Galicia

Así era la vida del sicario que se escondió 15 años en Pontevedra

El colombiano relacionado con un peligroso grupo de ajustes de cuentas estaba “perfectamente integrado” en la ciudad del Lérez

Una foto de Jhoni Fernando T. M. en un cartel de las autoridades colombianas.

Una foto de Jhoni Fernando T. M. en un cartel de las autoridades colombianas.

Carlos García

A principios de diciembre, la Policía Nacional de Pontevedra lograba desenmascarar a quien, según la propia Comisaría, era uno de los fugitivos más buscados en Colombia. Johni Fernando T. M., alias ‘mi yuca’, tenía una orden de búsqueda internacional de detención y entrega en vigor dictada por las autoridades de dicho país desde el año 2007 en relación a varios delitos graves, entre ellos un homicidio y la posterior tortura de otra persona. Colombia ofrecía una recompensa de 10 millones de pesos colombianos por la captura de este individuo, al que se le atribuía la jefatura de una organización de sicarios. Un grupo especializado en el cobro de deudas o ajustes de cuentas de todo tipo.

Mes y medio después de aquella detención, se sabe que “mi yuca” había logrado pasar inadvertido para las fuerzas de seguridad españolas y colombianas durante 15 años. Lo hizo “camuflado” en una ciudad tranquila, con una identidad falsa, intentando no llamar mucho la atención, hasta que fue detectado por los agentes de la Policía Nacional de Pontevedra en una laboriosa investigación.

La historia se remonta cinco lustros atrás. La emisión de la orden presidencial que incluía a Johni Fernando entre los más buscados del país provocó que pusiera pies en polvorosa y saliera de Colombia. Su destino fue España. La Policía Nacional ha logrado reconstruir los pasos que dio hasta entonces. Para entrar en territorio nacional utilizó un pasaporte válido comprado en Colombia pero que había sido manipulado para que constase la imagen del investigado con los datos de otra persona.

Para que su plan fuese más efectivo, “mi yuca” incluso se hizo poner un lunar en la cara y cambiar de “look” con el objetivo de no ser reconocido. Los carteles con su imagen y los de otros delincuentes buscados por el gobierno colombiano ya se movían por todo el país. Así, con este pasaporte, logró entrar en España y se asentó en Pontevedra.

Fútbol y gimnasio

Fuentes policiales explican que aquí inició una nueva vida ocultando su turbulento pasado y, poco a poco, integrándose en la vida de la ciudad. Encontró trabajos, siempre vinculados al mundo de la hostelería, como cocinero y sobre todo como portero de un establecimiento de ocio nocturno. A media que se iba sintiendo más seguro, “mi yuca” incluso se trajo de Colombia a mujer e hijos y a otros familiares con los que convivía en Pontevedra de manera tranquila. Durante estos quince años acudía al gimnasio o incluso jugaba en un equipo de fútbol sin que nadie a su alrededor pudiera ni tan siquiera sospechar que su nombre real figuraba entre el de los mayores fugitivos el país sudamericano.

Su camuflaje se vino abajo cuando a raíz de una serie de informaciones obtenidas por agentes de la Comisaría Provincial, se sospechó que había un individuo utilizando documentación española con una identidad falsa. A partir de ahí arrancó una compleja investigación de la Brigada Provincial de la Policía Judicial y de la Brigada de la Policía Científica que permitió constatar su verdadera identidad, procediendo a su detención el pasado 2 de diciembre. A través de Interpol España se constató que tenía pendiente una petición de extradición desde su país de origen.

Los propios agentes de la Brigada de Policía Judicial trasladaron al detenido a los juzgados centrales de la Audiencia Nacional que decretó su ingreso en prisión para su posterior extradición.

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Las referencias a este criminal en la prensa colombiana hablan de su posible integración en una de las bandas más sanguinarias de Cali a principios de este siglo. Se trata de La negra o Las tres puntillas, una organización conocida por clavar tres puntillas (clavos) en la frente de las víctimas tras llevar a cabo sus ejecuciones. Era su “sello”, su marca de presentación. Formaban parte de lo que se denominaban, eufemísticamente, “oficina de cobros”, es decir, ajustes de cuentas, y se les relaciona con múltiples asesinatos, incluso fuera de territorio Colombiano.

La Orden Europea de Detención y Entrega (OEDE) califica a este detenido como “altamente peligroso” además de señalar que está pendiente de cumplir esos 40 años de prisión por los numerosos delitos cometidos en Colombia.

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