Valencia

La viuda negra de Godella: "Él quería morir, pero no así, tuve que ahogarlo para terminar pronto"

La acusada de asesinar a su marido en Godelleta confiesa el estrangulamiento pero insiste en que estaba todo pactado con Isaac, quien antes de ello se tomó dos botes de pastillas voluntariamente

Beatriu F., la acusada de asesinar a su marido, conversa con su letrado antes de prestar declaración.

Beatriu F., la acusada de asesinar a su marido, conversa con su letrado antes de prestar declaración. / IGNACIO CABANES

Con una tranquilidad pasmosa, salvo dos instantes en los que trató que las lágrimas ablandaran al jurado, Beatriu F. C., la presunta ‘viuda negra de Godelleta’, confesó ayer cómo estranguló a su marido, con una enfermedad degenerativa, en diciembre de 2019 tras esperar durante horas a que éste se muriera, como era su deseo –según insistió una y otra vez la acusada–, después de que la propia víctima se tomara "una a una de su mano» las pastillas de dos cajas de un medicamento que adquirió sin receta y cuyo nombre ni siquiera recordaba."«Él quería morir, que fuera lo más rápido posible, no así», alegó sobre el tiempo que estuvo esperando ya en la parcela de Godelleta "a ver si se moría con la medicación». Hasta que, tras un silencio, acabó admitiendo lo que ya había quedado totalmente acreditado por los médicos forenses. "Hice algo que no tenía haber hecho, cogí un cordón y lo ahogué», confesó entre lágrimas. "No tenía que haber muerto así, tuve que ahogarlo para terminar pronto", añadió Beatriu tras un parón para beber agua.

"Todo el mundo sabía que Isaac estaba a favor de la eutanasia, pero yo era la que estaba 24 horas con él y me dijo una y otra vez: Me quiero morir ya», remarcó la acusada, quien por muchos momentos se mostró incluso reivindicativa sobre lo solo que se sentía Isaac y que ella era su único apoyo. "Le dije que me tenía a mí, que yo estaría hasta el final".

La acusada no dudo incluso en tratar de responsabilizar a los hijos menores de edad del fallecido de su supuesta decisión final de acabar con su vida. "La gota que colmo el vaso fue el encuentro con sus hijos el día de antes, que solo quisieron estar tres horas con él porque habían quedado con sus amigos». Esta sensación de soledad y la depresión en la que estaba sumido tras conocer que la Ley de Regulación de la Eutanasiase retrasaba fue, según la procesada, lo que llevó finalmente a su marido a pedirle que le ayudara a morir. "Él no se iba a esperar a la Ley, tenía claro que no iba a llegar al estado de su madre y de su abuela".

Beatriu F., que se limitó a responder solo a las preguntas de su abogado y que hasta el día de ayer no había dado ninguna explicación sobre el crimen, afirma que fue ese día cuando, estando viendo la tele, su marido le dijo: "Mañana, ya". "Le dije que se lo pensara mejor, pero al mismo tiempo quería ayudarle porque se lo había prometido", alega.

Indicaciones de la asociación

La procesada acusó a los miembros de la Asociación Derecho a Morir Dignamente de haberle dado las indicaciones que debía seguir para llevar a cabo la eutanasia, como dónde adquirir el pentobarbital. Aunque hizo referencia a un librito que le dieron con las pautas, éste no consta en la causa. Como tampoco hay vídeo alguno de Isaac en el que dejara constancia de que quería morir.

Tras gesticular la forma en la que su marido se tomó las pastillas de ese supuesto medicamento del que solo recordaba que se utiliza para combatir el paludismo –porque el envío de pentobarbital que compraron por internet se extravió– la acusada pasó de puntillas por todo aquello que la incrimina.

Por un lado los pasos que dio hasta llevarlo a Godelleta –no hizo referencia a los teléfonos móviles que dejó a una amiga y un familiar para no ser geolocalizados por los investigadores–. Así, sobre todos los movimientos que realizó antes y después del crimen para dificultar la labor de los investigadores, la presunta asesina argumentó que fue su propia víctima, que había sido Policía Local en Catarroja, quien le advirtió de que "tuviera mucho cuidado, que iban a ir a por mí". Así alega que cuando lo planearon juntos le aconsejó que mandara algún mensaje con su teléfono desde otra provincia para hacer creer que seguía vivo.

Para tratar de justificar las contusiones que presentaba el cadáver, la acusada alegó que al sacar a Isaac del coche, se le cayó al suelo. Asimismo, confesó que roció el cadáver con sosa cáustica pero no con la intención de descomponerlo, sino porque la tenía a mano, según alega, porque la compró en un supermercado "para hacer desaparecer las malas hierbas».

También dio vagas explicaciones sobre la forma en la preparó, alquilando la parcela meses antes y mandando excavar la fosa, este "escalofriante crimen", en palabras del fiscal, que no se parece en nada al gesto de amor y compasión de otros casos de auxilio al suicidio, previos a la aprobación de la Ley de la Eutanasia. Es más, durante todo su interrogatorio, la presunta viuda negra no utilizó la palabra amor hacia su marido, a quien trataba más como un hijo que como un esposo, pero de cuyos ingresos económicos vivía y estaba a punto de perder si se separaba.

Prisión permanente o solo dos años de cárcel

El Ministerio Fiscal y la acusación particular mantuvieron ayer la petición de prisión permanente revisable para la acusada por un delito de asesinato de víctima especialmente vulnerable por su discapacidad. Mientras que la defensa modificó sus conclusiones y solicita una pena de dos años de cárcel por un delito de auxilio al suicidio.

Los miembros del tribunal popular pudieron escuchar en sala los audios en los que Beatriu F. C. recrimina la conducta de su marido, al que trata de forma despectiva como si fuera un niño: «sé un hombre y no lloriquees». Así como la conversación que mantuvo la procesada con un servicio jurídico interesándose por su situación económica en caso de divorcio o de que los familiares de Isaac lo ingresaran en una residencia. "Me tendrá que orientar lo que más me conviene, si él se va yo me quedo sin nada", les confiesa ésta preocupada.

De igual modo, se reprodujeron las dos grabaciones en las que el hijo de la procesada, condenado en su día por un juzgado de Menores como cómplice de un delito de auxilio al suicidio, se hace pasar por su padrastro poniendo una voz entrecortada, como si estuviera enfermo, para pedir las claves de acceso bancario vía telefónica.