"Es río grande y caudaloso porque por él se lleva y pasa madera a la ciudad de Murcia y Origüela, ques del Reyno de Valencia". Así aludían, en el siglo XVI, las Relaciones Topográficas de Felipe II a la bajada de troncos de pinos o maderada por el río Segura desde Yeste (Albacete) y sus alrededores hasta la Vega Baja. Este oficio, hoy desaparecido, era llevado a cabo por los gancheros o pineros. Hasta Orihuela tenían que recorrer 340 kilómetros cauce abajo por el río y ayudados siempre por la fuerza del agua.

Aunque extinguida, la última muestra de la maderada tuvo lugar hace unos días en la aldea de la Graya, perteneciente al municipio de Yeste, donde participaron unas 25 personas entre gancheros, mujeres vestidas de época que los esperaban con la comida preparada a base de migas y pisto con carne, y un ajorrador que extrajo con su mula los palos del río una vez acabado el trayecto de poco más de un kilómetro.

La sierra que lleva el nombre del río Segura estaba considerada como una de las grandes regiones madereras de España junto con la serranía de Cuenca y los Pirineos. En otros ríos valencianos también se daba el transporte fluvial de madera por navegación o flotación, como en el Júcar y Turia. Este trabajo data al menos desde la dominación musulmana, hace diez siglos, y desapareció definitivamente entre años los 40 y 50 del pasado siglo.

Entre los gancheros participantes en la maderada se encontraba Virgilio Marín, de 74 años y natural de Yeste, quien desde los siete años trabajaba junto a su padre y otros familiares en este oficio, primero para guardar el campamento "el ato", y después, a los 13 años, como pinero.

Armado con su "bichero" una herramienta formada por un palo de madera de unos dos metros terminado en dos puntas de hierro, una recta y otra doblada, actuó como Mayoral (jefe) de la bajada fluvial de la madera.

Explicó a este medio que nunca llego hasta la Vega Baja porque la construcción del ramal del ferrocarril de Chinchilla a Murcia en 1862 y de ahí hasta la estación de Las Minas de Calasparra hizo que la maderada se cortara en este municipio murciano.

La construcción de los embalses de la Fuensanta y el Cenajo cortaron la comunicación fluvial que acabó definitivamente con este oficio tradicional a lo que se añadió la mejora de carreteras y la llegada de maquinaria como camiones grúa.

Entre 7.000 y 8.000 pinos -explica Virgilio Marín- llegó a bajar junto al resto de la cuadrilla, formada por unas 15 personas, en una sola maderada.

La alcaldesa de Yeste, Estíbaliz García, explicó que las jornadas culturales y medioambientales de La Graya, donde se incluye la maderada, pretenden recuperar oficios, como el de los pineros ya desaparecidos con el paso del tiempo, darlos a conocer y que no se olviden .

Rentabilidad

La maderada era hasta hace poco más de 50 años la única forma y la más rentable para salvar las distancias entre los bosques productores, en este caso la sierra de Segura, hasta los centros de consumo (Murcia, Orihuela, Alicante, Valencia... ). La madera de pino cortada en el alto Segura se utilizaba para vigas en la construcción de edificios, de barcos, de muebles y otros objetos de carpintería, traviesas de ferrocarril, carros, toneles o envases para frutas entre otros.

Para Virgilio Marín, la escenificación de la maderada "es bonita, da gusto e incluso apetece meterse en el río". Antes, añade, era todo lo contrario porque "hacia mucho frío, siempre íbamos mojados y se nos helaba la ropa. Se tenía que se secar al calentor del fuego por la noche porque solo teníamos lo que se llevaba puesto y nos pasábamos en el monte meses durmiendo en cuevas, al aire libre o en refugios de ganados".

Este ganchero de los pocos que van quedando en la sierra del Segura señala que antes se vivía de la madera y la siega.

Para hacer posible la maderada, el Ayuntamiento de Yeste contó con la colaboración de la Confederación Hidrográfica del Segura, pues era necesario desembalsar agua y aumentar el caudal del río.