Entrevista | María Belén López Martínez Directora del centro penitenciario Alicante II-Villena
María Belén López: "La sociedad debe ser consciente de que el recluso va a volver a la calle"
Primera mujer que dirige una prisión en la provincia, centra en el último tramo del cumplimiento de la condena el gran reto de la reinserción, "cuando el interno pasa a régimen abierto y los apoyos que tenía dentro van cayendo"

María Belén López Martínez, directora de la prisión Alicante II- Villena: "Asociar la delincuencia al que viene de fuera es un error porque no es así. No siempre es así" / Rafa Arjones / Mercedes Gallego
Llegó a una prisión en llamas por un conflicto que le costó el puesto al anterior director y en tres años ha conseguido pacificar un penal que alberga a más de un millar de almas. Primera mujer en estar al frente de un centro penitenciario en la provincia y psicóloga de formación, María Belén López (Granada, 1971) se adentró en el mundo carcelario a través de una ONG en la que trabajaba. Por eso valora, y mucho, la importancia de que la sociedad participe en la tarea rehabilitadora de los internos.
Cuando usted aterrizó en Villena la prisión no estaba atravesando su mejor momento con un conflicto que tenía soliviantados a dirección, funcionarios e internos y que acabó en el juzgado, donde se encuentra.
Vine en un momento necesario para la institución. Hacía falta un cambio y evidentemente que lo ha habido porque mi estilo es completamente diferente al del anterior director (Feliciano Crelgo). Aunque esto varía y quien es bueno hoy, mañana deja de serlo. Por eso no estoy a merced de lo que opinen de mí los demás. Sé lo que tengo que hacer y lo hago con unos principios claros y por coherencia. Mi papel es representar a la Administración Penitenciaria y mi quehacer tiene que ir siempre en pro del interés público.
Lo que es evidente es que se ha pasado de hablar en los medios de esta prisión en relación a ese conflicto a hacerlo, como ocurrió hace unas semanas, de reinserción y de reclusos que estudian carreras.
La formación, las herramientas, el apostar por la reinserción, por la apertura a la sociedad… eso ha estado siempre. Lo que pasa es que cada equipo tiene una forma de dirigir. Hay quienes son más tipo líder participativo democrático, como es mi caso. Y otros que tenían un estilo más directivo, más autoritario. Son liderazgos diferentes, ninguno mejor ni peor.
Ya, pero aquella tensión existió.
Sí que había un clima de cierta tensión en el centro, como puede haberlo en cualquier empresa por unas determinadas circunstancias. Pero la plantilla era buena antes y sigue siendo buena ahora. La prisión de Villena cuenta con un equipo de profesionales con muchísimo potencial de los que estoy súper contenta de formar equipo con ellos.
Aún así, ¿cree que podría repetirse una situación como la que se generó con una subdirectora denunciando una supuesta agresión por parte de sus propios compañeros?
No lo veo factible. Ahí se mezclaron otras variables que ahora no están. La plantilla tiene como interlocutores con la Administración a los sindicatos y se había llegado a un punto de tensión entre ambas partes que generó que no se pudieran sentar a la mesa, hablar y entre todos buscar la solución al problema que hubiera. Fueron unas circunstancias muy excepcionales, muy peculiares, y creo que es difícil que se vuelvan a repetir.
¿Queda alguno de los protagonistas de aquella historia en el centro?
La protagonista fue la subdirectora, que no está. Pero eso se encuentra judicializado y hasta que no haya una sentencia que realmente declare unos hechos probados, todo es adelantar algo que no sabemos.
El reto del el último tramo de la condena
Volvamos a la reinserción. Un 35 % de los internos de esta prisión se está formando en diferentes niveles educativos ¿Qué se puede hacer para potenciar la rehabilitacion de los reclusos?
Dentro se trabaja bastante bien, aunque hay centros que tienen menos recursos humanos que otros. Pero donde considero que sigue habiendo un gran reto es en el último tramo del cumplimiento de la condena, en el régimen abierto, cuando el interno progresa a tercer grado. Hasta ese momento se está muy tutorizado, muy acompañado, se le han ofrecido muchas posibilidades de formación, de trabajo, de ayuda personal... pero cuando empieza a salir, esos apoyos van cayendo. Por eso el desafío ahí.
¿Cómo se puede afrontar ese reto?
Se deberían destinar más recursos humanos a esa parte del itinerario penitenciario, que es cuando el recluso más apoyo necesita. Porque en la calle está solo. Y si no lo está, la familia o el entorno no saben el trabajo que ha hecho dentro. Por eso es preciso reforzar esa parte.

María Belén López es la primer mujer en dirigir un centro penitenciario en la provincia / Rafa Arjones
Usted es la primera mujer en dirigir un centro penitenciario en la provincia, ¿en qué cree que influye a la hora de tomar las riendas de una prisión?
El ser mujer no influye. Aquí lo que se valora es la capacidad, la profesionalidad, la motivación... Las mujeres no tenemos ninguna desventaja respecto a los compañeros varones a la hora de acceder a un puesto directivo. Las dificultades que podamos tener son las personales de cada uno, sea hombre o mujer. En eso hemos avanzado muchísimo y a mí me ha tocado la etapa buena, la de los avances. De hecho, de los 84 centros penitenciarios del país, 34 están dirigidos por mujeres.
En realidad me refería a si ser mujer puede ayudar a la hora de gestionar una institución que encierra vidas.
Hay una serie de características que siempre se asocian a la mujer como que, entre comillas, suele ser más dialogante, más intuitiva… Pero también te encuentras hombres así. Depende mucho de la persona. A mí lo que creo que me ayuda es mi forma de ser, pero mi forma de ser como Belén.
¿Y cómo cree que ven a Belén la plantilla y los internos?
Supongo que habrá opiniones muy dispares y no pretendo que todo el mundo aplauda las decisiones que tomo. Pero soy yo quien tiene que tomarlas. Si me equivoco, pues me he equivocado. Esto es un continuo aprendizaje. Cada día aprendo yo y cada día aprende también la gente conmigo.
¿Se considera una directora accesible?
Sí, accesible sí que soy.
¿Y dialogante?
Sí, sí… Desde que llegué, la puerta de mi despacho está abierta para cualquier profesional que quiera acceder a mí, preguntarme, consultarme, proponerme, quejarse...
¿Esto se puede aplicar también a los internos?
Con los internos igual. Con los internos a lo mejor no es la puerta del despacho, pero siempre estoy accesible. Ninguno puede decir que no ha recibido respuesta a una solicitud, a una queja o una propuesta que me haya hecho.
En las películas americanas a los directores de la prisión les llaman alcaides. ¿Se siente usted un poco alcaldesa?
Si hacemos la comparación de un centro penitenciario con un pueblo, con sus calles, sus edificios… entiendo la comparación del término alcaldesa con el alcaide de las prisiones americanas. Pero ese no es nuestro sistema.
¿Qué resultados cree que obtendría si se presentara a unas elecciones en la prisión?
No lo sé, pero tampoco me preocupa.
¿Está usted a gusto aquí?
Si, lo estoy porque hay una plantilla muy buena, gente joven, que cambia cada año y que te da la oportunidad de estar siempre renovándote. Y eso es bueno.
La sociedad como partícipe de la rehabilitación
¿Tiene algún objetivo concreto a corto o medio plazo?
Los retos para mí son cumplir los objetivos que nos marca la secretaría general (de Instituciones Penitenciarias). Básicamente ese es nuestro nivel a la hora de evaluar cuál ha sido nuestro trabajo de un año a otro. Y no perder de vista nunca que la sociedad participe también de esa tarea rehabilitadora.
¿Participa?
Participa mucho. Aquí contamos con 22 instituciones entre fundaciones, asociaciones, federaciones deportivas, sedes de la Universidad de Alicante… tenemos mucha participación de la sociedad civil. Y eso hay que seguir potenciándolo porque es lo que conecta a la población reclusa con la sociedad. No los desvincula, no los desarraiga. Para mí siempre ha sido un objetivo muy importante porque yo surgí de ahí. Yo entré en prisiones por una asociación que colaboraba con la administración penitenciaria. Eso es fundamental.
Según arrojan las estadísticas, la población reclusa extranjera apenas llega a la cuarta parte del total. ¿Cree que si la sociedad conociera cuál es la realidad penitenciaria del país cambiarían muchos esquemas xenófobos?
Claro que cambiarían. Se vendrían abajo muchos estereotipos. Asociar la delincuencia al que viene de fuera es un error porque no es así. No siempre es así. Puede haber casos, pero no es lo general. De la población reclusa que tenemos en el centro, el 77% son nacionales y el 23% extranjeros. Y no todos proceden de países que están en situaciones vulnerables. Hay población penitenciaria que viene de países desarrollados, en algunos casos mucho más avanzados que España, como Reino Unido, Suecia, Finlandia... En la prisión de Villena hay 46 nacionalidades y no todos son de Marruecos o de Argelia... Por eso creo que conocer esos datos es bueno, sobre todo para acabar con ese miedo al que viene de fuera y eliminar esas actitudes racistas.
Por su experiencia, con las excepción si quiere de las fundaciones a las que se ha referido antes, ¿a la sociedad le importa algo la población reclusa o solo es un mal que está mejor tras las rejas?
Normalmente no le importa porque es algo que ha hecho daño y, cuanto más lejos esté y menos se sepa de ella, mejor. Eso unido a que no suelen conocerse las bondades de nuestro sistema penitenciario, que es de los más abiertos y progresistas de la UE. Y de lo que se trata es de que la sociedad tome conciencia de que el recluso no se va y me lo quito del medio. No. Se va durante un tiempo, pero va a volver. Y aunque esa persona sea la responsable primera de la infracción penal, responsables somos todos.
Internos que estudian carreras
Supongo que sabe de las críticas a que las cárceles tengan piscina y hasta a que haya internos que aprovechen su estancia dentro para sacarse una carrera bajo el argumento de que eso lo pagamos todos.
Yo creo que todo el mundo ha que tener igualdad de oportunidades a la hora de acceder a la formación, al trabajo… Y los internos no dejan de ser ciudadanos, y como un ciudadano más deben tenerlas. Si te quedas con lo anecdótico, como que si hay piscina... vale, la hay, pero ni se está usando todos los días ni es un spa. La piscina tiene una finalidad tratamental. Todos los servicios que hay dentro de una prisión tienen un fin de seguridad o educativo.
¿Esa afirmación se puede generalizar?
Claro. Aquí de lo que se trata es de que han perdido la libertad. Los internos no pueden hacer uso de la piscina cuando quieren, ni se pueden levantar por la mañana a la hora que desean. Todo está programado, cronometrado y organizado. Lo mismo se puede decir de la biblioteca o del cine, que hay una vez a la semana. Son herramientas que ayudan a normalizar la vida. Si, por ejemplo, aquí van a la piscina, posiblemente también lo hagan cuando estén fuera con su familia y ocuparán su tiempo de ocio de una manera positiva.
Los módulos de respeto, de los que en esta prisión hay cinco de los quince con que cuenta, ¿ayudan?
Los módulos de respeto son necesarios, pero son uno más porque hay perfiles de internos que no se adaptan a esa forma de funcionamiento. Son un programa de tratamiento en sí mismo porque implica un sistema de organización, de participación de los internos por comisiones, de que haya responsables de tareas, de que los propios reclusos se evalúen unos a otros... Y no todos están preparados ni dispuestos a participar de un programa de este tipo. Por eso es la propia población penitenciaria la que te marca cuántos módulos de respeto puedes tener. Y dentro de esos módulos hay diferentes niveles de exigencia.
¿Había presos etarras cuando llegó a esta prisión?
No, ya no. Cuando yo llegué a Prisiones ETA estaba dando sus últimos coletazos. Los que había estaban en módulos haciendo vida normal y no suponían mayor problema que cualquier otro interno.
Los condenados por delitos de la corrupción, ¿tienen sus propios sus propios códigos o se involucran en la vida penitenciaria como un recluso más?
Se involucran como uno más. El delito no condiciona el tipo de vida que llevan dentro. Solo el nivel de peligrosidad y de inadaptación al régimen de convivencia. Pero el tipo de delito no hace que estén en un módulo u otro. O que tengan más beneficios o menos. Eso no es así. Un condenado por corrupción estará en un módulo de respeto porque él ya es una persona normalizada en la calle. Sabe participar en la vida diaria porque en la calle ya lo ha hecho y se adapta perfectamente a las exigencias de este tipo de módulos.
Se lo preguntaba por casos como el de la exvicepresidenta de las Cortes y exalcaldesa de Novelda, Milagrosa Martínez, de quien se ha sabido que durante el tiempo que permaneció aquí acostumbraba a echar una mano en lo que podía a otras internas.
El ambiente es el que tú te marques y en el que tú te quieras mover. Los que tienen más formación suelen colaborar y ayudar a los que no la tienen. El ejemplo lo tenemos en los chicos que están cursando grados en la UNED. Su nivel de formación es mucho más alto que el de otros y ayudan a internos que no lo tienen y quieren presentar un recurso o una queja. Eso ocurre. Los más formados ayudan. Para eso están las comisiones de participación. Las hay de actividades, de deportes, de ayuda legal... Entre ellos no se autogestionan, pero sí coparticipan junto a los miembros de los equipos técnicos en diversas actividades. Y sí que se ayudan.
«La falta de médicos es el problema más grave que tenemos en la prisión»

María Belén López posa junto a uno de los murales que decoran los muros de la cárcel. / Rafa Arjones
¿Cuál es el principal problema que tiene ahora mismo la cárcel?
Nuestro mayor problema es el déficit de médicos cuando aquí dentro todo está condicionado por sus informes: si el interno está apto para ir en un furgón tantas horas, si se encuentra en condiciones de soportar una sanción de aislamiento... Si no fuese por el equipo de enfermeras y la única médico valiente que ha seguido aquí al pie del cañón, cuando otros facultativos se han ido a otras administraciones, esto sería un caos.
¿Qué plantilla de médicos debería tener la prisión?
Entre seis y siete médicos.
¿Le he entendido que hay una?
Una titular y un interino que lleva dos meses. Eso es todo. La Administración ha hecho un esfuerzo grande por dar solución a este problema sacando ofertas públicas. De hecho, en la última se ofertaron 80 plazas, pero solo se presentaron 25. Y no sé cuántos aprobarían.
¿Cómo se suple esta carencia?
Como solución de choque se puso en marcha un programa piloto de asistencia telemática con un equipo de médicos de la institución que fuera de su jornada realizan este tipo de atención. Al principio éramos pocos los centros que participábamos, pero en estos tres años han aumentado muchísimo porque más prisiones se han ido quedando sin médicos bien por jubilaciones, porque se van a otras administraciones o porque no se cubren las plazas que se ofertan. Y solo gracias a esa guardia de telemedicina podemos paliar en alguna medida las situaciones de urgencia.
Porque además están las patologías propias de una población que supera el millar.
Efectivamente. Tenemos una población con muchas patologías, con adicciones a drogas (siete de cada diez consumían en libertad, cinco de cada diez lo hizo el último mes antes de entrar y dos de cada diez, en el último mes en prisión); con problemas mentales (el 34,8 % ha sido diagnosticado alguna vez su vida de trastorno mental o emocional y el 25 % lo ha sido en prisión) y eso obliga a revisar medicaciones, a cambiar tratamientos, a hacer diagnósticos... Porque sabes que tienes a una persona delante con algún problema mental, pero sin identificar claramente cuál. Y además están los tratamientos crónicos, porque es una población con muchas enfermedades infecto contagiosas.
¿En imposible evitar la entrada de droga en la cárcel?
Lo intentamos poniendo todos los medios legales que hay a nuestro alcance. Controles, cacheos aleatorios a familiares y personal ajeno al centro cuando tenemos indicios de que intentan introducir sustancias u objetos prohibidos, se revisan paquetes... y se han introducido en diferentes centros unidades caninas que lo detectan, incluso cuando lo llevan oculto en el cuerpo. El trabajo de los funcionarios es continuo. No podemos bajar la guardia.
Hay quienes sostienen que el Código Penal español es excesivamente blando, que las penas deberían ser más elevadas. ¿Lo comparte?
Nuestro Código Penal es bastante punitivo, nada de laxo, porque aquí una persona condenada a veinte años es fácil que no puede plantearse un tercer grado hasta cumplida la mitad de la condena. Hay gente que se pasa doce y trece años sin salir a la calle. ¿Cómo piensas reinsertar a una persona que en diez años no ha tenido contacto con el exterior?
¿Generan un especial rechazo los condenados por violencia de género?
No. Los que normalmente suelen tener más rechazo son los delitos relacionados con la libertad sexual. Pero luego, en el día a día, cada uno va a lo suyo. Los motivos de conflicto entre no vienen provocados por el tipo de delito que ha cometido cada uno, se generan por otras cuestiones.
¿Usted también separa el delito del recluso?
Si no lo separáramos no podríamos trabajar. Nuestro cometido es darles herramientas con independencia del motivo por el que estén dentro.
Quejas sindicales
¿Qué razón tienen los sindicatos cuando se quejan de falta de personal en esta prisión?
La única queja con razón es el déficit de médicos, que no solo afecta a la cárcel de Villena y que no es más que un reflejo de lo que ocurre en la calle con la sanidad publica, donde la falta de facultativos no se logra cubrir con los nuevos MIR.
Respecto al resto del personal, ¿no hay motivo para quejarse?
A nivel de personal, este centro está muy bien dotado, con la relación de puestos de trabajo cubierta a tope. Hay suficientes educadores, psicólogos... ¿Que podía haber más? Claro que podía pero, en relación al número de internos, la dotación está bien. La Administración ha sacado ofertas de empleo generosas después de unos años de parón. Lo que ocurre es que tenemos el handicap de que a partir de una edad (la media en la prisión de Villena es de 44 años), el funcionario que está en activo en el área de vigilancia, que es la más numerosa, puede pasar a la administrativa. Y no hay que olvidar que esta profesión se desarrolla en un entorno hostil porque estás trabajando con gente que no quiere estar aquí, lo que a nivel personal y laboral tienen sus riesgos y puede que por el camino vaya cayendo gente.
Un sindicato ha denunciado un «inicio de año caótico» con «más de cien incidentes» registrados.
Que haya habido mas de dos incidentes informados por día en un centro con 1.100 internos conviviendo es el reflejo del trabajo y buen hacer de los funcionarios para lograr un clima de normal convivencia y seguridad que permita el desarrollo de las actividades orientadas a la reeducación. De hecho, de los 133 incidentes , 122 son de carácter leve y no ha habido ninguno catalogado de muy grave. Es una visión sesgada y parcial de una parte de trabajadores, no de su totalidad.
También ponían como un ejemplo de falta de coordinación entre la dirección y el equipo sanitario el aterrizaje de un helicóptero sanitario a mediados del pasado enero.
La excepcionalidad de ver cómo un helicóptero entraba en el centro respondía a la urgencia de salvar la vida de una persona cuya integridad y salud es nuestra responsabilidad. La gravedad y urgencia de la situación fue determinante en la toma de decisiones, y en todo momento se tomaron las medidas de seguridad necesarias que requería la situación con conocimiento de los servicios centrales dada la excepcionalidad de la medida. Y una vez más los funcionarios demostraron estar a la altura. Por eso siempre digo que es una labor de equipo. Tú puedes tener muy buenas intenciones, pero si no hay un equipo que te respalde... tú serás la que tome al final las decisiones. Pero son ellos… vamos, somos todos.
Las frases
- «Es la propia población penitenciaria la que marca cuántos módulos de respeto puede haber porque son un programa de tratamiento en sí mismo»
- «El delito no condiciona la vida que llevan dentro, solo el nivel de peligrosidad y de adaptación al régimen de convivencia»
- «Soy una directora dialogante. Desde que llegué la puerta de mi despacho ha estado abierta para cualquier profesional que quiera acceder a mí»
- Si no fuera por las enfermeras y la única facultativa valiente que ha permanecido al pie del cañón, esto sería un caos
- De no separar el recluso del delito, no podríamos trabajar. Nuestro cometido es darles herramientas con independencia del motivo por el que estén dentro
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