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La provincia del estrés hídrico

Vivimos en la única cuenca de España con un déficit estructural de agua pese a ser la que realiza una gestión más racional, más se desala y más se reutiliza, y pese a recibir trasvases del Tajo y Júcar

Un agricultor de Pinoso mostraba esta semana cómo se encuentra uno de sus cultivos por la falta de agua. CARLOS RODRÍGUEZ

«El único plan incapaz de atender sus propios niveles de consumo, en el supuesto de máximo aprovechamiento del recurso potencial (incluyendo transferencias y desalación) y máximo grado de reutilización, es el Segura. En el resto de los planes, aunque puedan presentarse problemas de escasez en alguno de sus sistemas, se podría, en tal supuesto, resolver dichos problemas con los recursos potenciales generados en el ámbito territorial». Este argumento, utilizado en el Libro Blanco del Agua, en 1999, sirvió como bandera para justificar la propuesta del trasvase del Ebro al Levante, que nunca se realizó (más de mil hectómetros anuales), y que habría acabado con un problema endémico de esta provincia. Dieciséis años después, el catedrático de la Universidad de Alicante, Joaquín Melgarejo, director del Instituto del Agua, dice que el dato no ha perdido ni mucho menos su vigencia: «Vivimos en la única provincia con un déficit estructural de agua. Por muy buenos que seamos desalando, ahorrando, depurando y reutilizando, como hacen los agricultores con los retornos del río... y aunque tengamos dos trasvases en marcha, nunca podremos cubrir las necesidades porque vivimos en un permanente estrés hídrico. En eso, para nuestra desgracia, somos únicos». Y ese estrés hídrico del que habla es cuantificable: 400 hectómetros cúbicos, que serían algo así como los «números rojos» de una cuenta bancaria en la cual, se ingrese lo que se ingrese, siempre falta.

Saber cuál es el consumo de agua para beber y regar en la provincia de Alicante, cómo y dónde se gasta, parece un dato imposible de obtener porque el número de parámetros que participan de él es imposible de unificar y los criterios, autorizaciones y decisiones parten de dos confederaciones distintas: Segura y Júcar, aunque es de la primera de la que dependemos, principalmente. Y eso es porque la Mancomunidad de Canales del Taibilla, que da de beber a un millón de vecinos en la provincia (entre ellos a los de Alicante, Elche, Torrevieja, Orihuela,... en 34 municipios), lo hace, principalmente, con agua del Tajo a través del Segura, pero también utiliza la desalada o la del propio río... Pero Alicante no sólo bebe del Taibilla, también de los pozos de Villena, o Elche... y es curioso comprobar cómo de complejo es controlar el origen y destino de este bien que es tan escaso como necesario para la vida porque donde aparece se hace imposible vivir ya sin él. Y eso es lo que nos ha pasado con el trasvase.

Empresas como Hidraqua gestionan en la provincia más de 118 millones de metros cúbicos, también de aguas procedente de pozos y acuíferos, algo que fundamentalmente ocurre en el norte de la provincia donde el Consorcio de Aguas de la Marina Baja es un ejemplo paradigmático, único en el mundo, señala el profesor Melgarejo, quien recuerda que «este organismo promueve y gestiona acuerdos con las comunidades de regantes para la utilización conjunta de los caudales existentes y el empleo de aguas residuales depuradas para riego. La utilización de las aguas depuradas para riego permite liberar aguas blancas para abastecimiento a una población creciente, sin que ello suponga ningún cambio en las concesiones legales asignadas ni reducción de recursos para las comunidades de regantes», asegura en un artículo doctrinal pendiente de ver la luz. Gracias a esta interacción se sabe cuál es la demanda: 62,5 hectómetros cúbicos al año de los cuales 26,7 son urbano; 34, agrícola; y 1,8 industrial-recreativo. Del resto, no.

Inmemoriales

Y de la agricultura, ¿qué hay? ¿de dónde bebe?. Pues de todas partes y de ninguna: desde lluvias al trasvase, pasando por el Segura o el Vinalopó (los que tienen derechos y desde tiempos inmemoriales), hasta de los pozos y ¡cómo no! de la compra a regantes de otras comunidades con excedentes, como, curiosamente, son los de Albacete. También de la desalada pero el precio es imposible de asumir por ellos y eso en otra «guerra»: la subvención del agua para la agricultura.

Y precisamente ese no saber de dónde viene el agua es lo que hace que el campo alicantino, en definitiva, sea la víctima de ese estrés hídrico porque los árboles, principalmente, aunque también el resto de cultivos, reciben menos agua de la que necesitan. «Si una hectárea recibe, por ejemplo, 7.000 metros cúbicos, aquí nos apañamos con 2.000. Así es fácil que alguna vez se puedan confundir naranjas con limones», añade Ángel Urbina, portavoz de la Comunidad de Regantes de Riegos de Levante-Margen Izquierda.

Canto

Pero en estos momentos los regantes no se están planteando cómo reducir ese «estrés hídrico» sino mantenerlo y con eso se dan con un canto en los dientes después de que Castilla-La Mancha quiera poner coto al trasvase del Tajo al Segura (alrededor de 350 hectómetros cúbicos anuales aunque hace 35 años se puso en marcha con una capacidad de hasta 600). Cerrar ese grifo, como bien apuntaba esta semana el Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos del Levante, supondría un «desastre agroalimentario irreversible» que acabaría con una producción de 1,5 millones de toneladas de alimentos. Este colectivo es especialmente crítico con cómo maneja la administración los datos del agua y su supuesta falta de fiabilidad porque, alegan, no es que nadie sepa a ciencia cierta cuánta agua se consume en la provincia, es que el Plan Hidrológico del Segura, que rige los destinos de la cuenca y se aprobó en 2014 con una validez hasta 2033, se basa en datos que no se cumplen en «cualquier de los escenarios posibles que se puedan producir». Y mientras todo ello pasa, Alicante es la única provincia con estrés hídrico de España.

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