En el juicio quedó claro que los miembros del jurado no tenían el mismo criterio para decidir cómo había que valorar aquella prueba. De hecho, cuando ya eran las tres de la tarde decidieron que cada uno pusiera su nota y zanjar así la discusión. La secretaria se había marchado antes incluso de acabar la prueba y no había más fe que dar de aquel acto que los documentos que ella dejó firmado con todas las posibilidades posibles.

El presidente escribió los resultados en una hoja -documento que no se perdió- y, al hacer la media, comprobó que un aspirante no llegaba al 5. Así que se cogió la hoja que así lo reflejaba entre las posibles de la secretaria, firmaron y se marcharon. Dos días más tarde, la fedataria dijo que faltaba su votación y volvió a citar a todos; de hecho, les preguntó si querían cambiar sus puntuaciones y todos se negaron. Vellisca dio una nota alta al agente suspendido y éste superó el 5 y aprobó. Y ese acta sí se firmó.... por todos menos por el Zaragoza que se negó a acudir a ese acto. M. A.