La mañana del 12 de noviembre de 1997 Mallorca se despertó conmocionada con la noticia de un triple asesinato en un lujoso chalé de es Pil.larí, en la Playa de Palma. Las víctimas eran Manfred Meisel, de 49 años y propietario del Bierkönig, uno de los locales más boyantes de s’Arenal; su hijo Patrick, de ocho años; y una de sus empleadas, Claudia Leisten, de 30 años. Los tres alemanes habían sido ejecutados con dos disparos en la cabeza efectuados con la misma arma, una pistola de pequeño calibre. Se trata del peor crimen cometido en Balears en las últimas tres décadas y que 25 años después sigue sin resolverse. El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional se volcó en su día en la investigación, sin resultado. Diez años después la Policía llegó a arrestar a un sospechoso, Sven H.M., que era el hombre de confianza de Meisel y posteriormente mantuvo una relación sentimental con su viuda. Sin embargo, negó haber tenido cualquier implicación en los asesinatos y fue puesto en libertad.

Los cadáveres fueron descubiertos sobre las ocho de la mañana del 12 de noviembre por una empleada, que acudió al domicilio, un lujoso chalé de la zona de es Pil.larí, donde Meisel tenía también un criadero de aves exóticas, con las que comerciaba.

La empleada encontró, tendidos en el suelo en una habitación anexa a las oficinas, los cuerpos sin vida de Manfred Meisel y Claudia Leisten. Sabía que en la casa se encontraba también el hijo de Meisel, Patrick, de ocho años, y subió a toda prisa a los dormitorios. El niño estaba tendido en la cama del padre, también asesinado. La mujer de Meisel, que estaba embarazada, había viajado a Alemania para someterse a un reconocimiento médico, y volvió a toda prisa a Mallorca.

Dos balazos en la cabeza a quemarropa

El triple crimen recibió la máxima prioridad, y los agentes del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional se volcaron para tratar de encontrar al culpable o culpables. Los investigadores realizaron una minuciosa inspección ocular en la casa e incluso tomaron algunas muestras biológicas, en un tiempo en el que los análisis de adn todavía no se habían incorporado a la práctica policial.

Los análisis forenses permitieron descubrir que los tres asesinatos se habían cometido con el mismo arma, una pistola de pequeño tamaño y calibre 635, con munición fabricada en Sudáfrica. Los tres habían recibido dos balazos en la cabeza a quemarropa, y en los casos de Manfred Meisel y su hijo les colocaron encima el mismo cojín para evitar salpicaduras de sangre. El asesino recogió los casquillos, pero dejó dos en la habitación donde estaba el niño.

El asesino o asesinos parecían conocer la casa y entraron por una ventana de la cocina que había quedado mal cerrada, y en el lugar no había señales de lucha. Las pesquisas se centraron en el círculo que rodeaba al empresario.

Sin embargo, los investigadores se enfrenaron a enormes dificultades, ya que Meisel tenía decenas de empleados en su granja de aves, muchos de ellos en condiciones irregulares. «Por aquella casa pasaba mucha gente», recordaba uno de los encargados del caso, «y no fue posible identificarlos a todos». Los policías se encontraron también con el hermetismo de muchos testigos.

Los conocidos de Meisel sabían que ganaba mucho dinero con el Bierkönig, que era uno de los establecimientos más exitosos de la Playa de Palma, y que podía guardar una gran suma en su casa. De hecho, en dos cajas fuertes del chalé la Policía encontró 200 millones de pesetas (1.200.000 euros) en efectivo. Esta circunstancia reforzó la hipótesis de que el móvil del crimen fue el robo, y que los asesinos ejecutaron a las tres víctimas para evitar dejar testigos.

La Policía reconstruyó también la vida de Meisel antes de instalarse en Mallorca, sin hallar nada extraño. Tras dos años de investigación sin resultado, el juzgado archivó el caso en 1999.

El encargado de Meisel y que tuvo una relación con su viuda, detenido en 2007

Diez años después del crimen la investigación pareció dar un vuelco con la detención en Palma de Sven H.M., quien había sido el hombre de confianza de Meisel y que poco tiempo después de los asesinatos mantuvo una relación con su viuda, con la que tuvo una hija, y de la que luego se separó.

La Policía alemana recibió informaciones de unos amigos suyos, que manifestaron que una noche en la que estaba ebrio había confesado ser el autor del crimen. Estos testigos confirmaron su declaración ante la Policía Nacional, que arrestó al sospechoso dos semanas después. Sin embargo, Sven H.M, negó estar implicado y mantuvo que esa noche estuvo con su novia. Tras pasar a disposición judicial, quedó en libertad.