Hace cuatro años el entorno de la plaza Roma, en el zaragozano barrio de Delicias, era muy diferente a la actualidad. Cuando caía la noche, alrededor del estanque, mujeres nigerianas eran obligadas a prostituirse. Una operación de la Brigada de Extranjería y Fronteras de la Jefatura Superior de Policía de Aragón, conjuntamente con la Brigada Central contra la Trata de Seres Humanos, liberó a dieciséis mujeres, de entre 17 y 24 años, que era explotadas y coaccionadas con el rito vudú-juju. No fue la única consecuencia, ya que trece personas acabaron imputadas y sentadas en el banquillo de la Audiencia de Zaragozasi bien solo tres acabarán entre rejas. Ya lo atisbaron los propios agentes que reconocieron en el juicio lo complicado de este tipo de investigaciones por el miedo de las víctimas a declarar.

Considera el tribunal provincial que la organización criminal estaba "estructurada", tenía un carácter internacional y se "dedicaba a la captación de mujeres en Nigeria aprovechándose de la situación de necesidad en la que se encontraban". Bajo supuestas ofertas de trabajo o de mejora de sus precarias condiciones de vida les inducían a trasladarse a España desde su lugar de origen, o incluso acompañándoles durante el traslado, y cuyos gastos de viaje y estancia financiaban los propios integrantes de la organización, que posteriormente les eran reclamados bajo presión.

Una vez introducidas las mujeres en territorio nacional, de forma irregular, las recibían y acogían para su explotación sexual en la prostitución, contando o no con su consentimiento, actividad en la que debían de permanecer bajo las indicaciones, control y supervisión de los miembros de la organización, quienes les reclamaban el pago de las deudas contraídas con los beneficios obtenidos en el ejercicio de la prostitución.

En el desarrollo de la investigación llevada a cabo se comprobó que, dentro de la red constituida, desde la ciudad de Zaragoza, los acusados Adesuwa Nancy Osifo, Sandra Osifo y Roosvelt Boxter tuvieron una participación activa asumiendo cuantas funciones eran precisas, con una íntima conexión entre ellos, para el logro de sus ilícitos fines. Para ello realizaron junto con otras personas también integrantes de la organización, bien de identidad no acreditada, bien en rebeldía, cada uno dentro del rol asumido, labores de captación, financiación y traslado a Zaragoza, seguidas de un posterior acogimiento, control y vigilancia de la actividad de prostitución que forzaban a realizar en esta ciudad, hasta la recaudación del beneficio obtenido. De ahí que hayan sido condenados a 50 años de prisión unos encausados que fueron representados por los abogados, Juan Manuel Vives y Olga Oseira, quienes podrán interponer recurso al no ser firme la sentencia. El resto de los encausados, defendidos por los abogados Laura Vela, José Luis Melguizo, Eva María Parra y Alfredo Medalón, entre otros, quedaron absueltos. Considera el tribunal que no hay suficientes pruebas para condenarles.

Todos los acusados en el banquillo.

Destacan los magistrados que constituyó elemento corroborador importante las conversaciones telefónicas intervenidas, que han permitido evidenciar que las hermanas Osifo eran integrantes activos de una organización criminal, encargándose del acogimiento y explotación sexual directa de las dos víctimas, y de la imposición del pago de una deuda con los beneficios obtenidos del ejercicio de la prostitución.

Destaca la Audiencia de Zaragoza que los agentes "conocían la situación de la plaza de Roma, pero carecían de denuncias de víctimas con las que poder actuar" a la vez que señala que "fueron las primeras declaraciones de víctimas las que permitieron solicitar las intervenciones telefónicas, e iniciar la investigación, señalando que, no presionaron o prometieron su regularización para que declarase".

¿Qué es el vudú-juju?

El vudú juju es un rito ancestral africano que cruzó fronteras cuando los esclavos negros fueron llevados a América. La base del mismo gira en torno a la existencia de ancestros y divinidades que tienen un poder efectivo sobre las personas. Durante la ceremonia, las mujeres deben entregar su ropa interior, vello púbico y sangre menstrual e incluso comer un corazón de pollo recién arrancado.

Después de participar en ella, las jóvenes reciben un collar o una especie de bolsa que es empleada como fetiche y recordartorio del vínculo que han establecido. Algunas organizaciones no usan estos amuletos porque son una prueba de cargo en su contra.