Sin alcanzar los 30 años de edad han experimentado un recorrido tan intenso, tanto a nivel académico como profesional , que parece que hubieran necesitado varias vidas para completarlo. Y sin embargo, como subrayan todos ellos, esto no ha hecho más que empezar.

Son alumnos formados en las Universidades de Alicante y Miguel Hernández de Elche, y si algo les caracteriza es que ninguno de ellos se ha limitado a ir de clase a casa. Como destaca desde la UA la delegada de la rectora para las Relaciones con la Sociedad, Ana Laguna, a su vez responsable del programa Alumni que vincula a los estudiantes con el centro universitario, para que una vez que se van sigan siendo embajadores de la marca UA, la universidad tiene el deber de formar y capacitar a sus estudiantes, pero que a la hora de la verdad lo que se ponen son «los mimbres». Para José Juan López, vicerrector de Estudiantes de la UMH, el «alto ratio» de alumnos talentosos se debe a tres pilares: «contar con titulaciones como Ciencias de la Salud e ingenierías, que tienen más salidas laborales que otras universidades que tienen Filosofía, Geografía o Historia; el Parque Científico, que facilita la salida laboral; y que hay muy buenos docentes». López pone de relieve que, a pesar de ser una universidad joven, «somos muy tecnológicos, lo que es un valor añadido en competencias blandas».

«Algunos alcanzan la excelencia y es consecuencia de mucho trabajo, tesón y talento, lo cual depende sin duda de una actitud personal», añade Ana Laguna, por su parte. Así lo demuestran cuando narran sus comienzos y hasta dónde han llegado hasta ahora. Como Gala Gil, que quería ser intérprete pero que antes de terminar la carrera ya había creado una startup del internet de las cosas, para el estudio de la salud estructural de los edificios y poder predecir tanto posibles daños externos como el deterioro.

Con apenas 27 años dice que su vida ha cambiado mucho desde que se arrancó con la lengua polaca para tener opciones de colocarse en la UE, como le indicaron sus profesores de la UA. Inquieta, curiosa e insaciable, características que identifican al resto de los testimonios recogidos, creó por su cuenta un videoblog de interpretación con declaraciones de los intérpretes del Papa, Obama o Cristina Ronaldo, entre otros, con el que logró 50.000 seguidores. Su formación autodidacta en Marketing digital le llevó a Silicon Valley y a la Universidad de Stanford con un intercambio. Y en Londres le han fichado de un fondo de capital riesgo que invierte en talento en su fase inicial. Desde hace dos años dirige su propia empresa y tiene a su cargo a 37 personas que desarrollan soluciones para bancos, programas ligados a pagos con tarjeta o a la detección automática de fraudes. «Trabajamos cien por cien remoto, la he visto nacer y quiero ver a dónde llega». Es un trabajo que no se deriva de ninguno de los grados actuales. «Las carreras con una buena base pero los nuevos trabajos son demasiado novedosos», así que apuesta por una formación multidisciplinar que, en su caso, tiene mucho más que aportar.

El santapolero Iñigo Martín también ha conquistado el mundo de la tecnología pero en el campo de la aplicación de preenfriamiento evaporativo con ultrasonidos. El máster en Ingeniería Industrial de la Politécnica de Elche le catapultó a una competición europea de expertos en instalaciones térmicas y a sus 23 años está haciendo prácticas en el Centro Europeo para la Investigación Nuclear o Laboratorio de Física de Partículas donde se encuentra el mayor acelerador de partículas el mundo.

También de la Politécnica, pero en la UA, Noelia Romero cursó Ingeniería en Sonido e Imagen en Telecomunicación aunque no lo tenía muy claro. Es algo común en muchos de estos excelentes alumnos, hasta el punto de que más de uno requirió asesoramiento de orientadores y psicólogos para definir su trayectoria inicial.

Noelia se apuntó a estudiarlo todo en inglés y de la mano de sus profesores descubrió el apasionante mundo del SAR, el Radar de Apertura Simétrica por satélite. Confiesa que su tesis sobre la monitorización de cultivos mediante datos de radar por satélite, fue definitiva para acabar donde está: investigadora posdoctoral en el Centro Aeroespacial Alemán de Munich. Una década después de dejar la universidad no se ve para nada como la que entró con 17 años, pero sus ganas de aprender, asegura, siguen intactas.

También es investigadora Melissa Belló, en el laboratorio del coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC que trata de diseñar la vacuna intranasal que se confía que ponga en jaque al virus. Ella sí tuvo claro que la ciencia le acompañaría toda su vida y es doctora en Biología Molecular y Celular por la UMH. Hace apenas dos años que acabó la tesis y en apenas tres meses se incorporó al prestigioso CSIC donde empezó trabajando contra un coronavirus letal que transmiten los dromedarios y arroja un 30% de mortalidad. Pero en cuanto la pandemia se hizo presente se enganchó para centrarse en el SARS-CoV-2.

Como el resto de su excelsa generación, su afán por aprender no tiene fin y fija su próximo horizonte en Róterdam, Holanda, para, desde el conocimiento de nuevas técnicas, «tratar de reducir el número de animales en los ensayos, a través del sistema organoide».

David Expósito es también un apasionado de la ciencia desde que estudió Biología en el IES Jorge Juan de Alicante y en la UA después. Los profesores le inyectaron su interés por la moléculas y si alguien le marcó fue el catedrático de Inmunología José Miguel Sempere, desde entonces le mueve la investigación en laboratorio. Pero al término de la carrera fueron Juan Pina y Sergi Soriano, del Instituto de Neurociencias, quienes le abrieron metas hacia esta nueva disciplina.

El máster lo cursó en Barcelona, pero para el doctorado quería salir al extranjero. Reconoce que hay que tener claro lo que te apasiona llegado ese momento «porque hay momentos difíciles en que no salen los resultados cómo esperas» y entonces te salva «la motivación. No importa lo que sabemos, cada año puedes progresar», recalca. Del King’s College de Londres al que llegó con una beca de la Caixa, saltó a Boston para investigar el ADN que da instrucciones para formar el cerebro y entender patologías como la epilepsia, el autismo, la esquizofrenia o el Alzheimer. Desde la Universidad de Harvard confía en innovar nuevas estrategias terapéuticas para reducir la sintomatología de este tipo de patologías.

Anna Tarí también ha investigado en Boston, pero sobre el comportamiento del consumidor y la economía. Graduada en Administración y Dirección de Empresas por la UA , estudió durante tres meses el modelo de innovación en Silicon Valley y su influencia sobre el turismo gracias a una beca; incluso ha trabajado en el Consejo Mundial del Turismo en Londres. Pero su preferencia, la sostenibilidad y la psicología del consumidor, le incitaron a montar una ONG, Circular Economy Club, que ya integra casi 300 clubs en todo el mundo.

Confiesa que es de las que no tenía claro qué quería ser de mayor, pero que ser proactivo en la universidad e implicarse en proyectos de los profesores, «ayuda mucho a ver cómo funcionan las cosas y a aclararte lo que te gusta». Mira hacia atrás y agradece haber aprovechado cada oportunidad que se le ha presentado.