Entre las actas de los plenos de las diferentes corporaciones municipales de Orihuela también aparece el nombre de Miguel Hernández y gracias al que fuera concejal socialista en la época de la República, el farmacéutico Alfredo Serna García. El edil propuso el 3 de marzo de 1932, por segunda vez, que el Ayuntamiento contribuyese «con alguna cantidad mensual a la estancia en Madrid de Miguel Hernández Gilabert, humilde hijo de Orihuela, que sin medios de fortuna, se ha lanzado en busca de la ilustración y conocimientos necesarios para encarrilar sus naturales dotes de poeta, en la seguridad, de que con ello contribuirá el Ayuntamiento al engrandecimiento de Orihuela». La propuesta de Serna fue aprobada y tenía previsto dar 50 pesetas mensuales con cargo a «imprevistos» al poeta y que estas ascenderían según el número de hijos que tuviese pero de momento en el archivo, el archivero Jesús García-Molina, solo ha encontrado un registro del pago de esa ayuda en una ocasión: el 21 de mayo de mayo de 1932.

El edil que hizo esta propuesta tuvo una vida que se podría calificar de «película» ya que como defensor de la República, tras la Guerra Civil tuvo que permanecer escondido en Valencia ya que la farmacia que dirigía en Orihuela fue incautada. Por medio a represalias se marchó a Lérida disfrazado de fogonero de tren, donde fijó su residencia ocultando su identidad y cambiando su nombre por el de Ángel Gallegos. Allí fue peón ferroviario, profesor, funcionario de la Dirección General de Ferrocarriles y funcionario de la Confederación Hidrográfica del Ebro hasta su jubilación. Falleció el 25 de marzo de 1987 y al año de su fallecimiento se le rindió un homenaje en el periódico «Segre» con un laudatorio titulado: «Ángel Gallegos, un 'topo' , que no pudo recuperar su nombre».