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¿Otro crimen perfecto?

El de Alejandro Ponsoda es el segundo asesinato, junto al de María del Carmen Martínez, al que la Justicia no ha sido capaz de dar respuesta después de que la investigación tampoco lo hiciera

Polop: ¿otro crimen perfecto?

No hay crímenes perfectos sino malas investigaciones. Lo afirmó el abogado de uno de los acusados por el asesinato de Alejandro Ponsoda durante su alegato final parafraseando, dijo, a un viejo profesor de Derecho. No hay crímenes perfectos pero el del alcalde de Polop es el segundo asesinato perpetrado en esta provincia por un método similar a una ejecución al que la Justicia ha sido incapaz de dar una respuesta. Y eso después de que los investigadores tampoco pudieran aportar pruebas concluyentes para que quienes lo hayan hecho paguen por ello.

Al igual que ocurrió con el asesinato de María de Carmen Martínez, los que mataron a Ponsoda están en la calle. Algo que además de generar intranquilidad y no decir mucho de nuestro sistema policial y judicial, encierra la tremenda injusticia de negarle un resarcimiento a las víctimas, que al dolor por la pérdida de sus seres queridos tienen que sumar la rabia porque a los responsables del daño les haya salido gratis.

Partiendo de que aunque no haya crímenes perfectos algunos sean más complicados de resolver que otros, y de que hay ocasiones en que la suerte se pone de parte de los malos, lo cierto es que las investigaciones de ambos asesinatos presentan lagunas suficientes como para que un jurado popular dude en votar un veredicto de culpabilidad que puede acarrear penas de más de un cuarto de siglo entre rejas. Y ante la duda, ya se sabe...

El veredicto de ayer, con todo, sorprendió. No a las acusaciones, que albergaban pocas esperanzas de que el dictamen fuera condenatorio. Pero sí a las defensas, que, aunque consiguieron librar a sus clientes de unas condenas que les hubieran supuesto pasar el resto de sus vidas en prisión, confiaban en que el margen entre quienes no creyeron al testigo protegido, la bestia negra de los acusados y principal prueba de cargo de las acusaciones, y los que pensaban que dijo la verdad iba a ser mayor.

Esperar una unanimidad de los nueve miembros del jurado a favor de la absolución y encontrarse con que casi la mitad eran partidarios de la condena descoloca. Lo que no resta un ápice de legitimidad al resultado del veredicto ni ensombrece el trabajo desempeñado por los abogados, aunque entre ellos hubo a quien la sonrisa de satisfacción se le quedó helada en la boca.

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