Pasillos con flechas que indican la dirección adecuada, gel hidroalcohólico en las entradas, aulas con jóvenes y profesores explicando con ayuda de una pizarra y algún que otro chaval tomando el almuerzo a la hora del recreo.

Esa podría ser la fotografía de un colegio cualquiera la primera semana tras la vuelta a las aulas. En este hay un cartel a la entrada donde se lee: «Nadie crece solo». Una pista que nos indica algo más sobre la naturaleza de este centro, la Fundación Diocesana San José Obrero, una escuela que acoge a menores y les da formación educativa. Al igual que a otros alumnos de Orihuela y sus pedanías.

Estos niños, que van de los 6 hasta los 17 años, cuya patria potestad la tiene Conselleria y la tutela está cargo de esta obra social, provienen de familias desestructuradas. Allí ofrecen formación en ESO, FP Básica y de Grado Medio sumado al Programa Formativo de Cualificación Básica en Servicios Auxiliares de Estética. En cambio, los menores que cursan la Primaria acuden a centros escolares de Orihuela.

Estudiantes de FP de Carpintería y del Programa Formativo de Cualificación Básica en Servicios de Estética. Tony Sevilla

El director de la Fundación y el Colegio, Vicente Martínez, define esta enseñanza como un sistema de aprendizaje real». El sacerdote explica que muchos de ellos llegan con poca motivación pero «este programa les engancha, les gusta y, además, tienen prácticas en empresas. Muchos de ellos terminan quedándose en las mimas. Nos da mucha alegría que tengan esas salidas».

El objetivo es recuperar personas jóvenes que se han desenganchado de los estudios y les orientan profesionalmente. Para ello, Martínez les hace la siguiente reflexión: «Si tú terminas tu formación y encuentras un trabajo vas a poder ayudar a tu familia. Podrás valerte por ti mismo y poder dar un poco de respiro a tu casa».

«Muchos tienen carencias afectivas y en el ámbito de estudio, una falta de control que trasladan aquí»

MARÍA JOSÉ DÍAZ - JEFA DE ESTUDIOS DE SECUNDARIA

Distancias y ratio

Si transitamos por el pasillo de las clases de la ESO, la directora pedagógica, Mº Luisa Ballester, señala las medidas que han adoptado, desde las higiénicas y protocolarias que manda Conselleria, hasta la reducción de grupos para poder mantener la distancia de 1,5 metros y disminuir la ratio. Así, en 1º y 2º cuentan con cuatro clases de 14 alumnos mientras que el 3º curso es más numeroso, acogiendo a 20 escolares. En 4º el número se reduce a 15 por aula, habilitando para ello espacios como las salas de música o dos clases conectadas entre sí, garantizando la asistencia presencial de los alumnos, con mascarilla y un constante lavado de manos.

«Si terminas tu formación y encuentras un trabajo podrás valerte y ayudar a tu familia»

VICENTE MARTÍNEZ - DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN

Muchos de los niños que allí acuden «tienen carencias afectivas porque pasan mucho tiempo solos, al igual que en lo concerniente al hábito de estudio, una falta de control que trasladan aquí», tal como describe MºJosé Díaz, Jefa de Estudios. Aunque sí afirman que la respuesta ha sido muy positiva en el respeto y cumplimiento de las normas higiénicas y sanitarias.

Estudiantes de FP de Carpintería y del Programa Formativo de Cualificación Básica en Servicios de Estética. Tony Sevilla

Durante el confinamiento, desde la Residencia de Acogida cuenta la psicóloga, Maite Gil, la necesidad de marcarles horarios y rutinas, «algo que les ha venido muy bien para tomar conciencia de este virus al que ellos piensan que son invulnerables». Sin embargo, la parte afectiva fue más difícil de llevar. «Ellos no podían salir para mantener el contacto con sus familias y muchas de ellas no disponían de tecnología para poder contactar por teléfono o videollamada. Les afectaba el no saber de sus familias. Ellos necesitaban saber y ver que estaban bien, eso les da tranquilidad». Este escollo se salvó gracias a las Trabajadoras Sociales, un pilar fundamental en esta Obra Social.

«Necesitaban saber y ver que sus familias estaban bien. Eso les daba tranquilidad»

MAITE GIL - PSICÓLOGA DE LA RESIDENCIA DE ACOGIDA

Pero el contacto físico dentro de la Residencia siempre se mantuvo ya que «cuando un niño tiene una rabieta hay que abrazarlo y calmarlo», señala Maite Gil.

En la cuarentena, desde la Secundaria destacan «la labor excelente y continua» de los tutores en cuanto a los alumnos externos, adecuando horarios a las necesidades de las familias, recalcando siempre el lema «Nadie crece solo».