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Nuevas esclavas sexuales: prostitución a través de la webcam

Con el confinamiento la explotación de estas mujeres mutó y pasó a ser 2.0, en pisos clandestinos y a través de la red

Lozano considera que habría que aprobar legislaciones que doten de derechos a las mujeres y educar a nuestros hijos para no seguir perpetuando este modelo

A la red. La prostitución durante el confinamiento no desapareció. Chulos y explotadores sexuales de todo pelaje tuvieron que apagar las luces de neón de los burdeles y sacar de rotondas y polígonos a las miles de mujeres a las que obligaban a mantener sexo pagado a diario con prostituidores de toda condición, pero no desaparecieron. Mutaron y se trasladaron a internet y a pisos clandestinos. "Es lo que llamo prostitución 2.0, con las 'webcamers' como nuevas esclavas sexuales", explica Mabel Lozano, directora de cine y documentales sociales y activista empedernida contra la trata. De hecho, uno de sus trabajos, el corto 'Biografía del cadáver de una mujer' concurre este sábado a los Goya.

Se les llama ‘sexcam’, ‘camgirl’, ‘webcamers’ o, peor aún, modelos de webcam. Un puro eufemismo. «Es prostitución en vivo y mucha veces se paga en criptomonedas. No importa que sea detrás de una pantalla, porque los prostituidores están comprando la misma relación de violación que en la prostitución clásica. Ellas lo están haciendo realmente. Y la forma de captación es exactamente la misma que aplican las mafias en la prostitución física», alerta la cineasta.

Y va más lejos. «La prostitución es un negocio increíblemente boyante y, como tal, evoluciona a velocidad de vértigo. Como ejemplo, lo que sucedió durante el confinamiento y que después se ha quedado. No es el futuro, es el presente. El negocio del sexo pagado mutó a las fronteras digitales. Son los mismos perros, pero con collares digitales».

Mabel Lozano abrió los ojos a la realidad de la prostitución «tras conocer a Irina, una mujer prostituida, en 2004». Desde entonces, no ha dejado de hacer lo que más le gusta: utilizar su poder de comunicación e influencia a través de sus metrajes para luchar contra «lo que es una de las formas más deleznables de violencia machista, aunque solo sobre el papel, ya que legalmente no se considera así. Y si hablamos de las mujeres en situación de prostitución asesinadas, aún es peor. No hay cifras. No hay listas oficiales. No existen», denuncia.

La historia de Yamiled Giraldo

Fue así como llegó hasta el caso de Yamiled Giraldo, una mujer «fuerte, valiente, increíble», asesinada en abril de 2009 en Cordovilla (Navarra) de cinco tiros disparados a sangre fría por los sicarios que le mandó el proxeneta al que denunció «cuando ella ya tenía otra vida y ninguna necesidad de complicarse», pero decidió dar el paso por todas esas otras mujeres que seguían esclavizadas por las mafias de la explotación sexual. «Por sororidad real, no impostada», matiza.

Yamiled tenía en ese momento 32 años, dos hijos pequeños, un marido que la amaba, un negocio que acababa de abrir y toda una vida por delante.

Prostitución en la avenida de Dénia, en Alicante.

Para documentarse, y escribir y rodar esa historia, Lozano ha bajado al barro; ha viajado al origen de ese negocio que mueve al año 154.000 millones de euros en el mundo —el segundo más lucrativo, tras el narcotráfico— y ha visto en primera persona cómo captan, cómo engañan y como utilizan a chicas en situación económica y social desesperada para traerlas al mal llamado primer mundo y esclavizarlas en el sórdido mundo de la explotación sexual y de la trata. Colombia, Rumanía, Moldavia...

Es tan cierto que son los mismos perros con collares digitales, que Rumanía y Colombia, dos de los emporios de las mafias prostituidoras, son precisamente los dos países donde mayor número de ‘webcamers’ hay en este momento.

En Medellín existe una «universidad de modelos webcam» donde se enseñan técnicas de seducción, «trucos para fingir un orgasmo en tu show» o la importancia de elegir bien los juguetes sexuales

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La perversión del sistema llega a tal punto que en Medellín incluso se publicita una «universidad de modelos webcam», una especie de ‘startup’, obviamente creada por un hombre, que presume de haber «graduado» a 3.000 mujeres en sus tres años de existencia. ¿Las ‘materias’? Técnicas de seducción, «trucos para fingir un orgasmo en tu show», la importancia de elegir bien los juguetes sexuales, cómo vestirse y moverse para triunfar entre el ‘público’ europeo... Todo ello revestido de una falsa pátina de oferta laboral con enormes promesas de dinero en la que se banaliza el sexo para convencer a la siguiente víctima. Y cada vez más jóvenes. Algo así como un «venga, que no pasa nada. Sé actual».

Dos claves: legislar y educar

Lozano advierte que este modelo «de prostitución 2.0» ha vivido su máxima expansión con el confinamiento al que obligó la pandemia en todo el mundo, pero no ha descendido, sino que se mantiene. Porque hunde sus raíces en la precariedad del mercado laboral y en la vulnerabilidad económica. «Muchas de ellas necesitan enviar 10, 20 euros a sus hijos en sus países. A sus familias. No están desnudas de cuerpo, están desnudas de derechos».

Para romper esas cadenas, la sugerencia es clara: «Aprobar legislaciones que vistan de derechos a nuestras mujeres y educar a nuestros hijos para no seguir perpetuando este modelo». Lo segundo es básico: durante el confinamiento, los menores, los adolescentes y los jóvenes consumieron más internet que nunca. Y cualquier emisión de porno en vivo está a un solo clic. Con falsear la edad, la puerta al infierno está abierta. «Hay que educar a nuestros niños para evitar que los sigan captando» como futuros clientes de sexo de pago, algo que relacionó, obviamente, con el número creciente de violaciones grupales en las que cada hay chicos más jóvenes implicados. Un pequeño ejemplo: buscar el término ‘webcamer’ en Google arroja 10.800.000 resultados en 0,68 segundos; once millones de ejemplos en vivo de desigualdad salvaje en menos de un segundo.

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