Está convencido de que para respetar algo hay que conocer su historia. Y el río Segura tiene muchas historias, la mayoría truculentas con respecto a su limpieza y conservación, fundamentalmente en su tramo final, desde Orihuela hasta Guardamar, donde precisamente transcurre «Segura», la nueva novela de Tomás Vicente Martínez (San Miguel de Salinas, 1957). Todos sus libros tienen algo en común, están basados en experiencias personales o históricas que pretende que sirvan para cambiar las cosas, porque, como él mismo dice, tiene un compromiso social con el entorno que le rodea. En este caso, con el río Segura y con la que llama su segunda residencia, Rojales.

¿Qué le motivó a hacer este libro?

El movimiento 15M. Cuando fue tomando cuerpo en la Puerta del Sol con sus asambleas y pancartas a mi me vino a la cabeza que yo eso ya lo había vivido en la Vega Baja a finales de los años 90 con «Segura Limpio», «Pro-Río» o «Cauce Arriba», donde hubo diversidad de actores pero todos movidos con un fin común: salvar al río Segura cuyas aguas bajaban muertas y contaminadas.

La novela empieza con «Mi nombre es Elías Alarcón y he nacido dos veces». ¿El Segura también ha nacido dos veces, antes y después de las movilizaciones?

Aquellas movilizaciones tuvieron efectos positivos. Desde entonces se pusieron en marcha la depuradora de Murcia y las de la Vega Baja. Se consiguió que hubiera más agua y con menos contaminación orgánica. El Río sigue teniendo problemas. Tiene salinidad excesiva para la huerta y hay escasez de agua porque se desvía a nuevos regadíos la que debería ser para el riego tradicional. Aquí hay dos ríos: de Ojós hacia arriba uno, y de Ojós hacia abajo otro con muchas deficiencias.

Háblenos del paralelismo del protagonista de la novela y el río.

Es un vagabundo que llega a Rojales y pasa la noche en una barraca en el campo y ahí conoce a un personaje que lo va trayendo poco a poco a la vida. Él estaba muerto como el río. Y va adquiriendo esa unión al río a través de las historias, de la chica que conoce y de la que se enamora. Hay un paralelismo entre el río y el protagonista ya que ambos están muertos y van resurgiendo gracias a la ayuda de los demás.

El río continúa teniendo una falta clara de limpieza. ¿Nos hemos acostumbrado y por eso no se han vuelto a repetir esas protestas ciudadanas de finales de los 90 y principios de 2000?

Aquella mejora que vino consecuencia de la movilización popular quitó de primera escena los problemas más evidentes como son los malos olores, la excesiva contaminación. En definitiva, la muerte absoluta de la vida del río. Claro que nos hemos acomodado. Ha habido años buenos en cuanto a cantidad de agua. Pero en estos dos últimos años se ha vuelto a constatar que hay una degradación del río. Sería bueno que esta novela sirviera no sólo para entretenerse, sino también para volver la vista y la atención nuevamente a nuestro río.

Entonces, ¿cree que los vecinos de la Vega Baja se han separado del río en los últimos años?

Nos pasa como con la familia, pareja o hijos. Como estamos todos los días junto a él no le decimos «te quiero». De vez en cuando viene bien un toque de atención para volver a decir «te quiero y te quiero limpio y transparente».

¿Qué significa el Segura para esta comarca?

Para mí es la vida de esta tierra. Es un ser vivo que desde que nace se va desarrollando y va aportando vida a todos los seres, humanos y animales, y es la arteria vital de la Vega Baja y como tal hay que mantenerlo. Sin el río perdemos nuestra identidad.

¿Cómo le gustaría ver el río y qué le hace falta?

Lleno de nutrias (risas). Verlo lleno de vida y que en sus aguas se puedan volver a bañar y permita hacer una agricultura como hace 50 años. Necesita que volvamos a prestarle atención, que lo escuchemos porque está empezando a decir «necesito vuestra ayuda» y me gustaría que «Segura» sea el punto de partida para volver a hablar del río y de su vinculación a la comarca. Es mi objetivo.