Un ‘colocón’ de alcohol, drogas y otras sustancias, que supuestamente le hicieron saltar al vacío sin motivo alguno desde una altura de siete pisos —22 metros—. Esa es la tesis que sostiene la defensa de David D. A, R. sobre la muerte de Matheus Rudolfus de Bruijn, un ciudadano holandés de 36 años al que había conocido esa misma noche en un bar e invitó a su casa para seguir consumiendo la cocaína y heroína que acababan de comprar presuntamente en un inmueble de esa misma finca de la calle Ángel de Villena de València. «Íbamos los dos hasta arriba de drogas, pero si lo llego a ver que se va a tirar, eso no ocurre, soy el primero que lo hubiera cogido y lo hubiera tirado de mi casa. Acababa de salir de prisión y lo que menos quería era jaleos en mi casa», argumenta el acusado, para el que el fiscal pide una pena de doce años y medio de prisión por un delito de homicidio.

El presunto homicida negó por completo haber tirado a la víctima por la ventana, de apenas 58 centímetros de ancho por algo más de un metro de alto, y explicó ante los miembros del jurado popular, que serán los encargados de dictaminar su culpabilidad o inocencia, que se encontraba dentro de la cocina preparando la coca que se iban a meter cuando se produjo la caída. No quedó muy claro si lo vio «asomado con medio cuerpo fuera», como apuntó en un momento de su interrogatorio ante el fiscal, o si cuando salió de la cocina ya se había tirado. «Cuando me asomé estaba ya en la acera», indicó acto seguido.

Lo cierto es que cuando en la madrugada del 29 de septiembre de 2019 la policía llegó al lugar de los hechos, donde yacía el cuerpo sin vida de Matheus, el acusado mintió a los agentes y ocultó que estaban juntos en su casa. Según argumentó ayer, no les dijo realmente lo que había pasado porque «no estaba en su cabales por la droga» y se asustó porque hacía solo 18 días que había salido de prisión.

Asimismo reconoció que se había cambiado de camiseta, pero lo atribuyó a que «estaba sudada», y que posteriormente, cuando fue detenido por el grupo de Homicidios veinte horas después del suceso, optó por no declarar por recomendación de su letrado.

La Fiscalía y la acusación particular mantienen que hay dos circunstancias que lo incriminan directamente en la muerte de Matheus, y que desmontan la versión del accidente en un brote fruto de los efectos alucinógenos de las drogas. Por un lado las lesiones en cuello, brazos y abdomen que encontraron los forenses en el cadáver, previas a la caída, y que muestran claras señales de lucha. Y por el otro las manifestaciones de los vecinos que escucharon una discusión en el piso y algo así como «por favor» instantes antes de oír el impacto contra el suelo.

Respecto a lo primero, el acusado dio vagas explicaciones sobre cómo cogió a Matheus, para evitar que fuera atropellado, cuando se dirigían a su casa andando desde el bar en el que previamente habían estado consumiendo cervezas, cazalla, ketamina y cocaína. «Iba haciendo eses, borracho perdido», esgrimió, añadiendo que las lesiones en el cuello pudo habérselas causado al tratar de levantarlo.

En cuanto a la discusión que oyeron los vecinos, que tendrán que acudir al juicio para declarar como testigos, el procesado introdujo que sí le llamó la atención en su casa al ver que portaba una jeringuilla. «En mi casa no te pinches», le dijo de una forma que puede entenderse como acalorada, «porque es mi forma de hablar», explicó. Así, apuntó que manifestó que le iba a tirar la jeringuilla, y puede que fuera eso lo que escucharon los testigos.

No obstante, el fiscal aportó un posible móvil de la discusión, que el propio acusado no supo descartar por completo, y es el pago de la droga que habían comprado esa noche a medias —250 euros por cabeza— y que la víctima no le había pagado. «No me has pagado la dosis, si te gusta luego la compras tú», reconoce que le espetó a esta persona que acababa de conocer esa noche y al que llevó a su casa por estar en un sitio tranquilos donde poder colocarse.

De igual modo, en las grabaciones en las que se les ve a los dos entrando en la finca, se observa que la víctima lleva una mochila, cuyos efectos el acusado admitió haber vendido esa misma noche.

La defensa pidió al jurado que no prejuzgue a su cliente por sus antecedentes —tiene nueve condenas anteriores—. «No es un ciudadano ejemplar, se ha pasado media vida en prisión por delitos contra la propiedad por su grave adicción a la cocaína y a la heroína».