en el que las defensas intentaban evidenciar sus contradicciones y poner en duda su credibilidad, pero éste respondía a todos sereno aunque se llegó a encarar con los letrados en algún momento. Ponsoda fue asesinado a tiros en octubre de 2007 y la investigación apunta a que fue un crimen por encargo de la persona que le sucedió en la Alcaldía, Juan Cano. Todos los acusados niegan su implicación en los hechos y aseguran que el testigo protegido miente.

Acompañado en la sala de vistas por dos agentes de paisano de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y con los acusados sentados detrás de un biombo para que no pudieran tener contacto visual con él, el declarante ratificó que una noche del verano de 2007 fue llamado a los reservados del club de alterne Mesalina de Finestrat, donde entonces trabajaba como portero. No recordaba el día pero sí que eran las tres de la madrugada y que entró en la sala VIP del local donde se encontraban Pedro Hermosilla y Ariel GattoPedro Hermosilla y Ariel Gatto, dueño y gerente del local, acompañados por Juan Cano, el empresario Salvador Ros y una pareja formada por «una mujer rubia y otro» a quienes no supo identificar. Según explicó le ofrecieron matar por 35.000 euros al alcalde de Polop pero dijo que no estaba interesado.

El testigo admitió que propuso a sus interlocutores a los checos Robert Franek y Radim Rakowski, dos de los acusados, para cometer el asesinato, pero «si lo hicieron o no es algo que no sé, nunca me enteré y nunca he querido saber. Solo sé que las personas que había allí me encargaron un trabajo», concretó. En declaraciones anteriores había implicado claramente a ambos como los autores materiales del crimen junto a Raúl Montero. Ayer dijo que nunca había visto a Montero pero tenía referencias de él, porque era quien solía conseguir las armas para los otros dos. «En Benidorm cada grupo actúa en manada», añadió.

El testigo protegido aseguró que desconocía cuál era el cargo que tenía Juan Cano y que en el club se le conocía como «el director», en alusión al cargo que ocupaba en una sucursal bancaria de La Vila Joiosa y en la que se firmó la hipoteca de un inmueble para los propietarios del club de alterne. Según aseguró, Cano solía acceder a la sala VIP del club desde una puerta trasera para adquirir cocaína. «Todo el que tenía dinero, droga o mujeres podía acceder a esa sala VIP», explicó.

Aunque no estaba interesado en efectuar el trabajo, sí que quiso escuchar los términos del encargo porque «dinero es dinero». También les dio una serie de explicaciones sobre la forma de cómo se debería llevar a cabo: una cantidad inicial en efectivo de unos 20.000 euros antes del asesinato y después ingresos de 999 euros en quince entidades bancarias distintas a fin de evitar de que se encendieran las alarmas del banco si el pago era de 1.000. Una forma que, según explicó, no convenció a Cano.

En su declaración, describió a Juan Cano como alguien «alto, gordo y estrábico», algo que para su defensa no coincide con la descripción que éste dio en el juzgado: una persona de 1.70 y de complexión normal. El testigo le replicó que para él una persona de esa estatura «es alta».

La pregunta de por qué no puso estos hechos en conocimiento de las autoridades nada más recibir la oferta fue formulada por todas las partes. A la fiscal le dijo que al haber rechazado el encargo, dio por zanjado el tema y que no llegó a saber en su momento que habían asesinado a Ponsoda. A medida que avanzaba el interrogatorio, iba ampliando la respuesta y señaló que «yo formaba parte de ese mundo de delincuencia. He escuchado muchas cosas como ésta». «Benidorm tiene su propio ecosistema y para hablar con la Policía tienes que saber con quién estás hablando», apostilló.

Contratista militar en África

Desde las defensas se incidió el pasado en África del testigo protegido, donde según aseguró ayer había trabajado como «contratista militar» para labores de seguridad. En declaraciones anteriores se refería a su trabajo en esa época como «de mercenario para gobiernos y para rebeldes». La magistrada que preside el tribunal de jurado, María Cristina Costa, zanjó de raíz preguntas del tipo «¿a cuántas personas ha matado usted?» o «¿cómo habría asesinado a Alejandro Ponsoda sin utilizar armas?». «No estamos aquí para juzgar la moralidad del testigo», advirtió la juez a los letrados. El testigo protegido aseguró que esos trabajos en el continente vecino eran «de protección para plataformas petrolíferas y barcos atuneros de ataques de piratas».

Las defensas aseguran también que en las fechas en las que, según el testigo, tuvo lugar la reunión para encargarle el crimen (verano de 2007), éste ni siquiera trabajaba allí y que no fue contratado hasta un año más tarde. Para ello se apoyan en la demanda que interpuso el confidente tras su despido, en la que se asegura que empezó a trabajar en el año 2008. El portero aseguró que trabajó para el Mesalina desde 1999 de manera esporádica y si no incluyó esa fecha en la demanda de despido fue por el tipo de trabajos que realizaba. «De protección y de extorsión», especificó. En esas fechas tenía cuatro empleos a la vez, dijo. Tras haber sido disparado hasta en seis ocasiones, «quería un trabajo normal».

Tráfico de anabolizantes

En el interrogatorio también salió a relucir la implicación del testigo en la llamada Operación Músculos, una investigación por tráfico de drogas y anabolizantes en Dénia en la que la Policía llegó a tener intervenido su teléfono. El testigo aseguró que se conformó con una condena de tres años de cárcel. «No he sacado ninguna ventaja penal con haber denunciado estos hechos. Lo único bueno que he sacado es que he salido de esta basura de vida», aseguró.

El testigo protegido declaró que a lo largo de los últimos doce años ha estado desterrado de Benidorm y ha tenido que vivir hasta en ocho ciudades distintas. «Salgo de este juicio con una diana en la espalda», dijo. Y aseguró que durante este tiempo había recibido amenazas y hasta ofertas de maletines con dinero para que se retractara y cambiara su testimonio. «Mis compañeros desde el principio se dieron cuenta de que el que había hablado era yo, porque era el único que lo sabía que no estaba detenido», apostilló. También negó haber sido confidente de las Fuerzas de Seguridad.

Un cliente: «Yo iba a los clubes lo normal, una vez a la semana»

Entre los testigos que ayer testificaron en el juicio por el asesinato del alcalde de Polop, se encontraba un cliente de varios de los clubes que los responsables del Mesalina tenían en distintos puntos de la Marina Baixa. El testigo indicó que «frecuentaba esos locales lo normal, una vez a la semana o cada cinco días». A pesar de que en su día había situado a Juan Cano como uno de los clientes del prostíbulo, ayer aseguró que no lo conocía y que sólo le sonaba su cara de verla en fotos. De la misma manera, afirmó que Salvador Ros no empezó a frecuentar el Mesalina hasta 2008, un años después del crimen. Salvo a Cano, conocía a todos los acusados.

Carraspeos y risas tras el biombo de los siete acusados

Parapetados tras un biombo para que no pudieran tener contacto visual con el testigo protegido escucharon su declaración los siete acusados por el asesinato del alcalde de Polop Alejandro Ponsoda. Es la principal prueba de cargo de las acusaciones y la presidenta del tribunal, la magistrada Cristina Costa, quiso garantizar que el testimonio se iba a prestar sin injerencias. Ello no evitó, no obstante, que los procesados carraspearan, tosieran e incluso rieran ante determinadas afirmaciones del declarante. Precisamente fueron las risas de los acusados lo que provocaron una de las pocas reacciones airadas del testigo.

«Los que me amenazan, se ríen de mi ahora», espetó visiblemente molesto instando a que se retirara el parapeto para declarar viéndole la cara a los acusados, lo que no ocurrió.