El 25 de marzo de 2019 el legionario mallorquín Alejandro Jiménez Cruz, de 21 años, falleció tras recibir un disparo durante un ejercicio de entrenamiento con fuego real en el campo de Agost, en Alicante. Los cuatro pelotones que participaban tenían la orden de no realizar ejercicios simultáneos. La incumplieron. Los jefes de pelotón no debían disparar. Lo incumplieron. Uno de los sargentos improvisa y ordena disparar a un enemigo imaginario cuando el ejercicio ya había finalizado. Los chalecos antibalas de los soldados no llevaban las placas metálicas de protección, pese a que disponían de ellas. El conductor de la ambulancia no tenía formación sanitaria. El sargento que presuntamente disparó al legionario Cruz insulta a uno de los soldados, que se puso a llorar tras verle malherido: "No seas maricón, aquí se viene a morir". El capitán de la compañía ordena por teléfono que se recoja todo el material, incluyendo las vainas de los proyectiles.

Posteriormente ordena a sus subordinados que digan a la Guardia Civil que él estaba presente en el campo de entrenamiento. Al día siguiente, antes de la llegada de los investigadores, se salta el precinto y ordena una reconstrucción de los hechos. Tras realizarla, ordena a los soldados que modifiquen su posición final ante la Guardia Civil. En las sucesivas declaraciones que prestan ante la Guardia Civil ocultan datos o directamente mienten a la hora de relatar lo ocurrido. Cuando descubren que uno de los legionarios ha alertado a los investigadores sobre estas mentiras, lo insultan y acosan.

Estas son algunas de las conclusiones que el titular del Juzgado Togado Militar número 23 de Almería ha expuesto en el auto de procesamiento, en el que imputa una sucesión de delitos a tres oficiales, dos suboficiales y tres soldados de la Legión. Entre ellos está el sargento, considerado autor del disparo que mató a Alejandro Jiménez. Algunos de los legionarios afirmaron que tanto él como un teniente y un cabo dispararon sobre el pelotón "con el propósito de hacer una gracia". El sargento ocultó inicialmente haber disparado durante el ejercicio. En declaraciones posteriores lo admitió, aunque siempre ha negado ser el autor del tiro que mató al joven.

Los investigadores de la Guardia Civil detectaron casi de inmediato contradicciones y elementos extraños en las declaraciones de los militares que aquel 25 de marzo de 2019 habían participado en los ejercicios con fuego real en los que murió el legionario mallorquín. La trama de mentiras y los intentos de obstrucción a los que se enfrentaron obligaron a realizar una concienzuda investigación.

Al sargento, de cuyo fusil salió, según el análisis del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil, el proyectil que mató a Alejandro, le tuvieron que tomar declaración en cinco ocasiones. A un teniente, un cabo y dos soldados les tomaron cuatro declaraciones. Al capitán y otro teniente, dos. La reconstrucción en el lugar de los hechos tuvo que repetirse después de que se llegara a la conclusión de que la primera había sido desvirtuada por la orden del capitán de alterar las posiciones reales.

"La multitud de versiones ofrecidas sobre lo sucedido, que derivan no solo de la pluralidad de intervinientes, sino también de las diferentes versiones dadas por un mismo investigado a lo largo del procedimiento (...) junto a la evidente contradicción entre el resultado de los informes y las declaraciones de aquellos, lleva necesariamente a concluir que han pretendido ocultar lo realmente acontecido, silenciando aspectos determinantes y tergiversando otros, con la única finalidad de dificultar la investigación policial y judicial y el descubrimiento de lo sucedido". Este párrafo, recogido del auto de procesamiento, es revelador de los obstáculos que tuvieron que vencer los guardias vicilles durante una investigación que se prolongó un año en un entorno abiertamente hostil.

A las seis y cuarto de la tarde del 25 de junio de 2019, el pelotón Tango 2 de la Sexta Compañía de la VII Bandera del Tercio Don Juan de Austria de la Legión, con base en Viator (Almería) inicia un ejercicio con fuego real en el campo de maniobras de Agost (Alicante). El capitán de la compañía ha ordenado que se evite el fuego simultáneo con el otro pelotón que participa en el entrenamiento, al otro lado de un parapeto, pero los tenientes lo incumplen.

El sargento al mando del pelotón de Jiménez ordena el alto el fuego y que se revisen los blancos. Varios soldados, entre ellos Alejandro Jiménez, se acercan y le informan: "¡Blancos abatidos!". El sargento entonces improvisa y grita: "¡Enemigo al frente, fuego al faldon de la montaña!". Los disparos se dirigen hacia ese enemigo imaginario. Mientras el sargento dispara. el legionario Jiménez Cruz, que ha agotado su munición, comprueba su fusil rodilla en tierra. Recibe un disparo directo de su suboficial desde una distancia de doce metros y medio. La bala le alcanza en el pecho, atraviesa el chaleco, que no llevaba placas metálicas, y le causa una herida mortal. Unos segundos después grita: ¡Me han dado! ¡Me han dado!". Y se desploma hacia atrás. El primero en atenderle es el sargento, que le aplica un parche para tratar de frenar la hemorragia. Se da orden de alto el fuego y se alerta al 112, al que solicitan un helicópero medicalizado.

Mientras atienden al herido, uno de sus compañeros rompe a llorar. El sargento se lo recrimina: "¡No llores como un maricón, que tú has venido a la Legión a esto, a morir! ¡Si no te gusta la Legión vete a trabajar a Mercadona!".

La víctima es trasladada a la ambulancia del campo. Su conductor solo tenía conocimientos de primeros auxilios. Fallece en la circunvalación de Agost a causa de la pérdida masiva de sangre.

La primera versión que dan los implicados y que recoge inicialmente el Ejército, es que el joven legionario había recibido el impacto de una bala rebotada en la axila. Sin embargo, el equipo de la ambulancia del SAMU que atendió al joven en la carretera ya informó que de la bala había atravesado el chaleco. El capitán, que estaba ausente del campo, ordena por teléfono que recojan todo el material. Varios soldados se llevan las vainas que encuentran en el suelo.

Esa misma noche, un equipo de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Alicante precinta el campo de tiro y advierte a un teniente de que no debe entrar nadie.

El capitan hace formar a la compañía. Les dice que Alejandro Jiménez ha muerto a consecuencia de un rebote y todos recitan el Espíritu de la Muerte. Esa noche se reúne con sus mandos y les ordena que mientan a la Guardia Civil y digan que él estaba presente durante el ejercicio. A la mañana siguiente ordena que los integrantes de los dos pelotones vuelvan al campo, se saltan el precinto y realizan una reconstrucción antes de la llegada de la Guardia Civil. Allí alecciona a los soldados: "¡Decid absolutamente la verdad, pero no digáis a la Guardia Civil que consolidasteis vuesto pelotón arriba! ¡Decid que estabais unos cuatro o cinco metros más abajo!". Así lo hicieron. En la recreación realizada esa misma mañana ante la Guardia Civil, no llegaron a ascender a la parte superior del parapeto. Sin embargo, las contradicciones entre ellos despertaron de inmediato las sospechas de los investigadores.