A la caza del asesino de Tatiana en Oviedo: una brutal paliza, el cuerpo en la bañera y relaciones previas

La investigación, reforzada con agentes de Madrid, sitúa a la víctima en el mundo de la prostitución y la autopsia detecta que le rompieron el cuello y varias costillas

Un coche de la Policía Nacional, aparcado ayer junto al portal de la víctima. | Fernando Rodríguez

Un coche de la Policía Nacional, aparcado ayer junto al portal de la víctima. | Fernando Rodríguez

Chus Neira

La mujer hallada muerta el domingo por la mañana en su casa de la calle Ámsterdam, en el barrio ovetense de Teatinos, falleció de una paliza. Tenía el cuello y varias costillas rotas y su cuerpo fue trasladado a la bañera. Dos días después de que apareciera sin vida, la Policía avanza, con cautela y ciertas reservas, en la reconstrucción del crimen. Las investigaciones las dirige ahora, desde Madrid, la comisaría general, con apoyo de agentes asturianos y refuerzos de la central de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) desplazados a Oviedo. Ayer se confirmó que la mujer ejercía la prostitución, que se anunciaba como masajista, y que, además de su colección de pelucas –una veintena expuestas por el piso– había también diversos juguetes sexuales en la casa.

Desde que apareció el cadáver, una vez que su madre, que estaba en ese momento en Benicarló, diera la voz de alarma al llevar varios días sin localizar a su hija, el caso ha dado varios quiebros. Durante los primeros momentos, la posición en que fue hallada apuntó a un accidente doméstico, a que se pudiera haber desnucado en el baño. También se llegó a manejar la hipótesis de un suicidio, y cuando se corroboró la ocupación de la víctima los investigadores también pensaron que podría haber sido un cliente al que "se le había ido la mano".

Fuera o no una persona que había contratado sus servicios, algo que todavía no ha sido confirmado, la autopsia parece haber dejado claro por ahora que la muerte no tuvo que ver con una actividad sexual, sino con una brutal paliza: tenía el cuello roto y también varias costillas. Según las conclusiones del segundo día de investigaciones, Tatiana Coinac habría fallecido en otro lugar del piso y habrían trasladado su cuerpo sin vida a la bañera, donde la encontraron los agentes.

No hay indicios de agresión sexual, pero sí relaciones previas al supuesto homicidio. En ese sentido, y apoyándose en esas pistas, cobra fuerza la hipótesis de la presencia de un cliente en el domicilio con el que habría mantenido relaciones y que luego se hubiera puesto violento.

Tatiana Coinac, de 44 años y nacionalidad moldava, también respondía al nombre de Tania y utilizaba un tercer nombre, que no ha trascendido, cuando trabajaba como prostituta. Su perfil, sin embargo, no encajaba con el que ahora se le asigna en la investigación. En la peluquería del barrio a la que acudía desde hacía unos meses a comprar pelucas (lo hacía de forma compulsiva, siempre del mismo tipo) dejaba entrever que trabajaba en una residencia de ancianos de la zona norte de Oviedo. Ese salón es uno de los pocos negocios donde conocían un poco más a la víctima, a la que sus vecinos de piso describen como una persona amable y reservada, y que, aunque se dejaba ver pocas veces por el barrio, por las noches solía bajar a pasear a su gato persa alrededor de la manzana, siempre de madrugada, a veces con la cabeza cubierta con una tela a modo de turbante.

En la peluquería y en su portal la describen como una mujer normal e incluso desconfiada, que en ocasiones no quiso quedar a deber el importe de una crema a pesar de que las dependientes le decían: "Ya me lo pagarás". Nada en ella apuntaba a esa doble vida. El piso donde vivía era de su propiedad, llevaba allí quince años y no se le conocían amistades, aunque a veces, contaba en la peluquería, salía por la noche. Por Gijón. Pero no le gustaba demasiado. Eso decía.

Ayer por la mañana, los agentes especializados de la UDEV y de la Policía científica siguieron trabajando en el piso. Hasta seis efectivos recogían pruebas e inspeccionaban la escena del crimen, mientras los vecinos mostraban cierta incredulidad. Tatiana Coinac era una persona que nunca había llamado la atención. No había fiestas en su piso, no era habitual verla subir con hombres, en el resto de negocios del barrio nadie se da cuenta de quién era.

Su apariencia tampoco llamaba la atención. Utilizaba zapato bajo, ropas amplias e informales, pantalones vaqueros, camisetas. Otros vecinos indicaban que ese aspecto no era el mismo de hace unos años cuando, precisan, "se pintaba más, iba más arreglada".

La normalidad de Tatiana, una mujer delgada y sin un físico llamativo, solo albergaba, de cara a los que la conocían, una rareza. Tenía una obsesión casi enfermiza con las pelucas, y por eso cuando la peluquería del barrio empezó a venderlas ella se hizo una habitual. No quería cualquier peluca, y, de hecho, el tipo de pelo postizo que compraba no era especialmente llamativo. Solo le interesaban las rubias de tonos más bien oscuros, y su poco interés en lucirlas de forma llamativa llegaba al punto de que pedía que le hicieran una trenza antes de salir del salón.

Allí, en esa peluquería, uno de los pocos espacios del barrio que parece que frecuentaba con cierta confianza, fue donde pidió que le raparan el pelo y donde contó algunas cosas que hoy, a la luz de las investigaciones, parecen fabulaciones de una vida que no era la suya. Pese a que hablaba de turnos de trabajo en una residencia de ancianos del Naranco, no consta que se hubiera dedicado profesionalmente al cuidado de personas mayores.

Quedan todavía muchos interrogantes sobre el homicidio de Tatiana Coinac, aunque los especialistas de la UDEV desplazados a Oviedo, unos agentes que en los últimos años han resuelto casos como el de la peregrina asesinada cerca de Astorga, Denise Thiem, o el de Juana Canal, veinte años después de su fallecimiento, han empezado ya a arrojar algo de luz sobre el brutal asesinato de Teatinos.

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