La profesora titular de la UMH María Pastor diagnostica los errores que se han cometido tras el verano, y que han llevado a una incidencia tan alta en la segunda ola, y asegura que la falta de más gente formada ha sido uno de los grandes lastres en España.

¿Qué errores se han cometido para que en la segunda ola se hayan dado tantos contagios?

Pasamos de un confinamiento doméstico duro pero eficaz a una desescalada bien diseñada, pero que llevó demasiado rápido a la nueva normalidad. Las personas mayores sí han aprendido y han cumplido con las medidas de protección y por ello en verano cambió la mediana de edad de la epidemia de 60 a 28 años. Faltan datos para emitir juicios, pero creo que el resto de la población cumplimos a medias. No puede ser que use la mascarilla pero en cuanto me siento en una terraza me la quito y no guardo distancia.

¿Cómo cree que se debería haber actuado estos meses?

Deberíamos habernos quedado en alguna fase de la desescalada durante más tiempo. Ahora se necesitan medidas más contundentes a nivel personal, y social, para no tener que llegar a un confinamiento domiciliar y preservar la sanidad, la educación y la economía con todas las ayudas posibles a las personas que se están viendo más afectadas. Hay que aceptar las medidas y no perderse en discusiones estériles.

¿Qué lecciones considera que hemos aprendido?

Debemos tener una mayor colaboración entre todos los profesionales y mayor participación de expertos en asesorar al Gobierno. Es necesaria una mayor unidad de acción entre todas las comunidades autónomas con conceptos, indicadores y normas comunes. Hay que hacer partícipes a las comunidades, son un elemento esencial para el desarrollo y la práctica de todas las medidas de prevención. Tenemos que informar bien para concienciar a la población, la gente necesita conocer el riesgo para que cada uno tome las mejores decisiones para su vida y su entorno. Y tenemos que reducir el número de contactos sociales al mínimo.

¿Por qué España es, junto a Italia, uno de los países más afectados de Europa?

Realmente, no lo sabemos, pero seguro que influyen varios factores. Ha fallado el sistema de prevención, pero además en España tenemos una densidad poblacional en nuestras ciudades muy alta, y esto es fundamental para la transmisión del virus. Además, vivimos más personas por vivienda, y varias generaciones conviven. Por eso el contagio dentro de la familia ha sido más elevado que en otros lugares. El estudio de seroprevalencia del Instituto de Salud Carlos III durante la primera oleada mostró que un 5% de la población se había enfrentado al virus y que la afectación era mayor en personas mayores que en más jóvenes.

¿El sistema sanitario estaba preparado para la pandemia?

Es un virus nuevo para toda la población contra el cual no tenemos inmunidad. Los países asiáticos estaban preparados por sus recurrentes epidemias de virus y tienen planes de contingencia. Los gobiernos, la población, quien regenta un bar, quien tiene una academia, saben qué hay que hacer, e incluso se hacen simulacros de pandemia a nivel país. El resto del mundo estábamos preparados para otra situación como por ejemplo la gripe aviar, pero sin creérnosla mucho, porque siempre había sido contenida en los países asiáticos. En lo que hemos fallado ha sido en el sistema de prevención, básico para controlar una epidemia desde el inicio, y que es lo que los países asiáticos activaron rápidamente.

¿Qué mecanismos de salud pública tenían que activarse?

Ha hecho falta más gente formada. Es más económico formar que curar, una intervención temprana es más corta, barata, en sufrimiento y en dinero, y eficaz. Debemos aprender esto para siempre, luchas contra menos casos, reduces su impacto y acortas el tiempo. Tiene que haber un sistema de vigilancia de enfermedades infecciosas compuesto por profesionales multidisciplinares. El cambio climático y la globalización traerán más infecciones.