Se consumen las últimas horas antes del cierre total de la hostelería y de la mayoría de las actividades no esenciales que conlleven el contacto entre personas, con el consiguiente riesgo de contagio por el Sars-Cov-2, y en el acceso lateral de un conocido club de alterne de Alicante un folio pegado en la soledad de una pared informa del horario en que se da servicio: de 12 a 17 horas. Ninguna otra indicación salvo la ausencia de movimiento y el silencio que rodea el inmueble en esta noche fría de enero de la era covid.

Cuando la patrulla de la Policía Autonómica encargada de velar para que se cumplan las medidas anti virus decretadas por la Generalitat llega al local, fuera de ese en otras circunstancias inhóspito horario, nada hace pensar que haya vida al otro lado de los muros que cierran el amplio perímetro de este establecimiento. Pero los agentes no se fían. No iba a ser la primera vez que un negocio de estas características, o de los que albergan máquinas de juego o sirven cervezas, copas y derivados, bajan persiana a la hora decretada para ello pero continúan con la actividad de puertas para dentro.

En este caso nadie responde al timbre que pulsa uno de los agentes sin tener la certeza de si alguien desde el interior está observando la escena a través de las cámaras de seguridad instaladas en el muro y prefiere guardar silencio. La puerta no se abre y no se puede comprobar.

En un local de la competencia pero ubicado a las afueras de Alicante, en la carretera de Madrid, también se informa por la vía del folio pegado en la pared del horario (de 11 a 17 horas en este caso), pero aquí sí hay una especie de guardés que abre y relata a los agentes que allí se cumplen todas las medidas dictadas por la alerta sanitaria, que el local es amplio y que con esos horarios apenas si van clientes. Con lo que el aforo se respeta con creces, quiere dejar claro.

Estos dos establecimientos de alterne son de los pocos de los 68 registrados legalmente en la provincia que tienen también licencia de hostal, lo que les permite sortear las restricciones que afectan de lleno a otros negocios hermanos cuyo permiso se enmarca solo en el ámbito de la hostelería. Estos no tienen escapatoria.

Con todo, el negocio del sexo, como el del juego, no para por mucho que una pandemia tenga atenazado al mundo. Que los locales cierren no significa que a golpe de móvil no se puedan concertar citas en lugares de más difícil control. Porque de lo que no parece haber duda en estos tiempos de confinamientos y prohibiciones es que la necesidad de contacto está, para algunas personas, por encima del miedo al contagio.

Un local de intercambio de parejas situado en el entorno de Juan XXIII. | RAFA ARJONES

Lo corrobora una de las responsables de un local de intercambio de parejas ubicado en el entorno de Juan XXIII que asegura que en realidad funcionan como una asociación y que relata que son continuas las llamadas de los «socios» interesándose por cuándo pueden «reunirse». Una actividad que tienen suspendida, dice, desde que a principios de mes la Policía de la Generalitat desalojara de su interior a una veintena de personas y levantara acta con propuesta de sanción. «Ahora no hacemos nada aunque en realidad muchos lo que quieren es hablar, gente que se ha separado durante el confinamiento y que únicamente necesitan que alguien les escuche», asegura esta mujer.

Tres cuartas de lo mismo, en cuanto a la inactividad, ocurre en sendos negocios del ramo ubicado uno en la playa de San Juan y el otro frente al Postiguet. Ambos cuentan con licencia hotelera además de la hostelera. Una bicefalia que en estos momentos no es suficiente para mantener abierto el local. En el primero, es una chica joven la que muestra a los agentes las instalaciones vacías en las que una nota pegada sobre la fotografía sugerente de una mujer indica que el uso de las mascarillas es obligatorio y el de los guantes, «en la medida de lo posible».

En el de Postiguet, ni eso. Una voz desde el teléfono anotado en la puerta que ha marcado el agente indica que el local permanece cerrado, como así parece.

No muy lejos, en una de las calles de acceso a la plaza del Ayuntamiento, a los agentes de la Unidad Adscrita les llama la atención una tienda de juguetes eróticos que pasadas las 21 horas permanece abierta. Un negocio con licencia de comercio actualmente en plena reforma pero donde se acaba levantando acta por la existencia de unas cabinas individuales para el visionado de películas porno que los agentes entienden que vulneran la normativa dictada por la alerta sanitaria. Una interpretación que no comparte el responsable del comercio, quien en buen tono se lo hace saber a los agentes, con uno de los cuales conversa en perfecto alemán, país del que es originario el joven y donde nació el policía.

El turno no ha concluido aún para esta patrulla a la que le ha llegado el soplo de que hay convocatorias en locales de juego para disfrutar del Alcoyano-Real Madrid como si no hubiera virus. De hecho, en algunos de estos establecimientos el encuentro está anunciado en una pizarra a la entrada como uno de los «eventos del día». Pero sumando todos los jugadores que se encuentran esa noche frente a las máquinas tragaperras en la media docena de locales inspeccionados a duras penas se podría monta un equipo de fútbol.

Las barras limpias, algunas sillas clausuradas y el resto en perfecto orden denotan que no son los mejores tiempos para tentar al azar. Sólo en Alicante hay casi trescientos negocios de este tipo entre salones de juego, casas de apuestas y bingos, más que Valencia y Castellón juntos. Locales que hasta el jueves han podido mantener abierto el servicio de hostelería al estar vinculado ese permiso al de juego, que depende Hacienda, con el consiguiente mosqueo de bares y cafeterías que estaban obligados a echar el cierre a las cinco de la tarde.

Acceso a un local de alterne que a las 20 horas del miércoles estaba cerrado. | RAFA ARJONES

Dos agentes de la Policía Autonómica en un local de juego de Alicante el miércoles. rafa arjones