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Orihuela en la historia de las Cortes

La constitución este lunes de la comisión de estudio sobre los efectos de la gota fría de septiembre devuelve a la capital de la Vega Baja la vinculación directa que ha tenido con el parlamento valenciano desde la recuperación del autogobierno

Sesión conmemorativa de las Cortes Valencianas celebrada en Orihuela el 7 de junio de 1988. Carratalá

La Muy Noble, Muy Leal y Siempre Fiel Gran Ciudad de Orihuela, además de todos estos títulos protocolarios concedidos desde el siglo XIV, tiene una historia ligada a las Cortes Valencianas y al parlamentarismo. Cuando mañana lunes se constituya en el salón de plenos del Ayuntamiento de Orihuela la comisión de estudio sobre los efectos del temporal que arrasó la Vega Baja el pasado mes de septiembre, no debemos entender este hecho como algo extraño y, mucho menos, excepcional dado que hasta el sur de la provincia de Alicante -una de las puertas del Reino de Valencia- se ha desplazado en varias ocasiones la institución que representa la soberanía de los valencianos.

La más destacada va camino ya de cumplir 32 años, cuando en 1988, las Cortes Valencianas en pleno se desplazaron hasta la capital de la Vega Baja para conmemorar que en marzo de 1488, la segunda ciudad más importante del Reino de Valencia acogió una reunión de las Cortes convocada por los Reyes Católicos con el fin de acometer la última gran empresa de la Reconquista, la conquista de Granada. El enclave que vio nacer al poeta Miguel Hernández, el mismo que Gabriel Miró convirtió en la imaginaria ciudad de «Oleza», también tuvo una importancia fundamental en el Reino de Valencia desde su incorporación a la Corona de Aragón en 1296, anexión refrendada en el Tratado de Torrellas en 1304. Desde entonces, y a lo largo de cuatro siglos, Orihuela llegó a alcanzar una gran relevancia en el entramado jurídico, político e institucional, siendo cabeza de la Governació General de la Ciutat d'Oriola i Regne de València. Edificios tan solemnes como la catedral y la iglesia de las Santas Justa y Rufina, además de demostrar la magnitud de su patrimonio arquitectónico y artístico, están llenas de escudos de la Corona de Aragón, como si se hubiera querido enfatizar esa pertenencia a este territorio.

Ese acervo cultural e institucional, sumado a la singularidad y la personalidad propia de Orihuela, también fue muy tenido en cuenta por el socialista alicantino, Antonio García Miralles, el primer presidente de las Cortes Valencianas -ejerció este cargo durante 13 años desde la época transitoria hasta finalizar la tercera legislatura- que en 1988 cumplió uno de los objetivos con los que asumió el cargo, como fue llevar las Cortes hasta Orihuela, en el extremo sur de la Comunidad Valenciana, como hizo unos meses después con Morella, en el extremo norte.

Al preguntarle esta semana a Antonio García Miralles por los recuerdos que le trae aquella sesión conmemorativa de las Cortes, celebrada en la iglesia de Santiago, el mismo recinto donde Isabel la Católica y Fernando de Aragón presidieron las Cortes del Reino de Valencia cinco siglos antes, el veterano político, a sus 77 años de edad, recuerda cuáles fueron sus intenciones en aquel momento. Unos años antes, a finales de 1977 se reunió en la capital de la Vega Baja el Plenari de Parlamentaris de la Comunitat Valenciana, el órgano formado por los 41 diputados al Congreso y senadores elegidos en las primeras elecciones celebradas tras la dictadura franquista en las provincias de Alicante, Castellón y Valencia para dotar de autonomía política a la Comunidad Valenciana. Tras ese encuentro, donde se aprobó el contenido del régimen preautonómico, llegó el Consell preautonómico, del que García Miralles fue titular de la cartera de Obras Públicas, un puesto «con el que acudí a Orihuela en alguna ocasión».

Pero en 1988, explica este veterano socialista, «la institución parlamentaria quedaba un poco lejos del sur de la provincia. Como alicantino, tenía interés en acercar la entidad por lo que este hecho histórico supuso un aldabonazo muy importante. Que allí se presenten 89 diputados y el Consell tuvo una gran repercusión mediática. Ahora las cosas han cambiado mucho, pero en ese momentos, en la época analógica, la comunicación, los medios audiovisuales, todo funcionaba de otra manera. Por eso, el hecho simbólico era reunir las Cortes y convocarlas en Orihuela», evoca el promotor de este acto tan señalado. Además, Orihuela tenía «varias singularidades especiales», por la distancia geográfica entre València y el extremo sur, «por ser la ciudad significativamente más castellanoparlante, y por ser muy característica desde el punto de vista religioso, además de su agricultura o su mentalidad», reitera.

«Como presidente de las Cortes tenía muy claro que la vertebración de la Comunidad tenía un punto importante y, vamos a llamar, 'débil'. Ese era la Vega Baja y Orihuela. Había que buscar la forma de visibilizar eso y lo más visible era una reunión de las Cortes, con gente que venía de muy lejos, hasta de Morella. Lo importante no era el aniversario de la reunión de los Reyes Católicos, era ir al sur y al norte de la Comunidad», rememora García Miralles. No en vano, unos años antes, las Cortes ya llegaron hasta la ciudad de Alicante. En la capital de la provincia se aprobó el 23 de noviembre del 1983 la Llei d'Ús i Ensenyament del Valencià, otro hito parlamentario básico para constituir las señas de identidad del pueblo valenciano. Esta ley, aprobada por las Cortes bajo mandato de García Miralles, en una sesión que se celebró en la Diputación, también tuvo su reflejo en el pleno celebrado un lustro más tarde en Orihuela. En aquellos años, eran frecuentes las salidas de tono de políticos, unos en castellano y otros valencianoparlantes, que chocaban, lingüística y físicamente, tanto en la esfera política como en la social.

Una de esas «anécdotas», explica García Miralles, se produjo en València, en las primeras sesiones de las Cortes en el reformado Palau dels Borja, la actual sede del hemiciclo autonómico. Un diputado socialista de Castellón, Alfredo Roe, haciendo uso de la palabra y hablando en valenciano, fue interrumpido por el ya fallecido Antonio Alonso, de Alianza Popular, alcalde de Almoradí, que según cuenta García Miralles, «se dirigió a mi y me dijo: dígale al diputado que hable en cristiano». El presidente del parlamento pidió paz y respeto a cada lengua y condenó ese exabrupto, un gesto con que, según García Miralles, «senté doctrina y se acabó el asunto» para garantizar una convivencia lingüística modélica en el parlamento valenciano.

Sugerencias lingüísticas

Como narró Pere Mayor, histórico líder del valencianismo político, en un libro de conversaciones con Víctor G. Labrado, unos días antes de ese pleno de Orihuela, Antonio García Miralles le trasladó la posibilidad de adoptar el castellano para esa sesión ante la singularidad lingüística de Orihuela. El entonces presidente de las Cortes asegura, sin embargo, que «no sugerí nada a nadie». «Todos los diputados se expresaron siempre en la lengua que quisieron», apuntó. Al bucear por los diarios de sesiones se comprueba que aquel 7 de junio de 1988, salvo los saludos y la despedida formal que García Miralles pronunció en las dos lenguas oficiales, el único portavoz que se expresó en valenciano fue precisamente Pere Mayor, fundador de la Unitat del Poble Valencià, luego reconvertido en el Bloc y ahora en Compromís.

La intervención de Mayor, en el pleno vespertino de Orihuela en una comparecencia del conseller Rafael Blasco, para anunciar el encauzamiento de río Segura, fue interrumpida. Como se refleja en el diario de sesiones, García Miralles tuvo que intervenir para «amparar al diputado» y rogar al público que «se abstenga de cualquier tipo de manifestación y respete la libertad de un representante del pueblo valenciano que tiene perfecto derecho a expresarse en una lengua que es oficial también como el castellano». Aquel pleno continuó. Al igual que persevera el debate sobre la lengua y la vertebración de la Comunidad. Treinta años después.

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