Antonio Martínez Espinosa, de 58 años, un indigente conocido popularmente en Torrevieja como "El Antonio" o "El Bigotes", ha fallecido hoy tras ser arrollado por un vehículo el pasado lunes en la calle Apolo de Torrevieja.

Como había sucedido ya en tantas ocasiones, los agentes de la Policía Local volvieron a atender la incidencia vinculada con este indigente, que acumula en los tres últimos años docenas de informes por parte de la Policía Local para que su situación fuera atendida por el área de Servicios Sociales. Pero la del lunes fue la última. Pocas veces se podrá decir que era la crónica de una muerte anunciada con tanto fondo de realidad. Porque Antonio, que callejeaba durante todo el día hasta que decidía acostar su cuerpo menudo donde le pillara, que ya había sufrido otros atropellos y que no paraba, arriba y abajo, desde el puerto a la Plaza de la Habana, desde el paseo al polígono industrial, tenía su final en la calle.

El departamento municipal de Servicios Sociales y varios particulares preocupados por su situación, intentaron sin éxito convencer a la Fiscalía de Torrevieja, por el estado mental y físico del indigente, para lograr su ingreso en un centro de atención. Hubiera podido ser también candidato a seguir un tratamiento en la Unidad de Conductas Adictivas. Pero el Ministerio Público, según la administración local, lo rechazó. Tampoco se logró que pudiera optar a una pensión por minusvalía del 60%, denegada por la Generalitat.

Hasta aquí lo que no pudo ser. Lo que ha sido es que Antonio, persona conocida de tantos, figura solitaria y de mirada fija que caminaba un poco a trompicones, intentando no perder el camino que sólo él sabía que debía seguir, ha fallecido en el Hospital de Torrevieja después de un atropello. A él, que parecía no importale el dolor de brazos rotos, de caras hinchadas ni de cojeras. Que parecía no importarle el sitio donde tumbarse a dormir. Entre dos coches, en medio de la acera, o en medio de la carretera. Nadie entendió esa querencia suya por el asfalto. Ésa que servía para los chascarrillos de la gente si se cruzaban con él. Ésa que obligaba a la policía municipal a emplearse a fondo para intentar convencerlo de que buscara otro sitio más seguro para él.

Tampoco se dejó ayudar Antonio, tozudo como era. Ocupado siempre, siguiendo su camino. Hasta el lunes. Era conocido. Habitual de cualquier parte. Cotidiano para todos. Una de esas personas que, sin mérito aparente, se hacen personaje popular, "el Antonio". Antonio Martínez Espinosa. Descansa en paz.